[Roleo Klarhet] Necromancy

por Jensaarai Dom Mar 03, 2013 4:14 am

Podía observar allá a su frente la entrada de una gran tumba. Desconocía de quién sería, y por la poca protección con la que había contado hasta el momento, las tumbas de esa zona no serían de mucha importancia: Reyes Sith que no destacaron en absoluto en la historia de Korriban. Sin embargo, los tuk'ata, pese a que ya se había enfrentado a ellos antes y con menores capacidades en la fuerza, le habían dado algún que otro quebradero de cabeza, rasgando sus ropas. Pero por suerte, estaba prevenido a sabiendas de que podían llegar a envenenarlo, de modo que actuó con cautela y acabó matándolos a todos. Seguramente llegarían más, de modo que tenía que apresurarse. Ya había sorteado las runas y a los tuk'ata, así que la protección principal y más peligrosa había sido superada. En un rápido avance llegó a la entrada de la tumba, y miró al frente, como evaluando la zona de roca lisa que se extendía ante él, pero no habían más runas ni parecían haber trampas. Sin embargo, no podía ser. Alzó su mano al frente y cerró la mano de golpe, con cierta tensión. Al momento, varios metros de pasillo que se extendía ante él se fragmentaron en múltiples rocas de las paredes y del techo, semiderrumbándose. Si hubiese alguna trampa a la entrada, habría sido desactivada, y dudaba mucho que hubiesen trampas más allá, en la tumba de un rey sin importancia. A través de los peñascos, comenzó a avanzar a trompicones, y una vez hubo llegado a la normalidad, avanzó a mayor velocidad, con la vista clavada al frente pero sin restarle atención a las paredes de sus laterales y al techo.

No tardó más de veinte segundos en llegar a una gran sala: la tumba. Constaba de una sala iluminada únicamente por una apertura en el techo por la que entraba la luz, y enfocaba directamente un soporto sobre el cual se veía un revoltijo de mantas que ocultaban el cuerpo del rey sith. En las paredes, colgados o apoyados en ellas, se podían ver todo tipo de amuletos e incluso joyas de formas anómalas. Pero no centró su atención en eso, sino en el cuerpo que descansaba frente a él. Al llegar a su lado, lo evaluó cuidadosamente, sonriendo para sus adentros. Asintiendo, se dio la vuelta hacia una de las paredes, y alzó la mano al frente, atrayendo un objeto que no supo identificar en el primer momento. Al atraparlo, pudo comprobar que simplemente era una especie de colgante, no demasiado grande. Dejó el colgante en el pecho del cuerpo embalsamado, y asió su espada, alzándola sobre el medallón, y poniendo encima del filo su mano. Con lentitud pero con fuerza, rasgó la palma de su mano, dejando caer la sangre resultante encima del medallón, tiñiéndolo completamente de rojo y manchando el pecho del cuerpo. Cerró la palma de su mano, absorviendo la energía oscura que irradiaban algunos de los amuletos sith, haciendo así que su herida se cerrase, mientras que murmuró en voz baja pero clara: He venido hasta aquí en tu búsqueda.. Ahora, acude. Manifiéstate. Su última palabra sonó más alta y clara, resonando en las paredes de la tumba. Tras un momento de silencio, pareció que la luz del exterior se apagaba, pues la oscuridad envolvió la sala. De ninguna dirección concreta nacían susurros repetidos e indescifrables. Hasta que, finalmente, con un último susurro, apareció ante él una figura translúcida, incorpórea y grisácea. Miraba al sith con odio, manteniéndose en el aire sobre el medallón manchado de sangre. Cuando habló, su voz sonó potente, retumbando con fuerza en las paredes de la tumba. Quién osa despertar de su letargo al gran Rey Sith Jarch'Nad.. El sith ladeó la cabeza, manteniéndole la mirada y sin dejarse intimidar por el espíritu. No le prestó demasiada atención, y estaba seguro de que pronto olvidaría su nombre. Tu tiempo ha pasado.. ya no eres rey, eres esclavo. Y se puso el colgante. El rostro del espíritu se vio desencajado por la ira que le provocó la acción del sith, y con un estridente grito, desapareció. Alrededor del sith se podían escuchar continuos susurros en tonos amenazadores. Entretando, de entre las mantas que envolvían el cuerpo se podía ver nacer una sustancia viscosa de un verde muy oscuro, casi negro. Le quitó las mantas del rostro, y vio la cara demacrada del Rey Sith. Tomó el borde del párpado izquierdo, y se lo arrancó de cuajo. Seguidamente, hizo lo mismo con el derecho. Debido al embalsamamiento, su piel de mostraba más rígida de lo habitual, por lo que pudo arrancárselos sin problemas. La tumba comenzó a temblar, como consecuencia de la temible ira del espíritu. Alzó las palmas de ambas manos por encima del cuerpo, evitando tocarlo, y concentró la energía oscura que habitaba en él, canalizándola a las manos. Usando esta misma energía, empleó la fuerza para formar runas a lo largo de todo su cuerpo, debajo de las mantas que lo envolvían. Notaba la ira del espíritu en él a través del medallón que colgaba de su cuello. De repente, sintió como esa ira le invadía a él también, y la voz, el pensamiento e incluso la conciencia del espíritu nacían en su mente. Lo estaba dominando. Cerró los ojos, echándose para atrás, y dejó su mente en blanco, respirando más tranquilamente. El espíritu era fuerte, pero el nigromante ya había tenido experiencia pasadas con espíritus, de modo que pudo expulsarlo de su cuerpo antes de ser poseido. Caminó de nuevo hacia el cadáver, y lo tomó, cargándoselo al hombro con cuidado. Se encaminó hacia la salida, con el pecho manchado por su propia sangre, debido al medallón. Su principal prueba como nigromante había tenido un rotundo éxito. La práctica previa le había servido de mucho, y teniendo en cuenta que en Felucia se había unido a los espíritus durante unos breves instantes, se había visto preparado para ello.

Pero sólo era el comienzo..