[Roleo de Ygziir] - Las crónicas de Tsavong Lah.

por C Sáb Mar 01, 2014 10:22 pm

PRÓLOGO: Confusión y soledad.

Me desperté en el suelo, no tenía fuerzas para hacer nada. Sobre mi cuerpo encontré mucha sangre, aún tibia, toqué todo mi cuerpo en busca de heridas, pero no tenía ninguna; la sangre no era mía.
Confundido, exhausto y desorientado me levanté a como pude. Volteé a mí alrededor y estaba en un lugar que se me hizo conocido, pero por algún motivo no recordaba dónde era. Pasé mi mano derecha hacia mi cintura y ahí se encontraba mi fiel Roberto, el Tsaisi con el cual había luchado cientos de batallas y derramado litros de sangre. Me sentí aliviado de que estuviera conmigo en un momento como ese.

- Hola, viejo amigo. – Le dije a Roberto.

Sujeté a Roberto con mis dos manos, le acaricié la cabeza con gentileza y posteriormente le aplané la cola, mostrando así la forma de espada cortante que el Tsaisi puede tener. Sentía algo poco común en el ambiente, algo que no había sentido nunca en mi vida.

Caminé a través de un camino empedrado y mientras más estaba en ese lugar, más conocido se me hacía. La temperatura se tornaba cada vez más helado, supuse que debía encontrar una fuente de calor o sino no iba a sobrevivir la noche. Busqué en mis ropajes alguna jalea de fuego que pudiera utilizar para producir fuego y prender una fogata fácilmente, pero no encontré nada. Algo no iba bien, yo nunca salgo sin tener por lo menos una jalea de fuego.
Acerqué a Roberto a mi rostro, sujetándolo con mis dos manos, después lo solté con mi mano derecha y empecé a acariciar su cabeza. Sentía que alguien observaba mis pasos, que me estaban siguiendo. De pronto sentí que algo rozó mi pierna derecha.

Asustado, sujeté mi arma fuertemente con mis dos manos y me preparé para lo peor. Pero no había nada ni nadie cerca de mí, ni siquiera lejos. No había árboles, no había flores, no había pájaros; sólo estábamos Roberto, yo y el camino empedrado que parecía no acabar.

Continué caminando a través del empedrado, observando todo el lugar que me rodeaba, buscando alguna señal de vida. No había nada. Mi paciencia empezaba a terminarse y la desesperación se volvía cada vez más y más grande. Sujete mi Tsaisi de tal forma que la punta quedara apuntando a mi corazón. No podía seguir ahí solo, iba a terminar con mi vida.
Estaba a punto de clavarme a Roberto y justo cuando la punta tocó mi pecho, escuche una voz susurrándome.

- Tsavong Lah…

Alejé el Tsaisi de mi pecho y lo sujeté con mi mano derecha únicamente. Giré sobre mí, di varias vueltas tratando de buscar el origen del susurro que había dicho mi nombre. Seguí sin encontrar nada. Cada vez estaba más confundido.
A lo lejos observé una casa de acampar hecha de pieles, una fogata encendida y un cofre, pero no alcancé a ver a nadie.

Me dirigí hacia ella, busqué en la casa y había una pequeña cama hecha con hojas de árbol seco. Salí de la casa, me acerqué al cofre y lo abrí; no podía creer lo que estaba viendo. Dentro del cofre había distintos tipos de armas, desde dagas Coufee hasta jaleas blorash. Cerré el cofre y me acerqué a la fogata, abrí mis manos y las puse a unos centímetros del fuego; calentándome.

Posteriormente, cayó la fría noche y yo me sentía lo suficientemente caliente, entré a la casa de acampar y me acosté sobre la cómoda cama de hojas secas. Relajé la cola de Roberto y lo puse sobre mi estómago, sujetando su cuerpo con mi mano derecha y acariciándole la cabeza con mi mano izquierda. Dentro de la casa parecía que mis problemas se habían acabado, me sentía seguro, cómodo. Sólo me quedaba esperar al amanecer.-