[ROLEO + OBTENCIÓN] Eriadu

El poder de la mente analítica es vasto. Sabemos perfectamente que, cuando el poseedor de dicha mente hace buen uso de ella, se convierte en objeto de un goce incluso mayor que el propio poder que le brinda.

Exactamente del mismo modo que un hombre fuerte ansía entrar en combate, o simplemente realizar cualquier ejercicio de carácter físico para hacer encomio de sus músculos, el poseedor de una mente analítica disfruta con la dificultades que presenta una situación concreta. Y casi siempre querrá verse inmerso en situaciones que requieran enfrentar pensamientos retorcidos con ideas astutas, y, cuando da con la idea correcta, le gusta exhibirla, mostrarla ante todos para que éstos juzguen como algo preternatural su capacidad deductiva.

La mente de un líder debe ser algo parecido.

El buen líder, igual que la mente analítica y el portento físico, debe reunir una serie de cualidades que lo harán pertenecer a su campo y destacar en el mismo. Liderar una organización de la índole de un Imperio no es trabajo fácil, y hasta las mentes más avanzadas en esto de la carrera del liderazgo necesitan algo consistente que pueda sostener el peso de su mandato si fuese necesario.

Ambas mentes están estrechamente relacionadas y la práctica matemática puede fortalecer tanto una como la otra, potenciándola y mejorando la calidad con la que aplica sus habilidades. Sobretodo, la facultad de resolución se ve especialmente tonificada con el ejercicio de esta clase de prácticas.

No pretendo escribir todo un testamento ni hacer una re definición de estos términos tan buenamente aplicados por otros mucho más hábiles que yo en la aplicación propiamente dicha. Simplemente, trato de poner en el remojo de la reflexión estas palabras y pensamientos tan azarosos antes de comenzar con la historia que quiero relatar.

¿Podríamos decir entonces que liderar es similar a jugar al ajedrez? Cada jugador posee una serie de fichas, cuantas más fichas tengas más posibilidades tienes de ganar, pero, a la vez, de cometer un descuido y someterte al error. Aun así, siempre hay piezas específicas que nos esforzamos por mantener sobre las casillas, puesto que comprenden la mente analítica del tablero. Sin embargo, otras, las que están a la vanguardia, suelen comprender la fuerza física y son las primeras en morir.

Quiero poner en jaque (ya que hablamos de ajedrez) la idea tan manida " sólo sobrevive el más fuerte ". ¿Es esto realmente cierto? ¿Sólo sobrevive el más fuerte? ¿O tal vez sea más apropiado decir: "sólo sobrevive el más astuto"?

El guerrero que padece astucia nunca ataca con una espada, ni se defiende con escudos y armaduras. Esta clase de guerrero es, sin duda, la más peligrosa y la que ha movido los hilos de la galaxia durante siglos.

Sin más propagación ni detención, comienzo con el escrito.




No sabía cómo definir su presencia allí. ¿Como una cárcel para su espíritu, que ansiaba sacudirse el polvo del aburrimiento?

Tal vez necesitaba poner en stop su vida como Almirante Imperial. Dejar de lado sus funciones, pasar a una vida más activa.

Hace poco se había pasado por los archivos. Le gustaba permanecer allí largos ratos, sumergiéndose en el maravilloso mundo de la lectura. Era un escape momentáneo al constante estrés al que se veía sometido por la base.

Pero la lectura ya no le llenaba. Necesitaba retos.

No hace mucho había leído algo sobre Tarkin y su planeta natal: Eriadu. Se encontraba en una posición privilegiada dentro de las redes de comercio, pero una serie de actos inopinados de personas que sustentaban cargos para los que no estaban preparados, habían conducido a Eriadu al desaprovechamiento de su situación.

A pesar de su gobierno imperialista, todo el mundo se había paralizado. Numerosas revueltas habían llevado a los gobernadores a desplegar toda la fuerza policial, con el fin de disipar el malestar y las constantes reivindicaciones, tomadas por el equipo dirigente como absurdas.

¿Qué era realmente esa organización? Posiblemente no fuera más que una máscara. Los hombres más enriquecidos por el sistema capitalista utilizarían al gobierno para dos cosas: la primera, utilizar su influencia sobre las fuerzas del orden para atacar núcleos de posibles rebeliones. Y la segunda, recaudar impuestos que, posteriormente, serían directamente transferidos a ellos.

Vadoram había estado reflexionando sobre aquello largo y tendido. ¿Sería posible que Eriadu se pudiese convertir en uno de los muchos soportes del Imperio? Una mano económica adicional. Moviendo los hilos correctamente, todo era posible.

Sin duda, por aquello merecía la pena arriesgarse.

Comentó con su Gran Moff la idea que se le había pasado por la cabeza, y éste de buena gana había accedido a poner en marcha el plan. Partiría al amanecer.

En Eriadu veía la posibilidad de hacerse con el control de algo más que una simple estructura que pasaba desapercibida en un Imperio infinito. Veía la oportunidad de sobresalir, de pasar a ser dueño de algo grande, de algo que pudiese impulsar su nombre a través de los planetas. Pero para ello, cada paso que se diese, debía ser recapacitado y analizado minuciosamente. Pero no sólo eso, también había que ser previsores y adelantarse a posibles movimientos de los adversarios políticos que allí claramente tendría.

En aquel planeta la vida se desarrollaba con relativa tranquilidad. En su llegada, lo primero que apreció es el intento fallido de convertirse en Coruscant. Numerosas estructuras y edificaciones que habían sido construidas porque sí y que ahora estaban deshabitadas, sirviendo como cobijo de esclavos que escapaban de sus amos. Vadoram se preguntó cómo era posible que un planeta que exportaba tecnología industrial e informática se viese envuelto por tal abandono general.

Esa es una consecuencia del sistema capitalista. No reconoce patrias ni siente apego por ningún tipo de territorio, sino que se desplaza. Las personas y familias en la cúspide y que manejan el capital se mudan de una zona a otra, dependiendo del dinero que puedan generar. Las estirpes de inversionistas más acaudalados habrían dominado el sistema económico, así como el sistema político, quedando por encima de los propios gobernadores y principales dirigentes. Todo aquello habría supuesto un auge social, cultural e incluso una mejora en las políticas de importación y exportación. El problema es que cuando eres testigo y víctima de guerras, como había sucedido con Eriadu, resulta extraño (por no decir imposible) que los pilares de tu organización interna se mantengan en pie.

Cuando los tiempos difíciles acechan, otras organizaciones, naciones, mundos, sectores o personas individuales, acuden como buitres a ver si pueden sacar tajada. La presencia de los Tarkin allí habría dotado a Eriadu de cierta preparación frente a lo que vendría tras la guerra, pero aquello sería insuficiente. Los inversores hábiles controlarían la guerra y la moverían a su gusto. Si Eriadu debía ser objeto de enfrentamientos cruentos, ellos querrían ser dueños de las armas y las medicinas. Después, simplemente se marcharían.

Con un mundo tan bien posicionado a merced de dictadores, la República llegaría con sus convicciones y superioridad moral, ofreciendo al pueblo asustado libertad y otras muchas mentiras que han ido predicando durante siglos a lo ancho y largo de la galaxia conocida.

Vadoram sabía que tenía que ponerse manos a la obra cuanto antes. Los Jedi estarían al tanto de la situación del planeta, siendo conscientes de la corruptela y la represión que allí tiene lugar.

¿Cómo empezar?, se había preguntado el Almirante varias veces.


La estructura estaba prácticamente derruida. Vadoram concibió que aquello, tiempo atrás, habría sido al menos un intento de un almacén donde se guardarían diversos materiales importados, entre ellos, lommite. Había visto pequeños fragmentos al aterrizar su nave en un hangar cercano, donde posiblemente aterrizarían las naves trayendo consigo todo con lo que se solía comerciar en Eriadu. Vio que la puerta estaba entre abierta.

-¡¿Hola?!-gritó.

Solo el silencio respondió a su cauteloso saludo.

La puerta se abrió sin dificultad, pero dejando tras de sí un chirrido muy molesto. El paisaje que halló dentro no era muy diferente al que se imaginaba. Las máquinas que un día habrían servido para transportar las grandes cantidades de material que circulaban por allí, ahora reposaban sin orden alguno por todo el extenso suelo que comprendía el almacén. Inconscientemente, se fijó en las ventanas. Había visto trozos de cristal al entrar, lo cual le resultó extraño pues los dos ventanales de la fachada principal estaban en perfecto estado, aunque, como todo allí, muy sucios. Sin embargo, todas las cristaleras del flanco izquierdo estaban rotas, pero en su derredor, ni el más pequeño vestigio de cristal. Continuó examinando el lugar, reconociendo algunos de los aparatos e intentando adivinar el uso de otros que no había visto jamás.

Tal vez fue obra de la suerte o que el destino lo quiso así, pero un brillo intenso asaltó la mirada de Vadoram al mover la cabeza. Los rayos del sol habían manifestado la presencia de un objeto que que no debería estar allí. Entre las diferentes máquinas de diferentes tipos y tamaños, había una pequeña mesa. Reconoció el objeto que brillaba cuando se encontraba varios metros más hacia adelante. Una insignia con una T mayúscula y ornamentada por todos sus lados y vértices.

Cuando más inmerso estaba en la contemplación de aquel misterioso objeto, algo lo sacó de su absorción. Un sonido chirriante irrumpió en el silencio del lugar, quebrándolo. Alguien había entrado.

-¿Quién es usted?-sonó una voz ronca a sus espaldas.

-Un visitante.

El tipo que venía llevaba una camisa gris muy ceñida, cuyos bajos formaban dos picos que sobrepasaban su cintura. Los pantalones eran negros y contrastaban totalmente con la parte de arriba. Si bien su atuendo superior parecía hecho para alguien más escueto que él, aquellos pantalones formaban arrugas sin orden alguno, cuyo fin llegaba cuando la prenda se perdía dentro de unas botas a juego bastante altas. Su rostro críptico estaba parcialmente cubierto por una barba espesa y unos cabellos castaños largos, por lo menos hasta los hombros.

-¿Y qué has venido a visitar?-preguntó, cruzándose de brazos.

-Más bien he venido a investigar.

-¿Y qué investigas?

-No lo sé. Por eso se llama investigación, ¿no crees?

Se vio acorralado en aquella conversación, así que, acercándose un poco más hacia el Almirante, cambió de tema.

-No pareces un investigador.

-Y tú no pareces un vagabundo que venga aquí a pasar la noche.

Era un hombre corpulento, sin duda, pero Vadoram no se amilanó. Él también era corpulento y se había criado en el ejército, así que tenía el factor sorpresa de su parte.

-A mi jefe no le gusta que investiguen en sus dominios.

-¿En sus dominios? ¿Con qué trafica tu jefe aquí? ¿Con pelusas?

-Oye, amigo, será mejor que te largues.

Ambos cuerpos estaban ya casi pegados, ambos tensos y listos para iniciar una pelea.

-A decir verdad, tampoco pareces un investigador-dijo, esbozando una sonrisa sardónica.

-No lo soy. Soy Almirante de una Flota Imperial.

El tipo se amedrentó y retrocedió un par de pasos. Entrecerró los ojos, dubitativo.

-Demuéstralo.

Vadoram abrió por el centro la chaqueta larga que portaba, mostrando las numerosas insignias y armas que portaba.

-Uhmmm, entiendo. ¿Y qué hace un alto cargo del Imperio en Eriadu?

-Intereses comunes. Me gustaría hablar con quien quiera que trabajes.

Sin mucho entusiasmo y sin depositar demasiada confianza en él, finalmente el misterioso hombre accedió a llevar a Vadoram hasta su líder. Se encontraba lejos, muy lejos de allí, en la capital. Le impactó bastante el repentino contraste. Pasar de un paisaje totalmente desierto y podrido a un núcleo de población activa. Aquello se le antojaba más Eriadu. El dinero moviéndose de un lado a otro, las personas comerciando entre ellas, trabajadores humildes en sus pequeños negocios, los grandes edificios... pero ni rastro de esclavos. Aquello a Vadoram le planteó varios interrogantes, pero esperó a estar ante quien quiera que fuese el hombre al que el barbudo le iba a presentar.



El oxígeno parecía ir acompañado de la hostilidad más pura y profunda, pues casi llegaba hasta tus pulmones al inhalar. Aunque supongo que es lo normal.

Cuando tu vida gira entorno a los negocios, lo primero que has de asimilar es que jamás tendrás amigos. Sólo gente que, por conveniencia, se aliará contigo y única y expresamente si tenéis un objetivo común. Nada más.

El dinero podría volver al ser más estúpido y torpe de la galaxia en objeto de las más trabajadas alabanzas. Sin duda, hemos convertido algo inerte en un condicionante y en una necesidad. Vivimos tan rápido o tan lento o tanto o tan poco dependiendo de lo que el propio dinero desee. Así de simple es el ser humano, que cae de rodillas ante la ilusión de la felicidad reflejada en unas monedas.

Si instilas la reflexión sobre este tema, casi siempre llegarás al mismo punto: a un esclavo con dinero se le llama señor esclavo.

Y hablando de esclavos. Vadoram no hallaba respuesta entre sus pensamientos a la pregunta que le venía ocupando su atención desde hacía un buen rato.

El tipo de la barba no se separó de él en ningún momento. Tampoco intentó empezar un diálogo con el fin de saber más sobre los motivos que le habían llevado hasta Eriadu. El Almirante agradeció su silencio.

Le llevó de paseo por la capital, hasta llegar a un edificio bastante alto. No había ningún letrero ni nada por el estilo, simplemente una pequeña plataforma elevada y una gran puerta en la estructura cilíndrica. El resto eran ventanas muy bien cuidadas y limpias.

Dentro... ese ambiente hostil. Todas las personas del lugar lucían ropajes muy bien cuidados y aparentemente caros. Incluso algunos hombres portaban turbantes (una vestimenta muy típica entre los varones de Eriadu). Aún no había visto a ninguna mujer dentro de las instalaciones (aunque también es verdad que había visto poco). Pero Vadoram no había ido allí a juzgar la apariencia de aquellos hombres, sino para recabar información. Los túneles por los que le conducían eran amplios, también con forma cilíndrica, por lo que no había un punto donde terminase el suelo y empezase la pared, sencillamente una curva servía como delimitación. En trayecto por allí duró cerca de 3 minutos, en los cuales se encontraron con bastantes bifurcaciones. El tipo no dudó un momento, de lo que dedujo que habría hecho aquel camino varias veces. También vio diferentes puertas y guardias ante ellas, custodiándolas. Aquello era demasiado grande, así que no sería raro que hubiese galerías ocultas o incluso subterráneas, restringidas y prohibidas para público no deseado.

sigo luego que me voy a jugar al ping pong

* PUNTOS QUE ME GUSTARÍA ACLARAR:

La situación en la que ambiento a Eriadu es la siguiente:

- Sólo quedan allí aristócratas que intentan reconstruir la organización. Todas las personas adineradas que le dieron cierto nivel se han marchado por la guerra y porque ven que Eriadu ya no genera los beneficios que generaba antes.

- Socialmente hablando, las personas están descontentas. Habrá partido pro libertad (de líderes muy corruptibles) que intentará derruir el viejo Eriadu, movido meramente por el dinero, y construir un nuevo mundo sin esclavos ni dictadores. Este partido estará respaldado indirectamente por activistas republicanos.

- Hay muchos edificios abandonados, muchas zonas desiertas por las guerras. La pobreza hace mella importante sobre una buena parte del planeta. La mantenencia de las ganancias por exportaciones peligran, ya que muchos gobiernos empiezan a desconfiar de Eriadu.

- Su ejército es escueto, lo que les convierte en un mundo indefenso ante grandes potencias.

Creo que nada más. Disfruten del roleo (opinen plis).

Yo lo leeré.

Te aviso, Jensa, que el narrador es el sobrino de mi personaje actual y hablará de él muchas veces alabando en exceso sus cualidades, puesto que le tiene idealizado y le toma como referente y ejemplo de soldado y persona.

Lo tendré en cuenta. Te agradecería que fueses avisando cada vez que subieses un nuevo capítulo.

Primer capítulo subido.

*Invocar a Josemías*

*Saltar sobre el sello demoníaco de Josemías y romperlo*
WOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO.

Bueno, tu roleo me agrada, es uno de los pocos de los cuales me ha agradado.

He vuelto.

Bien, veamos. Teniendo en cuenta el propósito de este roleo, empiezas bien con el pequeño análisis del planeta, del cual supongo que poco a poco irás recaudando más información, y lógicamente ir hasta allí. Por otra parte, me ha gustado bastante el "monólogo" inicial. Supongo que no necesitas mi recomendación, pero te aconsejo que relaciones de un modo u otro la historia principal con los pensamientos del autor, puesto que si no lo haces, esos trozos reflexivos no tendrán relevancia en el roleo.

Invito a todos los legalizadores a seguir este roleo, puesto que al terminar, se abrirá una votación.

Sí, de hecho eso es lo que pretendo hacer.

En situaciones concretas, abriré puertas a los pensamientos del autor, que hará pequeñas reflexiones sobre el comportamiento de las personas, sobre el dinero, sobre... lo que sea. Lo que se me vaya ocurriendo.

Realmente, muchas de esas reflexiones las haré yo, como persona off rol, y las pondré en boca de este narrador.

Nueva parte del primer capítulo subida.

Los que habéis ido siguiendo el roleo, leed a partir de " moviendo los hilos correctamente, todo era posible ".

El método que has seleccionado para la "conquista" es, a mi parecer, el más sutil y difícil posible. Así que cuidado con lo que hace joven, cualquier paso en falso podría alertar a los gobernantes o a la misma República..

Sigue así

tranquilos, salí a mi padre........................................... tengo la situación controlada

Bien Defiance de paso muy buen roleo.

Capítulo 2 subido.

Ahora mi personaje se dirige a las oficinas de un gobernador, donde descubrirá una verdad enterrada (literalmente) sobre Eriadu.

Que lo disfrutéis   

Comienzo del capítulo III subido

josemias ignora este roleo

Es un rebelde

Buen roleo. Hay originalidad poniendo los pensamientos y reflexiones de tu PJ, algo que personalmente no había visto como tú lo haces en otros roleos. Tu manera de narrar me gusta, no hay grandes párrafos que te tengas que leer sin parar para no perder el sentido de la historia y tampoco hay exceso de enter. Lo único que no me gusta tanto son los colores, pero tampoco puedo opinar demasiado de la estética.

Me gusta. Espero la continuación.