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[Roleo] El segundo Gris [Seltar]

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Mensaje por Jensaarai Mar Mayo 14, 2013 9:11 pm

El perseguidor mandaloriano se cernía sobre el planeta de hielo, cargando en su interior lo que supondría una gran sacudida para su objetivo. Apenas atravesaron la atmósfera de Nelvaan, pudo notar el gélido ambiente del planeta. Las criaturas que se hallaban a su espalda parecían estar ansiosas por entrar en combate, por asediar a esas diminutas criaturas. Pero no debían subestimarlos... Eran cincuenta mutantes sedientos de sangre, de propagar el germen con el que habían sido maldecidos. Una aberración se ocultaba más allá, en la sombra, con los ojos inyectados en sangre y las alas plegadas, a la espera de sembrar el caos. Y a la cabeza del pequeño batallón, aquel que provocaría el pánico de todo lo que iba a suceder allí abajo. Pasaron por encima de su objetivo, una pequeña aldea. Creyó sentir el miedo allí abajo, a kilómetros de altura, lo cual le provocó una gran sensación de confianza. Una repentina sacudida les indicó que habían aterrizado, de modo que se puso en marcha, caminando entre sus mutantes, los cuales se apartaban a su paso. Habló con una voz ronca pero serena, aparentando una calma total. Cuando bajéis, no permitáis que sobreviva ninguno. La compuerta se abrió, y lo primero en bajar de la nave fue el monstruo que les acompañaba, deslizándose por la nieve con una forma serpenteante que daba escalofríos, apartándose de la vista. Los mutantes se quedaron en la nave, a la espera de recibir la orden de bajar, mientras su amo bajaba por la rampa desplegable y pisaba firmemente la nieve. En la distancia, llegando desde la aldea, se distinguían dos figuras que avanzaban a paso ligero; pronto se plantarían ante él, de modo que se ajustó la túnica para ocultar todos los sectores de su cuerpo, dejando sólo a la vista su boca y su mentón. Desde la sombra de su capucha, vio ante él a dos curiosas criaturas, dos seres parecían un cruce entre un cánido y un humano. El más alto y fuerte de los dos, cuya musculatura era altamente sorprendente, se situó delante del otro, que era un anciano demacrado apoyado en un bastón. El que debía ser un guerrero, lo miraba con desconfianza y con una mano sujetaba una espada, mientras que el anciano lo observaba con aparente calma, pero su visitante podía distinguir el miedo en sus ojos negros. Pese a todo, el anciano habló con una voz firme y decidida, sin un ápice de temor. ¿Qué has venido a buscar aquí, siervo de la oscuridad? No buscamos la guerra, si quieres algo, cógelo y vete. No le cabía la menor duda, de que debía ser el líder de la aldea, el chamán. Respetaba ese tipo de prácticas y a aquellos que profundizaban en ellas, pero que lo caracterizara como un "siervo de la oscuridad" era algo que le daba auténtico coraje. Lo que he venido a buscar no me lo puedes proporcionar tú, anciano. Avanzó despacio, alertando al guerrero, que acto seguido desenvainó su espada. Hoy la Gran Madre llorará por sus hijos. Con una sacudida de su mano, derribó al guerrero, alejándolo varios metros de su posición, y avanzó, ahora un poco más deprisa hacia el anciano, que se irguió con una mirada desafiante. Entretanto, los ojos del invasor se empezaban a tornar amarillos, mientras que los mutantes bajaban de la nave para invadir la superficie. Puedes matarme si así lo deseas, mi espíritu te atormentará hasta el fin de tus días. Al escuchar éso, no pudo reprimir una sonrisa. Sin dejar de mirar al chamán, habló para el mutante más cercano. Llévalo a la nave. Y apenas hubo pronunciado esas palabras, deslizó su espada bajo su túnica y atravesó el pecho del anciano, haciendo que la hoja se llenase de sangre. Ya restándole importancia, movió la espada a un lado haciéndolo caer y le pasó por encima. Escuchaba como sus siervos se abalanzaban sobre el guerrero, cuyos gritos le daban a entender que estaba siendo despedazado. Los guerreros del poblado, sin duda debían ser eficientes guerreros, pero nada tenían que hacer contra sus invasores. ¡Vamos, poderosos rakghoul! ¡NO TENGÁIS PIEDAD! Su grito quedó ahogado bajo los bramidos de los mutantes, que iniciaron una fuerte, rápida y tétrica marcha contra el poblado de los nelvaanianos. Entretanto, él avanzaba despacio, hasta el punto de quedar en el otro extremo del grupo. Mientras se desplazaba hacia el poblado, dejó caer la túnica, dejando a la vista una armadura recientemente fabricada, que estaba ansioso por probar. Los rakghoul ya habían iniciado el ataque, atacando las barreras que en pocos segundos se habían alzado entorno al poblado, que, para desgracia de los defensores, no habían tenido tiempo de fortalecer. Las lanzas y las flechas caían sobre los invasores, hiriéndolos y a algunos incluso matándolos. Pero apenas finalizó la primera descarga, los rakghoul ya habían atravesado la defensa del poblado, y habían iniciado la batalla cuerpo a cuerpo. Los mutantes morían debido a que no usaban más que sus garras, sus fauces y su fuerza, mientras que los defensores utilizaban arcos, lanzas, escudos, espadas y manguales. Pero cada mordida de rakghoul era un nuevo infectado y una nueva pieza a su disposición, debido a la rapidez con la que la infección alterada la genética del cuerpo, creando un nuevo mutante en apenas un minuto. Finalmente, llegó al campamento, que estaba sumido en el caos, aunque no lo suficiente. La sombra serpenteante hizo acto de presencia en la batalla. Una serpiente de casi diez metros, con alas semiplegadas, una terroríficas garras y una poderosa coraza comenzó a arrasar con todo lo que veía, derribando sin ser consciente a sus aliados, pero despedazando en segundos a los guerreros que en vano intentaban atravesar su coraza. Ahora quedaba añadir el toque de gracia. Se dirigió hacia una fila de chozas unidas, en las que se ocultaban varias formas de vida agrupadas. Alzó su mano hacia ellas y contuvo la respiración, haciendo fuerza con su abdomen. Cuando liberó el aire de golpe, emitió una pulsación con la mano que hizo que el techo de las chozas se incendiasen. Los guerreros terminarían desapareciendo en pocos minutos, ahora le tocaba ir a buscar su recompensa. Atravesó la puerta de una de las chozas y vio ante sí a una gran fila de nelvaanianas pegadas contra la pared, protegiendo a sus pequeños, los cuales abarcaban todas las edades. Pasó su mirada en silencio por los aterrorizados protegidos, y localizó algo interesante: una madre cubriendo a sus dos hijos, uno que debía tener alrededor de 19 años, y otro que debía de oscilar los 14. Se dirigió hacia ellos, a sabiendas de lo que sucedería a continuación. Efectivamente, tal y como esperaba, el joven guerrero de 19 años se libró de su madre y con un pequeño cuchillo corrió hacia él para hacerle frente. Pero sin esfuerzo, lo retuvo por la muñeca armada y lo giró en seco, obligándole a mirar a su familia mientras le colocaba su propio cuchillo en el cuello. La madre gritaba, pero estaba paralizada por el terror que producían tanto el invasor como el fuego que pronto haría que se derrumbara el techo. El hermano del rehén, en cambio, miraba con profundo terror a los ojos del opresor, que le mantuvo la mirada con malicia, y sin dudarlo, rajó el cuello de su rehén y lo dejó caer al suelo. El grito de dolor de la madre rasgó el ambiente, y el hermano quedó completamente enmudecido. Salió de la cabaña en silencio, a la par que el talismán que descansaba en su muñeca derecha emitía un fulgor rojo. Los rakghoul se adentraron apresuradamente en las chozas y fueron sacando sin ninguna preocupación a las madres y niños que se mantenían ocultas, haciéndoles formar una fila frente a las llamas, que poco a poco se iban extendiendo. Una vez los tuvo a todos en fila ante sí, buscó con la mirada al joven que acababa de presenciar la muerte de su hermano. Apenas lo localizó, lo señaló con un gesto mientras miraba al mutante más cercano, que lo tomó del pelo y lo arrastró hasta sus pies, obligando a la madre a gritar de nuevo, siendo retenida contra el suelo por otro mutante. Se agachó ante el pequeño, y le tomó de los hombros. Podía ver auténtico pánico en sus ojos, con lo cual estaba empezando a disfrutar. No dijo nada, simplemente lo obligó a girarse para que quedase de cara a los aldeanos. Fue entonces cuando produjo un siseo con la lengua, leve pero que resonó entre los llantos de todos y cada uno de los aldeanos. Acto seguido, en mitad del cielo se vislumbró al reptil planeando con las alas extendidas hacia la zona. En apenas tres segundos se plantó sobre la nieve, y con los ojos inyectados en sangre comenzó a despedazar a las madres nelvaanianas y a sus hijos, con tremendos gritos de salvajismo. Siempre que alguien intentaba escapar, un rakghoul lo obligaba a volver al campo de acción de la bestia para ser despedazado. El chico que sostenía por los hombros ya no temblaba, ya no respiraba: lo que estaba presenciando, la muerte de los seres con los que había convivido toda su vida, incluyendo su propia madre, estaban siendo despedazados por una terrible bestia. Creo que ya es hora de que nos vayamos...


El joven resultó ser un chico interesante, un marginado que no disfrutaba en compañía de nadie. Sin duda era valiente, pero dadas las circunstancias no tuvo oportunidad de demostrarlo. Lo acogió en Osadia y lo obligó a convivir con él. El joven se veía incapaz de superar su miedo, pero con el tiempo aprendió a obedecerle, comportándose como un esclavo quebradizo. Esperó unas pocas semanas para que el joven se encontrase en un estado decente, olvidando la masacre de su pueblo, lo que le llevó más de lo esperado. No lo trató con cariño, pero tampoco como un esclavo, sino como un aprendiz de disciplina. Pasado ese tiempo, lo vio preparado. Había aprendido algo de la cultura mandaloriana, y se había interesado por sus tácticas de guerra y de combate, lo cual le pareció una clara señal. El momento había llegado, y aunque se había encaprichado con el joven, no tenía más remedio que poner en riesgo su vida.


Sobre un altar de piedra, atado de pies y manos, se encontraba el joven nelvaaniano, comenzando a despertarse. Únicamente podía observar un cielo completamente negro, sin el menor rastro de una estrella, de modo que el cielo se veía iluminado por dos lunas completamente blancas. Desde el Este, se acercaban unas nubes grisáceas que no parecían naturales. Se tragaron a la primera luna, la más distantes, extinguiendo su luz, y amenazaban con hacer lo mismo con la segunda, que se situaba justo sobre él. A varios metros se encontraba el hombre, únicamente ataviado con unos pantalones y una túnica que dejaba su torso al descubierto. De nuevo, sus ojos se habían tornado amarillos, aunque los mantenía cerrados. Sobre su pecho descansaba un amuleto que emitía un ligero resplandor rojo. Se encontraba completamente inmóvil, dándole la espalda al nelvaaniano, que no sabía qué hacer. Tras varios segundos de silencio, las nubes se tragaron la luna, dando la sensación de que se encontraban en el mismo espacio. La oscuridad duró poco, debido a que de improvisto cuatro antorchas se encendieron en los extremos del altar. Se situó tras la cabeza del joven, y colocó las manos a los lados de su cabeza, sin llegar a tocarlo, provocándole mediante la fuerza una constante sensación de mareo y desorientación. Respiró profundamente y la zona quedó completamente en silencio. El viento, el correr de las criaturas, el caer de los frutos y las hojas, todo se había detenido a su alrededor. De nuevo, cerró los ojos, y mientras alzaba las manos, comenzó a murmurar con una voz potente, que rebotaba en los tímpanos de nelvaaniano, mareándolo más de lo que ya estaba. El suelo tembló ligeramente a su alrededor, y las hojas de plantas y árboles comenzaron a secarse y a caer al suelo, rompiendo el silencio sepulcral. Cuando apenas quedaron hojas y plantas vivas, los mismos troncos de los árboles comenzaron a pudrirse, como si llevaran décadas expuestos a la humedad. Se mantuvieron en pie, pero sin vida alguna. Era plenamente consciente de que aquel que perfeccionó la técnica no necesitaba pasar por lo que estaba pasando él, pero la falta de experiencia le obligaba a tomar medidas drásticas y a recurrir a su mayor habilidad: la absorción de energía. Había tomado la energía de un área considerable a su alrededor, extinguiendo toda señal de vida. Lentamente, bajó las manos hacia el cuerpo del joven, y comenzó a enviar esa energía a su organismo, revitalizándolo, pero ocasionándole mayores mareos y nauseas. Concentrándose en el pecho del joven, creó un foco de energía que le conectaba con él, enviándole así parte de su energía. Fue entonces como, ayudándose de la Fuerza, generó un midicloriano a partir de los suyos, utilizando el foco de energía que los conectaba. Seguidamente inició un proceso de mitosis para generar un segundo midicloriano, y de los dos resultantes generó otros dos. Perdió la noción del tiempo, no supo cuantas veces repitió el proceso, pero llegó un momento en el que se detuvo, pues una frase acudió a su mente: "Nunca crees un monstruo que luego no seas capaz de detener". El recordatorio, y el cansancio que llevaba sintiendo desde hacía rato, le obligó a detenerse. Cayó de rodillas al suelo, y pegó la frente a la piedra del altar. Las nubes no se habían retirado, sino que habían comenzado a esfumarse y la actividad había regresado al entorno. Percibía, aunque con debilidad, que el nelvaaniano había sobrevivido. Todo había salido según lo planeado.



El tiempo avanzó deprisa, y mientras el hechicero se recuperaba del profundo agotamiento, el nelvaaniano poco a poco fue asimilando su nuevo ser, su nueva identidad. Se le había modificado física y mentalmente para, pese a su temprana edad, mantener la apariencia de un adulto de su especie, superando los dos metros de altura y desarrollando las convicciones y los ideales de un guerrero despiadado que no conocía el miedo. Además, con gran esfuerzo se trabajó su organismo para mantener su sensibilidad a la Fuerza, de modo que logró tener cierto manejo de la misma. No era capaz de usar técnicas como el tutaminis o las descargas, pero sí era capaz de manejar objetos sin tocarlos, detectar enemigos o ataques inminentes e incluso potenciar sus cualidades físicas. Además, en pocos días pareció desarrollar cualidades psicométricas, aunque se supuso que se debió a la confianza que le proporcionaban sus nuevos poderes. Se le entregó una espada y un escudo fabricados con materiales imbuidos en la Fuerza. Mediante la alquimia y la taumargia, su nuevo maestro modificó su armamento para que tuviera una resistencia inigualable y sólo él fuese capaz de utilizarlo. Sin embargo, el nelvaaniano no se sentía completado, pues se encontraba en dos situaciones que no le agradaban nada. En primer lugar, era un ser sin nombre, y su maestro se refería a él como aprendiz, hijo, o simplemente "tú". El segundo problema se debía a que se sentía débil portando una espada, pudiendo utilizar armamento láser. Su maestro le correspondió entrenándole en el uso del armamento bláster hasta convertirlo en un tirador excepcional. Utilizó una marca de sangre para poder tenerlo controlado , pues debido a que le dio algo de libertad para moverse por la galaxia, quiso saber en todo momento dónde estaba y qué hacía. También le otorgó sus discblades, enseñándole a acompañar su uso con la Fuerza para convertirlos en armas sumamente mortales. Y para terminar su equipamiento, le otorgó uno de sus amuletos sith, algo que no había hecho jamás.

Respecto a su adiestramiento, lo instruyó principalmente según las doctrinas de la Orden Jedi, algo que le resultó sumamente difícil, debido a que su conversión alquímica dificultaba notablemente su interés y su creencia, y menos aún cuando descubría las incongruencias de lo que le explicaba su padre tras recordar sus actos anteriores. Pero finalmente, lo consiguió, convirtiéndolo en una criatura serena y apacible, sin restarle su mortal fiereza. Una vez hubo completado ese proceso, cuando por fin le otorgó el amuleto, le llevó pocos días hacerlo caer en el lado oscuro, haciéndolo que se considerase un miembro de la Orden Sith y llevándolo a odiar a los Jedi hasta el punto de implantar en él la idea de destruirlos a todos. Pero aunque pocos, había adquirido conocimientos del lado luminoso, creencias comprobadas y experiencias realmente útiles, que obligaban al nelvaaniano a admitir que ambos lados tenían carencias importantes. Fue entonces cuando lo convirtió en su auténtico discípulo, un ser plenamente conocedor de las carencias de los dos lados de la balanza. Sin embargo, no pretendía hacer una réplica lobezna de sí mismo, de modo que conservó su ferocidad y su sed de sangre, convirtiéndolo en un ser más aterrador que él mismo.

Sin embargo, surgió una preocupación. Durante el proceso de transmutación recordó que no debía hacerlo más fuerte que él mismo, o podría destruirlo. En todo momento sospechó que su nuevo discípulo podía ser capaz de superarlo algún día, pese a las carencias que tenía en comparación con el hechicero. Debía enviarlo a Vjun, comprobar si sería capaz de sobrevivir allí, y preocuparse si lo hacía. Pero no tendría serios problemas mientras el sello taumárgico se mantuviese en activo sobre el nelvaaniano, pudiendo controlar sus movimientos. Había creado un monstruo atroz que ahora suponía un peligro para toda la galaxia, incluso para él mismo.


El nelvaaniano caminaba con algo de dificultad en medio de la ventisca, a contraviento, cubriendo su rostro por una túnica grisácea. El frío no era ningún problema para él, debido a la protección que le proporcionaba su pelaje y a que toda su vida había estado en un planeta helado, de modo que pudo mantenerse en perfecto estado en todo momento. No sabía qué hacer, estaba siguiendo su instinto confiando en las cualidades que le habían sido otorgadas, pero caminaba sin rumbo fijo. Sabía que su mentor no le había enviado a ese planeta para sobrevivir en la nieve, que habría un desafío, algo a lo que enfrentarse, de modo que iba completamente armado. No supo cuanto tiempo caminó, siempre en línea recta, hasta que finalmente, a través de la nieve, alcanzó a ver algo: un enorme castillo situado en lo alto de una montaña. La torre más alta de ellas, habría sido visible desde kilómetros de no ser por la ventisca. Se dispuso a continuar su camino, pero no le dio tiempo porque de repente, algo lo agarró del pie. Tiró con fuerza y sacó un brazo completo asiéndole del tobillo. Tras retirárselo permaneció en silencio, observando el punto del que había surgido el brazo, en el que ahora había una cabeza. En cuestión de segundos, se podía ver hasta la cintura una criatura de piel morada y ojos inyectados en sangre luchando por salir del hielo. Pero no era ése el ser que centraba su atención, ya que a su alrededor se abrían más agujeros y emergían más seres. Iban armados con hojas de piedra afiladas, y poco a poco, con torpeza, se acercaban a él blandiéndolas con semblantes amenazantes. Asió con una mano el escudo y con la otra desenvainó la espada, colocándose en guardia. El primero de ellos se le acercaba por delante, de modo que sin ningún esfuerzo, enterró la espada en su pecho y retrocedió, arrancándosela consecuentemente. Sin embargo, el ser continuaba avanzando hacia él, y de su pecho no emergía sangre. Observó el filo de su espada, que tenía pegadas costras de piel. No podría sobrevivir en una situación así si era rodeado. Se cubrió con el escudo y se abrió paso a placajes contra toda "forma de vida" que se encontraba a su paso. Las hojas de piedra no lograban arañar el escudo, sino que se rompían al contacto, y los seres de sus laterales eran demasiado torpes y lentos como para atacarle debido a la velocidad que iba. Una vez se vio completamente libre, corrió ladera abajo, en dirección al pie del castillo. Gracias a la pendiente, descendía lo suficientemente rápido como para no preocuparse de sus perseguidores, de modo que no se arriesgó a girarse. Una vez llegó a un terreno normalizado, a pocos metros de un muro de piedra gris, se detuvo y se giró en seco. Un grupo cada vez más creciente de no-muertos se presentaba en lo alto de la ladera, observándole sin moverse. Bajó la guarda y respiró con calma, previendo que no iban a moverse de allí, quizá por la peligrosa inclinación de la ladera. Sin embargo, de repente se escuchó un siseo, un chasquido y el sonido de un muro derrumbándose. Alertado se giró rápidamente y vio allí lo que menos se esperaba encontrar: el monstruo que devastó su aldea meses atrás. Lo observaba desde el muro, enseñando los dientes y siseando, agarrado a dos rocas con sus garras.
No esperaba encontrarte aquí... Y no sabes lo que voy a disfrutar arrancándote la piel... La criatura aplastó ambas rocas con sus garras, extendiendo las alas y emitiendo un feroz chirrido acompañado de una serie de siseos, lo que le dio a entender que había sido dotada de inteligencia. Como respuesta, el nelvaaniano emitió un poderoso rugido, colocándose en guardia. La krakana comenzó a avanzar despacio, arrastrando su vientre y ayudándose de sus garras y sus pinzas para desplazarse. Mientras tanto, él avanzó despacio, sin parpadear siquiera, preparado para reaccionar ante cualquier movimiento de la bestia, pues la había visto despedazar a decenas de mujeres en poco más de un minuto. Tal y como se esperaba, a cinco metros de distancia, se lanzó contra él alzando las garras para atraparlo. Como respuesta se movió a un lado, esquivándolo por poco y preparado para atacar. Sin embargo, una de las pinzas le golpeó de lleno en el pecho y lo hizo caer. Antes de ser capaz de levantarse, ya la tenía encima observándolo con sus ojos amarillos. Abrió la boca y se lanzó contra él dispuesta a engullirlo, pero él separó las piernas, colocando cada pie en sus fauces para evitar que pudiese morderlo. Aún así no dejó de arrastrarse velozmente, de modo que también lo arrastró a él contra la nieve, luchando por mantener los pies contra sus fauces. Viendo su oportunidad, rodó a un lado saliendo de su trayectoria. Al mismo tiempo que se ponía en guardia, la krakana ya estaba delante suya, esta vez dispuesta a atacar con sus pinzas. Bloqueó ambas cubriéndose con el escudo, resistiendo a duras penas el impacto, y alzó su espada contra las pinzas, aplastándolas contra la nieve y retrocediendo instintivamente. La krakana también retrocedió dolida. Una de las pinzas se había quedado en la nieve, y la otra colgaba de una fina tira de piel. Clavó la espada en el suelo y descolgó uno de sus discblades. La bestia, henchida de ira, abrió la boca y lanzó un chorro de veneno en forma de líquido verde hacia su rival, que aprovechó el momento para saltar a un lado, y en el aire, lanzar el discblade ayudándose de la Fuerza para fijar su trayectoria. Éste rasgó el aire y se clavó de lleno en el hombro de la krakana, que dolorida comenzó a avanzar de nuevo hacia el nelvaaniano. Éste arrancó la espada del suelo y corrió hacia ella, emitiendo otro fiero rugido. Al quedar frente a ella, se detuvo en seco y se puso de lado, justo a tiempo de esquivar un zarpazo. No le dio tiempo a lanzar su ataque, pues de nuevo la bestia atacaba con las fauces dispuesta a tragárselo. La esquivó de nuevo, por muy poco y alzó la espada para clavársela en el cuello, el único sector vital de su cuerpo que no estaba cubierto por una coraza. Pero ella fue más rápida y lo golpeó con la cola, estrellándolo contra el muro. Debido al impacto, la espada quedó a un par de metros de él, mientras que la krakana se deslizaba a toda velocidad hacia él. Sin tiempo para pensar, descolgó una de sus granadas, apretó el botón rojo y lo lanzó contra ella, con la esperanza de que le explotase en la cara. Alzó los brazos, y justo a tiempo logró sujetarla por las fauces. Sin embargo tenía una fuerza impresionante, que le provocaba calambres en ambos brazos. Pero, de repente, la krakana abrió mucho los ojos y retrocedió chillando, expulsando humo por la boca: se había tragado la granada sin ser consciente, y el guerrero no se había percatado. La vio retorciéndose en el suelo debido a que la explosión debía haberle dañado varios órganos. Se puso en pie y tomó su espada. Con precaución pero rápidamente se situó a su lado y enterró la hoja en su cuello, entre las dos partes de la coraza de su piel. Ésto volvió loca a la bestia, que se alejó con la espada en el cuello, cegada por el dolor. Entretanto, él se dirigió hacia su escudo y se sentó a esperar, observándola. Era consciente de que desde el primer momento en que logró enterrar el discblade en su hombro tenía muchas posibilidades de ganar la batalla, pues éste contenía un veneno paralizante, que comenzó a hacerle efecto ahora que se encontraba debilitada. La veía tirada en el suelo, pulverizándole con la mirada sin posibilidad de reaccionar. Harto de esperar, se puso en pie, se dirigió hacia ella y asió el mango de la espada con ambas manos. Con fuerza, apretó la espada contra su cuello y la giró con fuerza, separándole la mitad del cuello del resto del cuerpo. Sin arrancar la espada de su cuello, retrocedió y se quedó mirando el resultado de meses de entrenamiento. Lo has hecho muy bien. Al escuchar la voz, se giró en seco, viendo así la silueta de su maestro. Hincó la rodilla en el suelo, pero al parecer éso le contrarió. Ponte en pie muchacho, no estropees tu momento. Obediente, se irguió y quedó mirándole a los ojos, advirtiendo que de nuevo volvían a ser de un verde brillante. Has logrado derrotar a la mayor de mis bestias, enhorabuena... Asintió ante sus palabras de elogio, pues eran raras en él. Creo que te has ganado el derecho a utilizar un nombre. De ahora en adelante, todos tus enemigos temblarán al escuchar el nombre de Shaitan... De nuevo, asintió, pero a esas alturas, había superado el deseo de ser reconocido por un nombre. Muchas gracias, padre... Se puso de lado, mientras su figura se iba volviendo cada vez menos visible, dando a entender que estaba desapareciendo. A ti, hijo mío. Disfruta de tu éxito, pues te lo has ganado. Y desapareció, dejándolo solo en el frío planeta. Había huido de zombies y se había desecho de una de las pocas criaturas que en un tiempo le inspiró auténtico pánico, de modo que se había ganado viajar a Coruscant para darse un capricho en forma de twi'lek.


Pierdo la Krakana transmutada y comienzo a hacer uso del Npc especificado.

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Mensaje por Invitado Mar Mayo 14, 2013 9:24 pm

¿Es la continuación del que está en la trituradora? o_o Interensante, ¡lo seguiré!

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Mensaje por Jensaarai Mar Mayo 14, 2013 9:25 pm

No es la continuación, es que lo empecé para dividirlo por partes, pero más tarde decidí hacerlo todo seguido de modo que lo mandé borrar xD. Está ya terminado.
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Mensaje por Vozher Miér Mayo 15, 2013 12:53 am

Buen roleo

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Mensaje por Satella Sáb Mayo 18, 2013 6:39 am

Gris gris gris gris gris gris

Hey, es genial Hurón :'D como siempre.


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