[ROLEO + OBTENCIÓN] LAZAV THE LESSER

Geonosis era conocido por sus fábricas, sus anchos cañones, las mesetas pedregosas y los largos túneles que terminaban en un angosto núcleo. No era un sitio para pasarla muy bien, habían acontecido cientas de campañas militares en el planeta y era el sitio donde se creaban los droides de guerra más mortíferos. Los geonosianos eran pícaros, tramposos y guerreros letales de origen insectoide. La historia transcurre en el Coliseo Petranaki, establecimiento que daría lugar a muchos sucesos pero que en la actualidad era frecuentado por los pobladores y donde convivían los gladiadores, luchadores desde su nacimientos, algunos esclavos y otros, sanguinarios guerreros que se dedicarían a ser gladiadores hasta su muerte. Las peleas entre gladiadores transcurrían con el tiempo, se hacían diariamente, en otras instancias se peleaba contra peligrosa fauna depredadora, en un día se comían cientos de gladiadoras. Era dura la vida en las arenas de Geonosis, sobrevivir era el mayor de los retos y un peso inigualable. Los días pasaban, se perdían entre la arena y formaban parte de todos los diminutos granos de la misma. Un joven gladiador entre tantos, de vestiduras azuladas, un casco de púas que intimidaba a cualquiera y poca protección, únicamente placas metálicas en sus hombreras y arnés, era uno de los más carismáticos, estrella del espectáculo y guerrero desde su nacimiento, poco se conocía de su pasado pero a pesar de eso era respetado entre los aristócratas y los promotores de la arena. Se enfrentaba a tantos guerreros como era posible, deslizaba su espada con gran destreza y acababa luchando desarmado, el cansancio no le afectaba y su moral estaba por encima de los cimientos de aquella arena. Su voluntad de hierro le caracterizaba, era un sujeto de grandes dotes y superarle significaba un gran reto. La noche pasada acabó con Hacha Carmesí, un sádico gladiador alguna vez invicto en los combates, homicida de tantos guerreros y bestias como era posible, antiguamente un miembro de las hordas mandalorianas, una decapitación precisa y muy veloz, la arena se encontraba teñida en colores rojizos y la cabeza posaba encima de la sangre. La cabeza salió volada de una fuerte patada propinada por el hábil guerrero.

La fuerza del guerrero radicaba en su juventud, sus humildes principios y su afición por los combates en la arena. Únicamente su vida dependía de ello, no tenía a nadie, no tenía ningún hogar, no tenía propósito más que batirse un duelo todos los días y obtener la gloria. El descanso era poco, todas las noches entrenaba mientras los demás dormían y gozaban del descanso. Su entrenamiento personal era intenso, utilizaba todo tipo de armas, las dominaba y dejaba los blancos de práctica por los suelos, cortados en dos y en muchos casos, reducidos a cenizas. Era implacable en los combates, no conocía la piedad principalmente por la naturaleza del sitio, sólo buscaba el honor y la gloria. Llegó a perdonar la vida de Dientes de Rancor en un combate, ahora tendría una deuda de vida que nunca pagaría por lo que eso terminó en el retiro del sujeto. Considerado un guerrero carismático, honorable y noble ante cualquier situación. Quizá no tenía propósito pero su vida cambiaría pronto, al pasar de los días, los combates se intensificaban y la experiencia de Lazav, el guerrero, crecía poco a poco. Un caluroso día después de un combate de caza contra varias bestias, el cansancio asumía todas en Lazav y se encontraba sudoroso, limpiando la sangre de su afilada espada, sin darse cuenta de que le buscaban. Así fue como llegó la noticia. Ese mismo día se presentaron varios guerreros mandalorianos en el neutro planeta de Geonosis, carente de afiliación con las potencias galácticas, buscando al habilidoso Lazav en sus aposentos. La sorpresa es que estaba siendo reclutado por los Neo-Cruzados Mandalorianos para servir en sus cuarteles ocultos en la espesura de Dxun, un antiguo planeta del trasfondo mandaloriano.

No había mayor honor para un guerrero que ser reclutado por los clanes mandalorianos, organización que abarcaba a los mejores guerreros de la galaxia. No lo dudó mucho tiempo, el pensamiento fue instantáneo y prefirió dejarlo todo, aunque ese todo no sería nada más que enfrentarse a bestias como él. Sin su pesado casco, se subió a las naves de carga mandalorianas en compañía de los guerreros de armadura dorada, las puertas se cerraban con gran lentitud, viéndose así al nuevo mandaloriano. La nave se perdió entre los cañones de Geonosis, con rumbo a la atmósfera y finalmente a Dxun, le esperaba un gran futuro junto a los honorables mandalorianos. Retumbaban las voces de los mandalorianos en la nave, se escuchaba los fuertes pasos en el suelo metálico, las armaduras impactaban entre si, el sonido de la nave espacial hacía contraste en toda la sala y se escuchaba el sonido del viaje hiperespacial que daría un regreso instantáneo a Dxun. Se podía ver por los ventanales de la nave espacial todas las estrellas alrededor de la negrura, al frente estaba Dxun por encima del planeta Onderon, los mandalorianos se establecían en la peligrosa luna de nombre Dxun. Allí Lazav encontraría las mejores hazañas, los más peligrosos retos y el honor que tanto buscaba, se sentía identificado con su nuevo propósito, ser el mejor guerrero de la galaxia. No encontraría ese propósito si no fuera por los mandalorianos, ahora estaba entre ellos y se preparaba para ser insertado en su sociedad. Era una forma de empezar de cero. Apenas la nave aterrizaba en un hangar escondido en la jungla, se escuchaban los tambores de guerra de los mandalorianos, los gritos de los soldados del brazo militar mandaloriano entrenando en conjunto, la maquinaria de guerra y los transeúntes del personal de ingeniería. Bajaba por el tren de aterrizaje junto a los guerreros que le escoltaban viendo con gran atención todo su alrededor, impresionado por el ambiente, era su mayor interés y era lo que buscaba. El ambiente de campaña era familiar, estaba acostumbrado a la vida en el combate pero nunca había formado parte de una guerra ni mucho menos de escaramuzas. Le llegaría la hora frente a los clanes.

A pesar de todo, no era el único novicio. Los mandalorianos reclutaban a nivel galáctico a los mejores guerreros, esos que buscaban la gloria y el progreso en la vida militar. Los que buscaban aventuras fuera de lo que era el servicio militar en la República Galáctica o el Imperio Sith, los mandalorianos ofrecían algo más que ambas potencias; el honor en el campo de batalla, la sangre y las aventuras. La traición era un tabú entre los mandalorianos, no aceptar un duelo y huir eran formas de ser deshonrado. La familia lo era todo, las armas eran una extensión del cuerpo, las armaduras eran parte de la identidad personal y la sociedad, por supuesto, estaba demasiado militarizada. Los mandalorianos a su vez también se adiestraban desde niños, se les volvía máquinas de matar y futuros guerreros de la columna vertebral mandaloriana. Eran respetables, se les temía en muchas culturas y eran un potencial bélico capaz de invalidar la galaxia con todos sus guerreros que luchaban hasta la muerte, sin salida ni rendición. Controlaban desde tecnologías como los bláster, los cañones de dardos y los cohetes hasta las viejas armas cuerpo a cuerpo que caracterizaban a sus antepasados. El campamento era apenas el comienzo, por detrás de él se encontraba la gran estructura del Resguardo Mandaloriano, donde estaba el Mandalore y sus lugartenientes. Los campamentos eran el lugar donde se establecían los cazadores, los soldados, los ingenieros y la maquinaria para movilizarse a las misiones, era poco de lo que tenía que conocer en su viaje. En la tienda de campaña que usaría como aposentos personales, vio una armadura azulada con un casco que poseía un visor térmico y todas sus placas metálicas, junto a un arma bláster de asalto y otros artilugios que servirían para el combate y la vida cotidiana militarista en los mandalorianos. Esa era su bienvenida a la nueva cultura que le abrazaba.