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[Roleo de Obtención] Jace Malcom.

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Mensaje por Defiance Mar Feb 19, 2013 9:58 pm

[Roleo de Obtención] Jace Malcom. Jacemalcom

" Aunque los sacrificios son grandes, luchamos sabiendo que una sola chispa de coraje puede encender los fuegos de la esperanza, y restaurar la paz en la galaxia "

- Jace Malcom


El soldado sabe cada mañana que se levanta que puede morir. Que quizá, ese día, ponga fin al resto. ¿En qué piensa, entonces, un soldado para motivarse? ¿Qué les hace ponerse su armadura? Quizá fuera de nuestro alcance esté la comprensión de este sentimiento que impulsa al soldado a seguir siempre adelante. Quizá no es mero capricho ni afán de fama, sino movimiento y muestra de esperanza y lealtad a lo que dijeron que debía defender. Sea peón o pieza importante, todos los soldados encontrarán en su vida dolor y muerte. Quizá en eso resida el verdadero coraje y la valentía. En la cumbre del dolor, donde sólo hallarás muerte, podrás escoger cómo te recordarán los que vienen detrás de ti, trepando la ladera. Tendrás toda la escalada para demostrar que valió la pena llegar arriba y morir por los tuyos.

Desperté por la mañana en la Base de Achillea. Quitándome de encima las sábanas, miré por la ventana del cuarto. Fuera, los primeros soldados que se salían antes que el sol, estaban iniciando su entrenamiento y sus labores diarias. Con pereza y lentitud me puse la armadura de Comandante del Ejército, y de inmediato salí a entrenar con el resto.

Para variar, todo parecía tranquilo. Pero esa tranquilidad era lo que más nervioso me ponía. Si estábamos tranquilos sería malo, porque un ataque sorpresa sería mortal y fatal para Achillea y sus habitantes.
Pero bueno, como yo me sintiese no importaba, y menos cuando indicios de peligro eran sólo corazonadas. Corazonadas que tenía cada mañana al abrir los ojos. Inicié mi entrenamiento como siempre a las 7 de la mañana. Ese día, si mal no recuerdo, quería hacer más físico que bláster. Quería fortalecer un tanto más mis músculos. Me quité la armadura para ponerme algo más cómodo, y salí a correr hacia el un monte cercano a la estructura de la base, y así, de paso, aprovechaba para dar un paseo. Al principio tenía un poco de frío, pero rápidamente, por el ejercicio físico realizado mi cuerpo entró en calor. Tras largo tiempo de carrera, finalmente llegué a la montaña, y todavía corriendo ascendí hasta la cima, que no estaba muy elevada.

Allí, tomé aire, y me quedé contemplando el bello paisaje durante unos minutos. Paisaje que, sin saberlo, se iba a convertir en territorio de guerra en breves instantes.
Escuché algo detrás de mí, por lo que me giré. Alcancé a ver tres puntos negros que sonaban como naves, y que descendían a algún punto del largo bosque. Caminé hacia una zona un tanto más elevada de la montaña, donde había varias rocas apiladas... y allí encontré lo que necesitaba ver. Más naves. Unas cuantas más, habían aterrizado en Achillea. No parecían naves Jedi, ni de contrabandistas, ni nada parecido... no cabía duda de que eran naves Sith.

Salté de las rocas para salir corriendo de allí lo antes posible, y llegar para avisar al campamento, y que además mandasen un aviso a la Academia madre. En mitad de la carrera, una fuerte explosión detrás de mí me hizo caer al suelo, golpeándome contra éste. Me puse en pie rápidamente, y cuando fui a tomar una granada me di cuenta de algo... mi armadura. Me la había quitado para salir a correr. Rápidamente, dos Sith se me echaron encima, golpeándome uno con el codo, y el otro empujándome mediante la fuerza. Me agarraron de los brazos, y arrastrándome, me llevaron hasta... un viejo conocido del Imperio. El que intentó matarme en Dathomir, sin éxito.

-Vaya, vaya, Saevin. Veo que eres un tipo duro, eh. A pesar de la paliza que te pegamos has sobrevivido.

-Bueno... me entrenaron bien en la Estrella de la Muerte.

-Sí, no cabe duda de eso. Aunque es una lástima que ahora degrades todas tus habilidades a estos seres, que te han convertido en un débil, como ellos. Ahora...-dice mientras enciende su sable láser- voy a matarte, de una maldita vez por todas.

-¿Qué te hace pensar que será tan fácil?

-Que tú estás ahí tirado, sujetado por dos hombres, desarmado... y yo estoy aquí, de pie, armado y completamente libre de moverme como desee.

-Buena observación...


Entonces, agarré el brazo con el que me sujetaba uno de los dos Sith, y tiré de él rápidamente. El del sable trató de matarme, pero el cuerpo del Sith del que había tirado se antepuso a la trayectoria de la hoja, cortándole a él un brazo. El manco, no tardó en caer al suelo, y yo en ponerme de pie. Codeé la cara del otro Sith restante, y después le metí un fuerte rodillazo en el estómago, seguido de un puñetazo en la cara.
Casi me hice yo más daño que él. Siempre llevan esas malditas máscaras. Pero mi superioridad no duró mucho, cuando me golpearon unos rayos provenientes del tercero... los cuales me empujaron varios metros atrás, dejándome con dolencias y quemaduras.


-¿Sabes a quién me recuerdas? A Jace Malcom. Aquel tipo tan suicida del Escuadrón Havoc. Le importaba poco contra cuántos debía pelearse. A él lo que le alimentaba era el fragor de la batalla. Por eso su cara quedó desfigurada... estuvo a punto de matarse por herir al antiguo Darth Malgus. En fin. Adiós.

Ya pensé que iba a morir. Para mí el tiempo se paró en ese momento. Pero sólo alcancé a ver un destello verde que atravesó las túnicas negras de mi oponente, terminando con su vida. Después, recuerdo que me froté los ojos, volviendo de nuevo a estar consciente por completo. Vi que un Maestro había sentido a los Sith, y había acudido en mi ayuda. Venían muchos más, así que era momento de ponerse en marcha.
Volví rápidamente a la base, donde por fin me coloqué mi armadura, con la que me sentía más seguro. Todos los soldados ya estaban preparados y en sus puestos, y algunos comandos se habían dispersado por todo el bosque para informar y atrincherar a los que pudiesen.

La batalla había comenzado.

Las primeras capuchas negras asomaron por entre el bosque. Nuestra primera barrera, había fracasado. Fue entonces cuando sonó la alarma. Ahora, era mi turno. Tomé mi cañón bláster y salí corriendo por los pasillos de la base, junto con otros soldados, también rezagados. Llegué hasta la segunda defensa, formada por varias filas de soldados. Cinco, quizá seis. Me habían dejado al cargo para comandar la segunda línea, así que avancé por entre los soldados.

-Bien. Quiero que de inmediato, cuatro tiradores se dispersen por el campo de batalla, lejos del peligro. Cuando nos vayamos a enfrentar directamente con ellos, daré una señal, y lanzaré un explosivo al cielo. Justo en ese momento necesito que disparéis contra todo Sith que no lleve máscara o capucha, ¿entendido? Los de los laterales, abriréis el terreno para poder rodearlos. Después, los Jedi llegarán en nuestra ayuda. Si conseguimos hacer ésto bien, lo tendremos todo ganado.

Los primeros Sith ya venían acompañados de otros Imperiales, y de algunas máquinas. Respiré hondo, y tomando mi cañón portátil, avancé hacia delante. Me paré unos segundos, y los primeros Sith no tardaron en encender sus sables... y en echar a correr hacia nosotros. Yo, fui el primero en avanzar hacia delante, seguido de la primera línea. Disparé contra algunas máquinas tiradoras, mientras que los demás lanzaban granadas y disparos hacia el resto de enemigos.
Llegado el momento oportuno, lancé un fuego hacia el cielo... que dio la señal de salida de los demás soldados. Todo fue un caos después de eso...

Apenas recuerdo cosas con nitidez. Muchos disparos, heridos. Maniobras de esquive y evasión... sólo sé que pasadas unas horas, toda la belleza del paraje había sido alterada por multitud de cuerpos tirados.

Me dejé caer al suelo por el cansancio, y me quité la parte de arriba de la armadura, que había resultado blanco de muchos golpes. Me pasé la mano por la camiseta, sudada, en la que se me marcaban los músculos. Sin verme la piel, noté las heridas y arañazos que me habían propinado. Me puse en pie, y volví hacia la base. Habíamos conseguido expulsar a los Sith... pero a qué precio. Muchos de los que yo consideraba mis compañeros habían muerto, o estaba gravemente heridos.

Eso es la guerra. Años perdidos en el acierto de tu oponente, o en tu desdicha. No importaba lo mucho que quisieses o amases a una persona. Tampoco importaba el tiempo que te hubiese llevado forjar una amistad con alguien. La guerra arrasaba con todo lo que pasaba. No existía realmente un ganador. Ambos bandos siempre iban a perder más de lo que jamás obtendrían.
Aunque... alguien debe de luchar por la esperanza.

Me trataron y curaron las heridas sin demasiada dificultad. Eran heridas superficiales. Raspaduras y arañazos en su gran mayoría. Pero después de todo eso, me quedé con la frase que me dijo el Sith antes de morir... sobre aquel tipo. Jace Malcom.
Desconocía su historia, la cual leí posteriormente en libros y escritos sobre la antigua guerra en Alderaan. Realmente, me fascinó aquel soldado republicano.
Quería saber más sobre él. Quería saberlo todo sobre él. Me encaminé hacia mi nave, y llevando conmigo poco más que armas, mi armadura y un par de túnicas, me dirigí hacia Alderaan. Allí conocí a un tipo. Un tanto mayor. Lo encontré en una plaza de Alderaan, cerca de la residencia del gobernador. Por lo que llegué a saber de él, se dedicaba a contar historias a los ciudadanos del lugar sobre antiguos guerreros. Eso me llamó la atención... si contaba historias antiguas, sí o sí, tenía que saber algo sobre Jace Malcom. Y en efecto, así era. Me citó a la mañana siguiente en un bosque de Alderaan. Quería enseñarme algo... y yo, como polilla ante luz, fui sin pensármelo.

A las 6 de la madrugada allí estaba el hombre solitario, esperándome.


-Al fin llegas, chico. Tardas demasiado... deberías de ser más puntual. En la guerra no se puede llegar tarde...-dice mientras hace muchos gestos con sus manos-

-Disculpe, señor. Tardé porque no sabía dónde se encontraba este punto.

-Bah, excusas, gandul. Sígueme.


Seguí al hombre hasta una gran edificación. Al entrar, varios droides saltaron a nuestro paso, y después de analizarnos varias veces, finalmente nos dejaron proseguir. Concedieron nuestra entrada a un pasillo largo, que finalizaba en una especie de sala de conmemoraciones. Varias placas con escritos permanecían allí, soportando el frío y almacenando pelusas.

-¿Qué es esto?

-Es el cementerio de los valientes. Aquí vienen a parar los cuerpos de algunos de los más importantes hombres que defendieron Alderaan.


Me paseé por el lugar, y llegué a ver importantes placas que contaban en una pequeña biografía de apenas 20 líneas la historia hasta la muerte de algunos importantes personajes. Pero... ¿dónde estaba Jace Malcom? Sin duda, fue alguien importante. Sin él, Satele no habría logrado acabar con Malgus la primera vez que se enfrentaron en Alderaan... además de arriesgar su físico hasta casi morir por ello. Encontré una puerta, bastante apartada de todo.

-¿Quizá sea una salida secundaria? No, imposible. Una salida secundaria debería de ser más grande-pensé-.

Me acerqué hacia ella. Estaba cerrada. Quizá me arrestarían por lo que iba a hacer, pero la curiosidad me mataba, así que tomé mi vibroespada y corté un par de candados para lograr empujar la puerta. Custodiaba unas largas escaleras oscuras, por las que descendí durante casi dos minutos en espiral, hasta que finalmente llegué a otra sala, que, como si supiese que había llegado o me estuviese esperando, iluminó varias luces dispersadas por toda la estancia. Embobado, miré todo como si fuese un espectáculo. Finalmente encontré una placa, seguida de otras dos. Sonreí ampliamente al leer el nombre grabado en la parte superior de la del centro.

Jace Malcom, honorable soldado de la república.

Toqué con la palma de mi mano las letras bañadas en un tono blanco muy claro, y bastante bien cuidado. El frío tacto me hizo estremecerme por un momento. Había conseguido algo importante. Pero todavía quería más... así que fui a hablar con el Gobernador de Alderaan, y después de varias horas esperando, al fin me dio cita y pudo atenderme.


-¿Qué quería, soldado? Me dijeron que necesitaba hablar conmigo.

-Así es, gobernador. Verá, soy Comandante del Ejército de la República y... estoy interesando en algunos objetos que portaba Jace Malcom en su época.

-No podemos proporcionarte ningún objeto suyo. El cuerpo de Jace Malcom se encuentra en Korriban, planeta donde murió. Si hay algo suyo, posiblemente estará allí, en las cuevas, donde se supo de él por última vez.

-Entiendo... gracias por su tiempo.


¿Korriban? No cabe duda de que era peligroso... pero una chispa se encendió dentro de mí. La chispa de la aventura, de la acción y de la adrenalina me decía que debía de ir a Korriban y buscar sus restos. Evidentemente, no iba a ir a ciegas. Primero me informé sobre aquella batalla en la que murió Jace Malcom. Por lo que se sabe, innumerables soldados y Jedi cayeron cerca de aquel desierto donde los Sith acorralaron a todos en una cueva profunda... y allí fueron cayendo uno a uno. Una muerte poco digna para un hombre como él.

Marqué un punto en el mapa, en una zona donde, especulaciones, decían que el cuerpo se podría encontrar por allí. Tomé mis pertenencias; comida,linterna, armas, dos tipos diferentes de armadura y mi mapa.
Iba a ser una misión peligrosa, en la que probablemente mi vida se pondría en riesgo. Pero si Jace Malcom se arriesgó a ir y murió allí, muy posiblemente valdría la pena ir... por lo menos a intentarlo.

Dos días después, una vez informé de mi partida y demás, salí hacia Korriban, tras comprobar varias veces que tenía mis pertenencias. Llegué a aquel planeta, y ya antes de aterrizar, sobrevolando su árida superficie podía sentir el frío que emanaba aquel desierto paraje.
Aterricé mi nave no muy lejos de la zona en la que se supone que debería de estar lo que queda de Jace Malcom. Salí de mi nave, e inicié la larga caminata hasta la cueva. Quería aparcar mi aparato lejos de donde me iba a quedar. No me gustaría que un curioso la destrozase y me quedase allí de por vida. O al menos, hasta que alguien me echase de menos. Tras una hora aproximadamente de caminata, encontré la susodicha cueva. Antes de meterme, tomé mi linterna y la encendí, y con la otra mano, agarré mi E-11, y apunté hacia donde iluminaba. Apenas me había alejado de la entrada, y ya empezaron los problemas. Un rugido extraño sonó detrás. Me giré, y ante mí se encontraba un... bicho, con grandes zarpas y espalda espinosa. Después averigüé que se llamaban terentatek. El bicho se lanzó contra mí, y yo como pude salté hacia un lado, pero fastidié todo en ese salto. La linterna se me cayó, y la E-11 estuvo a punto de romperse. Disparé contra la criatura sin demasiado éxito. La poca luz que entraba por la apertura de la gruta no era suficiente para ver al bicho, que de nuevo arremetió contra mí. Esquivé su golpe, saltando de nuevo hacia un lado, pero aún así, salí malparado. Me golpeé con el hombro izquierdo con una roca de la cueva, que no había visto. Quejé por el dolor, pero rápidamente me oculté detrás de la roca con la que me había chocado. El terentatek se había dado un cabezazo contra la pared de la cueva al intentar golpearme, y había quedado un tanto aturdido. Observé la linterna cerca de mí, así que rápidamente la tomé con mis dos manos.
Y se me ocurrió una idea. Una idea de éstas que sólo se te ocurren en momentos como ese. Cogí una pequeña cuerda, y le até a la linterna una granada. Esperé unos segundos, y después, encendí la linterna y activé la granada. Antes de que explotase, lancé la granada hacia la entrada de la cueva. El terentatek, al ver la luz de la linterna saltó rápidamente hacia ella, tragándosela. La granada explotó apenas un segundo después, dentro de su boca. Su mandíbula quedó notablemente dañada, y la sangre del bicho empezó a dejarse ver en el suelo. Todavía se movía, así que había que asestarle el golpe definitivo. Salí de la roca sigilosamente, y tomé la vibroespada de mi cinturón. Al comprobar que estaba aparentemente inconsciente, salté hacia la cabeza del animal, y le pinché en los ojos, para así cegarle. Luego, me aparté de su cabeza. Aunque así, ahí tirado, parecía inofensivo, no me iba a fiar un pelo de un animal que con un golpe fortuito puede prácticamente matarme.

Ignorando aquel extraño incidente, volví a mi misión. Sin linterna... vaya fallo por mi parte haberla perdido. Seguí por la cueva sin apenas poder ver nada. Y como causa de la oscuridad, resbalé, y terminé por caer rodando en una cuesta de 5 o 6 metros de larga. Al llegar a la parte, milagrosamente, había un pequeño foco de luz, suficiente para ver todo más o menos. Me puse en pie, y me percaté de que había un agujero lo suficientemente grande para que quepa una persona, y dicho agujero conectaba directamente con el exterior.


-Quizá por aquí salían los Jedi que quedaron encerrados...-pensé-

Me quedé unos segundos parado, y fue en ese momento de tranquilidad cuando verdaderamente noté como el cansancio empezaba a hacer mella en mí. Agaché mi torso, apoyando mis manos en mis rodillas y, jadeando, tomé aire y volví a lo mío. Había multitud de túnicas, sables destrozados, y cuerpos en putrefacción tirados por el suelo. El mal olor me rodeaba, así que tuve que ponerme la mano por encima de la boca y la nariz.
Aquello era asqueroso. Un cementerio improvisado, bastante vasto para los cadáveres que guardaba... quería irme de allí. De inmediato.
Pero... quizá por suerte o por puro azar, me pareció ver de reojo algo de color naranja que me hizo girarme en su dirección. La luz llegaba poco hacia allí. Agarré el material duro, pintado de dicho color, y tiré, arrastrando algo conmigo hacia una zona más iluminada. Y cuando el primer rayo de luz iluminó aquello, sonreí ampliamente. La armadura del Escuadrón Havoc de Jace Malcom. Arañada y marcada por los años y la guerra, pero todavía entera y lista para ser usada.
Eché el cuerpo del antiguo soldado a mi espalda, todavía tapándome la boca y la nariz por el mal olor, y salí por el agujero. Fuera, le retiré la armadura a los restos de Jace, y con piedras e imaginación improvisada, creé una especie de tumba para él. Realmente se la merecía.
Yo, me quedaría la armadura. Quizá para premiarme todo aquello, o para mantener viva su memoria. En cualquier caso, a esa armadura, todavía le quedaban muchas batallas que librar.



FIN

Aclaración: Obtengo, armadura del Escuadrón Havoc de Jace Malcom. No sé si murió en Korriban, ni cómo murió, pero ya que se sabe poco de este personaje y no sale en las películas y demás, me he inventado esta especie de final para él. Además, me he tirado bastante escribiendo para darle un final que valga la pena.
Espero que os haya gustado.
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Mensaje por Defiance Miér Feb 20, 2013 10:05 pm

Doy un UP a este roleo, dado que han pasado las 24 horas y todavía nadie lo ha mirado. A pesar de que ha habido otros LDR conectados, y otros roleos se han legalizado.
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Mensaje por Tragew Miér Feb 20, 2013 10:09 pm

Ya te dije que tenía que estudiar y que esto no era tan simple como revisar un cambio de facción. Mañana daré mi voto ya que es un objeto único, por lo que Abro votación.
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Mensaje por Defiance Miér Feb 20, 2013 10:15 pm

Okey. Sólo he dado el UP por si otro LDR quería leerlo. Nada más, no te he mencionado. Sólo he aclarado que doy el UP por las 24 horas, y para que el roleo no se pierda puesto que otros ya han sido legalizados y demás.
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Mensaje por Invitado Jue Feb 21, 2013 12:21 pm

Hola.

He vuelto a las andanzas y ya que hay proceso de votación; daré un voto válido por el hecho de que a pesar de ser un personaje de SW este objeto no es relevante ni como lo es el personaje, carece de algo de importancia pero tiene cierto prestigio. Demuestras una buena narración, los diálogos no están mal y en cuanto a la extension de la narración veo cierto esmero, en grandes proporciones.

Voto válido

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Mensaje por Vozher Jue Feb 21, 2013 4:04 pm

El personaje Jace Malcom, participa notablemente en la batalla de Achillea y después se larga en su nave. De ahí, no se mas xD

Buen roleo

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Mensaje por Tragew Jue Feb 21, 2013 10:09 pm

Voto válido.
No hay mucho que decir.
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Mensaje por Defiance Sáb Feb 23, 2013 11:37 am

¿No falta que un legalizador de su voto para que finalmente sea válido?
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Mensaje por Tyrone Tainted Sáb Feb 23, 2013 11:03 pm

Voto válido
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