[Roleo Cambio de Facción]

Una fría luna se apoderaba de la bóveda estrellada del planeta Esseles, su luz tenue iluminaba a duras penas la cara del Maestro Ihndark Kai, que inquieto la observaba desde la cabina de su nave. Sin mirar atrás comenzó a despegar de la superficie planetaria, mientras una tímida y solitaria lágrima se estaba dejando ver en su mejilla a la vez que múltiples recuerdos se agolpaban en su cabeza. Estaba dejando atrás su hogar, sus amigos, su deber, su vida.

Ascendió levemente, ahora sí volteando su cabeza, para ver por última vez por lo que había luchado innumerables veces. Al abandonar la atmósfera, la nave se adentró en el hiperespacio, acabando con ese pequeño sufrimiento nostálgico de una vez por todas. No sabía a donde iba, no sabía que le deparaba el destino, pero su alma le pedía a gritos ese cambio.

En cuestión de segundos la nave volvió a su velocidad natural, en un sistema desconocido para el jedi, el cual tenía varios planetas formados en triángulo. Decidido, puso rumbo su nave hacia el más alejado de estos, había escogido su nueva residencia.

Aterrizó en medio de un páramo boscoso, un poco desorientado caminó varios metros a través de las numerosas y extrañas plantas, hasta llegar a un claro soleado, partido por la mitad a causa de un caudaloso y gran río. Montó una pequeña tienda de campaña y, en menos de un minuto de que esta estuviera firme, se quedó profundamente dormido.

Despertó varias horas mas tarde, asustado tras haber sufrido una pesadilla. En sus sueños, el planeta Esseles era quemado hasta los cimientos por una raza extraña, que mataban sin piedad a todos sus amigos y destruían el templo jedi. "Me lo prometí a mi mismo..." pensó. Salio lentamente de la tienda de campaña y se acercó al lago, donde se puso de rodillas para enjuagarse la cara y despertar así al completo. Al terminar, se puso en pie, tomando su sable láser para disponerse a inspeccionar la zona.

Caminó río abajo, siguiendo su cauce para evitar perderse. Al poco tiempo se percató de que era demasiado extenso, por lo que haciendo uso de sus habilidades de jedi, comenzó a correr a gran velocidad, una técnica adquirida en sus tantos años de adiestramiento. Paró en seco al escuchar un sonido proveniente de uno de los árboles, y se agachó para reptar por el lugar, como si de una serpiente se tratase, haciendo el más mínimo ruido.

Al ver que no había nada por la zona, se puso en pie nuevamente para disponerse a volver al campamento, pero una sombra abrumadora suplantó a la suya. Se dio la vuelta y el horror hizo posesión de su rostro. Era una criatura el doble de grande de el, notablemente fornida y con una armadura llena de pinchos. Poseía tatuajes extraños por todo su cuerpo y una especie de reptil rodeaba su brazo. Prendió su sable láser para ponerse en posición de combate, pero, antes de que pudiera pestañear, el reptil había sido lanzado hacia su brazo y lo mordió, haciendo caer su arma jedi al suelo.

El extraño ser lo tomó por el cuello y lo elevó varios centímetros del suelo, sonriendo a la vez que Ihndark gritaba de dolor a causa de la gran presión ejercida. Lo lanzó contra el suelo y su cabeza llegó a parar contra una roca, lo que hizo que perdiera el conocimiento. Su atacante dijo unas palabras en un extraño idioma y su arma se abalanzó contra la tez del maestro con la boca abierta.

Aquel ser era un Yuuzhan Vong. El mismo que embadurnaba su cara con la sangre que desprendía a borbotones Ihndark Kai mientras era devorado por el anfibastón. Aquel ser era el asesino Zeshak Lah