[Roleo de Ruusan] Brújula sangrienta.
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[Roleo de Ruusan] Brújula sangrienta.
Autor: Vanderet
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Ya no puedo más. Mi piel está resentida consigo misma, está llena de manchas que abarcan diversas tonalidades: algunas son rojas, otras son negras, puedo ver otras moradas y las demás están bañadas en una mezcla homogénea de abundante sudor y alarmante sangre.
Mis orejas se levantan un momento para escuchar los pasos seguros y retumbantes que se me acercan, y es en ese momento cuando comienzo a dejar de lado el cansancio y puedo concentrarme en el dolor que domina mi cuerpo completamente, como una capa de látex ardiente.
Estamos tan cerca de la grieta que puedo imaginarme la caída, y la insistencia de los pasos acercándose a mi forzado reposo me obliga a abrir los ojos de golpe. Algunos rayos de luz fulminan mi vista, pero se vuelven intermitentes con la interrupción de las hojas y su movimiento natural con el viento. Me levanto de inmediato ostentando el sable que me ha acompañado incluso desde mi pasado oscuro; que con un haz azul intenta llegar al cuello de mi objetivo. Al momento de sentir el choque de su bloqueo, levanto la rodilla en dirección al estómago de tal contrincante con la intención de pasar desapercibido. Me esperaba su sable láser en tal zona.
Mi pierna ardía con intensidad, y el dolor se intensificó una vez pude ver las quemaduras que bañaban la superficie de mi rodilla.
-Un buen movimiento debe ir siempre acompañado de un plan B.- La voz de Andrew Kai me mantiene despierto y alerta a pesar de mi pierna. Cuando blando mi sable una vez más él sujeta mi muñeca con firmeza, y me dedica una mirada serena que actúa como un sedante directo sobre mi cuerpo. –Es suficiente por hoy.- La sentencia acaba por noquearme, y el cansancio es la gravedad que envía a mi cuerpo directamente al suelo.
A veces abro los ojos. Cada vez veo un paisaje diferente. Primero eran árboles, luego una especie de planicie que no logro identificar y posteriormente son distintos puntos de la Academia Jedi. Las instalaciones de Ruusan no son del todo familiares para mí hasta el momento. A juzgar por lo que veo, puedo deducir que mi maestro me está llevando a algún sitio.
Después de lo que supongo fue un largo descanso, puedo levantar la cabeza para después abrir los ojos con timidez, hasta ver el centro médico de Ruusan ocupado únicamente por mí. Ahora mi piel parece ser otra, y la misma de antes a la vez. Las marcas y colores desaparecieron para dejar ver lo que había antes, una tez pálida recubierta ligeramente por vello blanco.
Cuando mi vista deja de estar nublada puedo identificar a otro sujeto junto a mí, el Maestro Khan. Se veía demacrado, pero sin duda estaba vivo.
Cuando se me indica, simplemente me incorporo sintiéndome incluso mejor que antes. Palpo mis ropajes, reúno mis pertenencias y las deposito en sus respectivos bolsillos para finalmente abandonar el centro médico. En la camilla del centro médico había sido visitado por un Padawan, quien me entregó un mensaje de parte de mi maestro Andrew Kai. Debo dirigirme inmediatamente a la superficie de despegues. Ante tal requerimiento, camino con precaución a través de los múltiples pasillos de Ruusan. Intento no perderme, pero al final resulta imposible. Con unos minutos de tardanza, llego al sitio donde me habían citado.
Mi maestro estaba acomodándose su sombrero de vaquero, y cuando alza la vista hacia mí me entrega una explicación vaga, justa y necesaria. –Necesito encontrar algo en Naboo. Si quieres, puedes venir conmigo.- El silencio llegó de inmediato y no por falta de respuesta, sino por la claridad en la misma. Con ágiles movimientos me interno en la nave como si fuese a escapárseme de un momento a otro. Aún con la cabina abierta, puedo oír los pasos que lo llevaron a su propia nave.
Cierro la cabina y comienzo a testear la nave. Al parecer todo está en orden. Con una mirada cómplice; el veterano Jedi de la otra nave me indica que es tiempo de despegar. Él fue el primero, y yo lo seguí con atención y –a la vez- algo de curiosidad.
La llegada a Naboo es agradable. Abandonamos el hangar de forma apresurada para internarnos lo más pronto posible en un amplio pantano. La viscosidad del suelo retarda nuestra marcha como una pared que debíamos empujar constantemente. En el silencioso caminar me dedico a observar con atención el paisaje. Las plantas se mueven con soltura, de forma casi hipnótica. Hacia todos lados, sin siquiera respetar el rumbo del viento a simple vista. En nuestra primera pausa, dejo de observar el maravilloso mover de las plantas y centro mi atención en el Maestro Kai. –En este planeta vive mi hijo.- Cuando termina de hablar, ambos nos miramos alertados. Son pasos. La persona está corriendo. No, son varias personas caminando. Ya no son los pasos lo que llaman nuestra atención, sino que el sonido de armas cargándose con rapidez y las voces camufladas por un halo eléctrico que podían oírse desde los radios comunicadores de nuestros persecutores.
Las plantas parecen calmarse de un segundo a otro, y la sensación de vacío que inculcan en el paisaje es desconcertante. Probablemente confundido, tomo mi sable de luz mientras mi maestro hace lo mismo. Antes de prender el sable, me pregunto desde dónde nos habían seguido estas personas. En Ruusan aún no están del todo terminados los puestos de seguridad, eso puede haberles facilitado el objetivo. Me reprocho a mí mismo por no alarmar de tal situación cuando debí hacerlo al consejo, pero un destello amarillo hace explotar todos mis pensamientos y me devuelve al pantano.
Andrew Kai está desviando disparos con su sable de luz, a la par que yo me cubro con un árbol lo suficientemente contundente. No tiene sentido hacerlo, porque inmediatamente me veo obligado a desviar un disparo que me llegó frontalmente. Con saltos y piruetas me muevo por el pantano para defenderme de la ofensiva propinada por lo que parecían cazadores de recompensas. Cuando noto que los disparos se están focalizando en mi maestro, aprovecho la oportunidad para saltar hacia un grupo de nuestros enemigos, dirigiendo mi sable hacia sus cuellos. Se agachan en el momento justo, y en ese instante suena la voz del Jedi que me entrena día a día en mi mente con una claridad justificada por lo repetida que estaba la frase. “Un buen movimiento debe ir siempre acompañado de un plan B”. Cuando paso de largo entre los dos soldados a quienes intenté atacar, golpeo sus nucas con los codos lo más fuerte que puedo. Aún entre los disparos soy capaz de oírlos caer al suelo.
Con una vía de escape, las cosas mejoran. Andrew Kai se impulsa con la fuerza para llegar hasta mi posición, y con movimientos ágiles nos alejamos de los disparos lo más rápido posible.
Cuando me volteo por primera vez, las plantas no me dejan ver bien. Vuelvo a centrar mi mirada frente a mí para poder seguir avanzando. Ante la incertidumbre del primer intento, vuelvo a voltearme, y lo que veo me obliga a detenerme. Nuestros persecutores estaban todos atrapados por una serie de raíces gruesas y veloces. Algunos aún estaban escapando de las mismas, pero la insistencia de múltiples plantas haciéndoles tropezar los detuvo con aparente sencillez. Las raíces parecían danzar armónicamente alrededor de los cazarrecompensas, sujetándolos con firmeza y azotándoles contra el suelo al retraerse desde el mismo. –Tu afición por las plantas es justamente lo que necesitamos, hijo.- Andrew Kai dirige la mirada hacia arriba, al parecer está viendo algo que yo no. Intento buscar, y un haz de luz guía mi búsqueda al hacerse ver en símbolo de saludo. El hijo de Andrew Kai nos observa con una sutil y tranquila sonrisa desde los árboles, luego de habernos salvado.
–Hijo, es momento de volver a la Orden Jedi.- Parecen ser suficientes las palabras de mi maestro para que su hijo reaccione. El Jedi se desliza velozmente a través del tronco del árbol en donde se encontraba, hasta caer suavemente frente a nosotros.
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Brújula sangrienta.
Roleo de Ruusan, Primer Capítulo
Ya no puedo más. Mi piel está resentida consigo misma, está llena de manchas que abarcan diversas tonalidades: algunas son rojas, otras son negras, puedo ver otras moradas y las demás están bañadas en una mezcla homogénea de abundante sudor y alarmante sangre.
Mis orejas se levantan un momento para escuchar los pasos seguros y retumbantes que se me acercan, y es en ese momento cuando comienzo a dejar de lado el cansancio y puedo concentrarme en el dolor que domina mi cuerpo completamente, como una capa de látex ardiente.
Estamos tan cerca de la grieta que puedo imaginarme la caída, y la insistencia de los pasos acercándose a mi forzado reposo me obliga a abrir los ojos de golpe. Algunos rayos de luz fulminan mi vista, pero se vuelven intermitentes con la interrupción de las hojas y su movimiento natural con el viento. Me levanto de inmediato ostentando el sable que me ha acompañado incluso desde mi pasado oscuro; que con un haz azul intenta llegar al cuello de mi objetivo. Al momento de sentir el choque de su bloqueo, levanto la rodilla en dirección al estómago de tal contrincante con la intención de pasar desapercibido. Me esperaba su sable láser en tal zona.
Mi pierna ardía con intensidad, y el dolor se intensificó una vez pude ver las quemaduras que bañaban la superficie de mi rodilla.
-Un buen movimiento debe ir siempre acompañado de un plan B.- La voz de Andrew Kai me mantiene despierto y alerta a pesar de mi pierna. Cuando blando mi sable una vez más él sujeta mi muñeca con firmeza, y me dedica una mirada serena que actúa como un sedante directo sobre mi cuerpo. –Es suficiente por hoy.- La sentencia acaba por noquearme, y el cansancio es la gravedad que envía a mi cuerpo directamente al suelo.
A veces abro los ojos. Cada vez veo un paisaje diferente. Primero eran árboles, luego una especie de planicie que no logro identificar y posteriormente son distintos puntos de la Academia Jedi. Las instalaciones de Ruusan no son del todo familiares para mí hasta el momento. A juzgar por lo que veo, puedo deducir que mi maestro me está llevando a algún sitio.
Después de lo que supongo fue un largo descanso, puedo levantar la cabeza para después abrir los ojos con timidez, hasta ver el centro médico de Ruusan ocupado únicamente por mí. Ahora mi piel parece ser otra, y la misma de antes a la vez. Las marcas y colores desaparecieron para dejar ver lo que había antes, una tez pálida recubierta ligeramente por vello blanco.
Cuando mi vista deja de estar nublada puedo identificar a otro sujeto junto a mí, el Maestro Khan. Se veía demacrado, pero sin duda estaba vivo.
Cuando se me indica, simplemente me incorporo sintiéndome incluso mejor que antes. Palpo mis ropajes, reúno mis pertenencias y las deposito en sus respectivos bolsillos para finalmente abandonar el centro médico. En la camilla del centro médico había sido visitado por un Padawan, quien me entregó un mensaje de parte de mi maestro Andrew Kai. Debo dirigirme inmediatamente a la superficie de despegues. Ante tal requerimiento, camino con precaución a través de los múltiples pasillos de Ruusan. Intento no perderme, pero al final resulta imposible. Con unos minutos de tardanza, llego al sitio donde me habían citado.
Mi maestro estaba acomodándose su sombrero de vaquero, y cuando alza la vista hacia mí me entrega una explicación vaga, justa y necesaria. –Necesito encontrar algo en Naboo. Si quieres, puedes venir conmigo.- El silencio llegó de inmediato y no por falta de respuesta, sino por la claridad en la misma. Con ágiles movimientos me interno en la nave como si fuese a escapárseme de un momento a otro. Aún con la cabina abierta, puedo oír los pasos que lo llevaron a su propia nave.
Cierro la cabina y comienzo a testear la nave. Al parecer todo está en orden. Con una mirada cómplice; el veterano Jedi de la otra nave me indica que es tiempo de despegar. Él fue el primero, y yo lo seguí con atención y –a la vez- algo de curiosidad.
La llegada a Naboo es agradable. Abandonamos el hangar de forma apresurada para internarnos lo más pronto posible en un amplio pantano. La viscosidad del suelo retarda nuestra marcha como una pared que debíamos empujar constantemente. En el silencioso caminar me dedico a observar con atención el paisaje. Las plantas se mueven con soltura, de forma casi hipnótica. Hacia todos lados, sin siquiera respetar el rumbo del viento a simple vista. En nuestra primera pausa, dejo de observar el maravilloso mover de las plantas y centro mi atención en el Maestro Kai. –En este planeta vive mi hijo.- Cuando termina de hablar, ambos nos miramos alertados. Son pasos. La persona está corriendo. No, son varias personas caminando. Ya no son los pasos lo que llaman nuestra atención, sino que el sonido de armas cargándose con rapidez y las voces camufladas por un halo eléctrico que podían oírse desde los radios comunicadores de nuestros persecutores.
Las plantas parecen calmarse de un segundo a otro, y la sensación de vacío que inculcan en el paisaje es desconcertante. Probablemente confundido, tomo mi sable de luz mientras mi maestro hace lo mismo. Antes de prender el sable, me pregunto desde dónde nos habían seguido estas personas. En Ruusan aún no están del todo terminados los puestos de seguridad, eso puede haberles facilitado el objetivo. Me reprocho a mí mismo por no alarmar de tal situación cuando debí hacerlo al consejo, pero un destello amarillo hace explotar todos mis pensamientos y me devuelve al pantano.
Andrew Kai está desviando disparos con su sable de luz, a la par que yo me cubro con un árbol lo suficientemente contundente. No tiene sentido hacerlo, porque inmediatamente me veo obligado a desviar un disparo que me llegó frontalmente. Con saltos y piruetas me muevo por el pantano para defenderme de la ofensiva propinada por lo que parecían cazadores de recompensas. Cuando noto que los disparos se están focalizando en mi maestro, aprovecho la oportunidad para saltar hacia un grupo de nuestros enemigos, dirigiendo mi sable hacia sus cuellos. Se agachan en el momento justo, y en ese instante suena la voz del Jedi que me entrena día a día en mi mente con una claridad justificada por lo repetida que estaba la frase. “Un buen movimiento debe ir siempre acompañado de un plan B”. Cuando paso de largo entre los dos soldados a quienes intenté atacar, golpeo sus nucas con los codos lo más fuerte que puedo. Aún entre los disparos soy capaz de oírlos caer al suelo.
Con una vía de escape, las cosas mejoran. Andrew Kai se impulsa con la fuerza para llegar hasta mi posición, y con movimientos ágiles nos alejamos de los disparos lo más rápido posible.
Cuando me volteo por primera vez, las plantas no me dejan ver bien. Vuelvo a centrar mi mirada frente a mí para poder seguir avanzando. Ante la incertidumbre del primer intento, vuelvo a voltearme, y lo que veo me obliga a detenerme. Nuestros persecutores estaban todos atrapados por una serie de raíces gruesas y veloces. Algunos aún estaban escapando de las mismas, pero la insistencia de múltiples plantas haciéndoles tropezar los detuvo con aparente sencillez. Las raíces parecían danzar armónicamente alrededor de los cazarrecompensas, sujetándolos con firmeza y azotándoles contra el suelo al retraerse desde el mismo. –Tu afición por las plantas es justamente lo que necesitamos, hijo.- Andrew Kai dirige la mirada hacia arriba, al parecer está viendo algo que yo no. Intento buscar, y un haz de luz guía mi búsqueda al hacerse ver en símbolo de saludo. El hijo de Andrew Kai nos observa con una sutil y tranquila sonrisa desde los árboles, luego de habernos salvado.
–Hijo, es momento de volver a la Orden Jedi.- Parecen ser suficientes las palabras de mi maestro para que su hijo reaccione. El Jedi se desliza velozmente a través del tronco del árbol en donde se encontraba, hasta caer suavemente frente a nosotros.
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Ihndark pasa a ser Jedi, retomando su personaje Jade Kai.
Ihndark pasa a ser Jedi, retomando su personaje Jade Kai.
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Fecha de inscripción : 12/05/2015
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