[CAMBIO DE FACCIÓN] De Imperial a Sensible [Korr]
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[CAMBIO DE FACCIÓN] De Imperial a Sensible [Korr]
El sol había convertido el horizonte en una línea brillante que separaba el cielo de la tierra. Mientras la noche jugaba su papel, la bruma densa lo envolvía todo. Iba a ser una noche fría y oscura. Sobre todo oscura.
Venka contempló la caída de la luz en la distancia, mientras los pliegues de sus túnicas bailaban en su derredor. Detrás de él, el prisionero gimoteaba por los golpes de Zayrr.
-Habla y todo esto acabará antes.-Le encañonó la frente con la E-11, pero el hombre no profirió palabra. Tenía el rostro demacrado por los golpes y congestionado por los llantos. Sorbió por la nariz y volvió a su repertorio.
-No sé nada más, lo juro. ¡Os lo he dicho todo!-miró a los integrantes del grupo, buscando clemencia en alguno de ellos.
-Zayrr-dijo Venka. El mercenario se giró hacia su líder con inmediata obediencia.- Se acabó.
El mercenario asintió, llevó su dedo al gatillo y...
... llegó la confesión.
-¡No, por favor! ¡Está bien, hablaré! ¡Hablaré!-sorbió otra vez por la nariz- La República tiene tropas por todo el bosque. Os están asediando. Aprovecharán la noche para repartir al ejército republicano y organizar la emboscada. Atacarán al amanecer.
-Muy bien-dijo Venka. Sacó la E-11 y ejecutó al prisionero. Ya no le servía de nada.- Posiblemente traten de internarse en la base. Una incursión con puerta abierta siempre será más silenciosa que una con explosivos. ¿Cuántos quedamos?
-Veinte-respondió Galiren-. Tal vez treinta. Los demás están repartidos en grupos por todo el edificio.
La base tenía diez plantas de altura, sin contar los niveles subterráneos. Meditó durante un instante la posibilidad de atrincherarse en algún sótano recóndito, pero aquello era demasiado arriesgado. Si los Jedi daban con ellos, probablemente aquella sala se convertiría en su tumba. Por otro lado, plantar cara a un ejército tampoco arrojaba luz sobre el asunto. Lo único que podían hacer aquellos que quisieran conservar su vida era rendirse, pero Venka prefería perderla.
-Nos dividiremos en grupos reducidos y prepararemos trampas y emboscadas. Galiren, Nate, vosotros dos permaneceréis conmigo aquí arriba. Zayrr, comandarás las guerrillas.
El mercenario asintió y salió de la sala a grandes zancadas. Cuando se quedaron solos, Venka se dirigió lentamente al panel que reposaba vibrante bajo el ventanal, pulsó un botón rojo y de una placa móvil salió un artefacto rectangular que emitía un brillo febril.
-¿Qué es?-preguntó Galiren-
-Nuestra vía de escape.
Nate y Galiren intercambiaron una mirada dubitativa, mientras Venka contemplaba el objeto. La amargura de aquel que acaba de sellar su destino se reflejaba en sus iris plateados.
Al principio sólo hubo silencio, ocasionalmente interrumpido por el respirador de Nate, que emitía un ruido muy desagradable cuando tosía. Ambos mercenarios sostenían sus armas, siempre pendientes de la puerta o de los comunicadores. Venka, sin embargo, sólo miraba por la ventana, como si la luna, que ya pendía bien alto del cielo, tuviera su respuesta.
Galiren finalmente se decidió a hablar. Aunque no aportó nada que pudiera mejorar la patética situación, sí contribuyó a disminuir el agrio malestar que se saboreaba. Contó su historia, cómo había crecido en Yavin IV con su familia. No tenía hermanos, así que su madre se dedicaba en cuerpo y alma a la educación de su pequeño. Su padre llevaba una doble vida que sólo él conocía. A ojos de los suyos, era un atareado empresario que poseía una fábrica en Eriadu, en la que se dedicaba a la extracción y suministro del mineral ommite a los mundos de la Ruta Comercial Rimma, y en ocasiones más allá. Pero realmente su padre había sido un contrabandista que frecuentaba poco su hogar. El propio Galiren reconoció que se había criado sin padre, a pesar de que cuando era niño lo ensalzaba. También confesó que le habría gustado dedicarse al comercio.
-La mayoría de los mercaderes mueren tirados en su cama, cuando su cuerpo se asemeja más al de un hutt que al de su propia raza-dijo Venka, y aquello hizo sonreír melancólicamente a Galiren.
Después habló Nate, entre tosidos y los sonidos apagados de su respirador. Él tenía poco que contar. Mató a su madre en un acceso de ira, mientras ésta lo azotaba. Después su padre le pegó tal paliza que le destrozó el pecho y lo dejó al borde de la muerte. A él también lo mató y después a un trepador que tenía por mascota.
Luego se hizo el silencio nuevamente, hasta que Zayrr lo interrumpió llamando al comunicador de Venka. Su cuerpo emergió en una imagen azul parpadeante.
-¡Son demasiados! El grueso de su ejército se ha instalado en la planta más baja. Han bloqueado todas las salidas y están registrando de arriba a abajo los niveles subterráneos.
-¿Cuántos quedáis?
-Pocos. Nos han atacado con fuerza-informó Zayrr-. No podremos aguantar mucho tiempo más. En menos de veinte minutos llegarán hasta vosotros.
La imagen se apagó y el comunicador volvió a su sueño artificial. El mensaje de Zayrr sobrevoló la sala, atenazando la moral de los tres mercenarios. Venka pasó un dedo índice por el marcador rectangular, y éste se iluminó. Galiren lo vio. Era una cuenta atrás que llegaría a su fin en treinta minutos.
-¿Vas a explotar la bomba?-preguntó, sombrío.
-Sí. Necesito que aguantéis aquí conmigo. Contendremos la puerta hasta el momento de la explosión. Después se habrá terminado.
El último mercenario tardó siete minutos en caer. Para entonces, Zayrr ya llevaba cinco muerto. Los soldados republicanos avanzaron inexorablemente hasta la sala en la que se encontraban. Al principio trataron de utilizar esa diplomacia vana que tanto apestaba a farsa y que Venka odiaba. Sólo por eso, deseó salir con la E-11 cargada y empezar a eliminar soldados hasta que su cuerpo no se pudiera sostener en pie, pero se contuvo. Pronto todos morirían, era primordial mantener la cabeza fría.
Los atacantes instalaron explosivos en la puerta, pero el refuerzo de acero de diez centímetros de ancho resultó bastante efectivo. Tardarían demasiado en subir más explosivos hasta la última planta, así que finalmente optaron por un ariete. Les llegó tras la puerta el sonido amortiguado de las máquinas acoplando el aparato destructor a la pared. La melodía de la incursión empezó rápidamente, primero con golpes leves separados por lapsos temporales de diez segundos. Después la fuerza aumentó y los golpes se sucedieron cada cuatro segundos.
Sólo quedaban diez minutos. Diez minutos y se habría terminado todo.
Venka parecía totalmente indiferente. Escrutaba la incertidumbre del magnífico cielo que se abría ante sus ojos. La luna bañaba con dedos níveos la superficie terrestre.
Cinco minutos. Demasiado tiempo. La puerta empezaba a ceder, la persistencia del ariete estaba ganando la batalla.
Creyó escuchar que sus mercenarios trataban de atascar la puerta con los paneles de control y todos los aparatos que había en la sala, pero Venka no estaba allí para ayudar. Sólo miraba la luna, miraba cómo brillaba y la admiraba. Sintió pena por él, que no volvería a verla.
Dos minutos.
-¡Nate, las granadas!-susurró Galiren.
-¡VAMOS SOLDADOS, UNA VEZ MÁS!-gritó alguien desde el exterior.
Treinta segundos.
La luna lo llamaba. La cristalera desapareció, el panel de control desapareció, los soldados, el ejército, todo desapareció. Se vio flotando, volando hacia ella, estirando su mano para agarrarla.
Diez segundos.
Los cuerpos de tres republicanos yacían en la entrada, jadeantes, puesto que las granadas les habían explotado en la cara al ser los primeros en entrar. Los cuerpos de Nate y Galiren descansaban uno a cada lado de la estancia, empapados de sangre.
Cinco segundos.
Los soldados se arremolinaron a su alrededor rápidamente, apuntándole con sus armas. Después alguien gritó 'bomba' y uno de ellos se abalanzó contra él, pero en lugar de sentir todo el peso del hombre y la armadura contra su tórax, sintió el cálido abrazo del fuego, acompañado por el beso agridulce de la muerte.
Cuando volvió a abrir los ojos estaba con la luna.
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El día había llegado, por fin era un aprendiz de la Orden Dark Sith.
Kress engarfió con los dedos el mango del sable. La hoja roja apareció ante él, emitiendo un brillo solemne. De repente se sintió invencible, sintió que podía con cualquier cosa. Alzó los ojos hacia el cielo. La noche se había abalanzado sobre ellos como un depredador silencioso con un único ojo brillante. Kress observó la luna. Se sintió avasallado por la inmensidad del firmamento, por mirar directamente al ojo de la noche, de la oscuridad, pero apretó con más fuerza su sable láser y le envolvió una soberbia tranquilizadora.
Algún día le plantaré cara y venceré, juró en sus pensamientos el joven aprendiz.
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Venka contempló la caída de la luz en la distancia, mientras los pliegues de sus túnicas bailaban en su derredor. Detrás de él, el prisionero gimoteaba por los golpes de Zayrr.
-Habla y todo esto acabará antes.-Le encañonó la frente con la E-11, pero el hombre no profirió palabra. Tenía el rostro demacrado por los golpes y congestionado por los llantos. Sorbió por la nariz y volvió a su repertorio.
-No sé nada más, lo juro. ¡Os lo he dicho todo!-miró a los integrantes del grupo, buscando clemencia en alguno de ellos.
-Zayrr-dijo Venka. El mercenario se giró hacia su líder con inmediata obediencia.- Se acabó.
El mercenario asintió, llevó su dedo al gatillo y...
... llegó la confesión.
-¡No, por favor! ¡Está bien, hablaré! ¡Hablaré!-sorbió otra vez por la nariz- La República tiene tropas por todo el bosque. Os están asediando. Aprovecharán la noche para repartir al ejército republicano y organizar la emboscada. Atacarán al amanecer.
-Muy bien-dijo Venka. Sacó la E-11 y ejecutó al prisionero. Ya no le servía de nada.- Posiblemente traten de internarse en la base. Una incursión con puerta abierta siempre será más silenciosa que una con explosivos. ¿Cuántos quedamos?
-Veinte-respondió Galiren-. Tal vez treinta. Los demás están repartidos en grupos por todo el edificio.
La base tenía diez plantas de altura, sin contar los niveles subterráneos. Meditó durante un instante la posibilidad de atrincherarse en algún sótano recóndito, pero aquello era demasiado arriesgado. Si los Jedi daban con ellos, probablemente aquella sala se convertiría en su tumba. Por otro lado, plantar cara a un ejército tampoco arrojaba luz sobre el asunto. Lo único que podían hacer aquellos que quisieran conservar su vida era rendirse, pero Venka prefería perderla.
-Nos dividiremos en grupos reducidos y prepararemos trampas y emboscadas. Galiren, Nate, vosotros dos permaneceréis conmigo aquí arriba. Zayrr, comandarás las guerrillas.
El mercenario asintió y salió de la sala a grandes zancadas. Cuando se quedaron solos, Venka se dirigió lentamente al panel que reposaba vibrante bajo el ventanal, pulsó un botón rojo y de una placa móvil salió un artefacto rectangular que emitía un brillo febril.
-¿Qué es?-preguntó Galiren-
-Nuestra vía de escape.
Nate y Galiren intercambiaron una mirada dubitativa, mientras Venka contemplaba el objeto. La amargura de aquel que acaba de sellar su destino se reflejaba en sus iris plateados.
Al principio sólo hubo silencio, ocasionalmente interrumpido por el respirador de Nate, que emitía un ruido muy desagradable cuando tosía. Ambos mercenarios sostenían sus armas, siempre pendientes de la puerta o de los comunicadores. Venka, sin embargo, sólo miraba por la ventana, como si la luna, que ya pendía bien alto del cielo, tuviera su respuesta.
Galiren finalmente se decidió a hablar. Aunque no aportó nada que pudiera mejorar la patética situación, sí contribuyó a disminuir el agrio malestar que se saboreaba. Contó su historia, cómo había crecido en Yavin IV con su familia. No tenía hermanos, así que su madre se dedicaba en cuerpo y alma a la educación de su pequeño. Su padre llevaba una doble vida que sólo él conocía. A ojos de los suyos, era un atareado empresario que poseía una fábrica en Eriadu, en la que se dedicaba a la extracción y suministro del mineral ommite a los mundos de la Ruta Comercial Rimma, y en ocasiones más allá. Pero realmente su padre había sido un contrabandista que frecuentaba poco su hogar. El propio Galiren reconoció que se había criado sin padre, a pesar de que cuando era niño lo ensalzaba. También confesó que le habría gustado dedicarse al comercio.
-La mayoría de los mercaderes mueren tirados en su cama, cuando su cuerpo se asemeja más al de un hutt que al de su propia raza-dijo Venka, y aquello hizo sonreír melancólicamente a Galiren.
Después habló Nate, entre tosidos y los sonidos apagados de su respirador. Él tenía poco que contar. Mató a su madre en un acceso de ira, mientras ésta lo azotaba. Después su padre le pegó tal paliza que le destrozó el pecho y lo dejó al borde de la muerte. A él también lo mató y después a un trepador que tenía por mascota.
Luego se hizo el silencio nuevamente, hasta que Zayrr lo interrumpió llamando al comunicador de Venka. Su cuerpo emergió en una imagen azul parpadeante.
-¡Son demasiados! El grueso de su ejército se ha instalado en la planta más baja. Han bloqueado todas las salidas y están registrando de arriba a abajo los niveles subterráneos.
-¿Cuántos quedáis?
-Pocos. Nos han atacado con fuerza-informó Zayrr-. No podremos aguantar mucho tiempo más. En menos de veinte minutos llegarán hasta vosotros.
La imagen se apagó y el comunicador volvió a su sueño artificial. El mensaje de Zayrr sobrevoló la sala, atenazando la moral de los tres mercenarios. Venka pasó un dedo índice por el marcador rectangular, y éste se iluminó. Galiren lo vio. Era una cuenta atrás que llegaría a su fin en treinta minutos.
-¿Vas a explotar la bomba?-preguntó, sombrío.
-Sí. Necesito que aguantéis aquí conmigo. Contendremos la puerta hasta el momento de la explosión. Después se habrá terminado.
El último mercenario tardó siete minutos en caer. Para entonces, Zayrr ya llevaba cinco muerto. Los soldados republicanos avanzaron inexorablemente hasta la sala en la que se encontraban. Al principio trataron de utilizar esa diplomacia vana que tanto apestaba a farsa y que Venka odiaba. Sólo por eso, deseó salir con la E-11 cargada y empezar a eliminar soldados hasta que su cuerpo no se pudiera sostener en pie, pero se contuvo. Pronto todos morirían, era primordial mantener la cabeza fría.
Los atacantes instalaron explosivos en la puerta, pero el refuerzo de acero de diez centímetros de ancho resultó bastante efectivo. Tardarían demasiado en subir más explosivos hasta la última planta, así que finalmente optaron por un ariete. Les llegó tras la puerta el sonido amortiguado de las máquinas acoplando el aparato destructor a la pared. La melodía de la incursión empezó rápidamente, primero con golpes leves separados por lapsos temporales de diez segundos. Después la fuerza aumentó y los golpes se sucedieron cada cuatro segundos.
Sólo quedaban diez minutos. Diez minutos y se habría terminado todo.
Venka parecía totalmente indiferente. Escrutaba la incertidumbre del magnífico cielo que se abría ante sus ojos. La luna bañaba con dedos níveos la superficie terrestre.
Cinco minutos. Demasiado tiempo. La puerta empezaba a ceder, la persistencia del ariete estaba ganando la batalla.
Creyó escuchar que sus mercenarios trataban de atascar la puerta con los paneles de control y todos los aparatos que había en la sala, pero Venka no estaba allí para ayudar. Sólo miraba la luna, miraba cómo brillaba y la admiraba. Sintió pena por él, que no volvería a verla.
Dos minutos.
-¡Nate, las granadas!-susurró Galiren.
-¡VAMOS SOLDADOS, UNA VEZ MÁS!-gritó alguien desde el exterior.
Treinta segundos.
La luna lo llamaba. La cristalera desapareció, el panel de control desapareció, los soldados, el ejército, todo desapareció. Se vio flotando, volando hacia ella, estirando su mano para agarrarla.
Diez segundos.
Los cuerpos de tres republicanos yacían en la entrada, jadeantes, puesto que las granadas les habían explotado en la cara al ser los primeros en entrar. Los cuerpos de Nate y Galiren descansaban uno a cada lado de la estancia, empapados de sangre.
Cinco segundos.
Los soldados se arremolinaron a su alrededor rápidamente, apuntándole con sus armas. Después alguien gritó 'bomba' y uno de ellos se abalanzó contra él, pero en lugar de sentir todo el peso del hombre y la armadura contra su tórax, sintió el cálido abrazo del fuego, acompañado por el beso agridulce de la muerte.
Cuando volvió a abrir los ojos estaba con la luna.
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El día había llegado, por fin era un aprendiz de la Orden Dark Sith.
Kress engarfió con los dedos el mango del sable. La hoja roja apareció ante él, emitiendo un brillo solemne. De repente se sintió invencible, sintió que podía con cualquier cosa. Alzó los ojos hacia el cielo. La noche se había abalanzado sobre ellos como un depredador silencioso con un único ojo brillante. Kress observó la luna. Se sintió avasallado por la inmensidad del firmamento, por mirar directamente al ojo de la noche, de la oscuridad, pero apretó con más fuerza su sable láser y le envolvió una soberbia tranquilizadora.
Algún día le plantaré cara y venceré, juró en sus pensamientos el joven aprendiz.
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Korr.- Mensajes : 28
Fecha de inscripción : 20/07/2012
Re: [CAMBIO DE FACCIÓN] De Imperial a Sensible [Korr]
Buen roleo Korr, me ha gustado bastante. Suerte en los Dark Sith.
Vortress- Mensajes : 333
Fecha de inscripción : 21/05/2013
Edad : 25
Re: [CAMBIO DE FACCIÓN] De Imperial a Sensible [Korr]
Cambio de facción válido.
Notas para el autor: Fantástico, errores ortográficos contados con los dedos de una sola mano, puede que algún que otro error en cuanto a la gramática que sólo es perceptible mediante una evaluación minuciosa. Para trabajos próximos reemplaza el guión (''-'') por la raya o guión largo (''—''), Alt+0151 en Windows y Alt+⇧+- en Mac. Enhorabuena, me encantó.
Notas para el autor: Fantástico, errores ortográficos contados con los dedos de una sola mano, puede que algún que otro error en cuanto a la gramática que sólo es perceptible mediante una evaluación minuciosa. Para trabajos próximos reemplaza el guión (''-'') por la raya o guión largo (''—''), Alt+0151 en Windows y Alt+⇧+- en Mac. Enhorabuena, me encantó.
Darth Vehement- Mensajes : 66
Fecha de inscripción : 25/08/2014
Edad : 28
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