[Roleo de Vozher]

por Vozher Vie Feb 21, 2014 5:44 am

Ahänin

Antiguamente el planeta Zygerria fue conocido por su gran influencia en el mundo esclavista gracias al tráfico de esclavos con sensibilidad a la Fuerza los cuales eran en su mayoría entrenados en el arte de la guerra para servir como escoltas de los sujetos considerados importantes o simplemente preparados para ser sirvientes. Afinados a los rakatas en algún tiempo, aquel imperio esclavista de los zygerrianos decayó notablemente con la llegada de los caballeros Jedi que intervinieron en los negocios de los grandes y poderosos amos y terminaron derrumbando hasta los cimientos aquella tiranía. De modo que el nombre de aquel planeta fue quedando en el olvido lentamente a pesar de todos los intentos de los nativos de devolver la gloria a su planeta natal, planes fallidos por las interrupciones de la Orden Jedi o también por la falta de ganas de ellos mismos. Sin embargo un nuevo y verdadero proyecto surgió entre dos viejos zygerrianos que sugirieron a los otros nativos capturar niños de las calles para educarlos o entrenarlos según sus cualidades y así poder obtener dinero que les serviría para extender su imperio.

La historia del primero de la rebelión comienza en ese mismo planeta, siendo transportado en uno de los grandes carromatos junto a varios infantes de una edad y destino similar a él. Su única parada y nuevo hogar iba a ser el patio de entrenamiento del Nuevo Gremio de Esclavistas Zygerrianos donde sería adiestrado en el arte de la lucha y donde aprendería a manejar la Fuerza con perfección para después servirle a un individuo que ni siquiera conocía. Era un destino triste y lamentable aunque no mas que su pasado; apenas sus padres se habían dado cuenta de que podía mover una silla sin tocarla decidieron venderlo a los zygerrianos a cambio de unos cuantos créditos galácticos que les servirían para vivir mas cómodamente. Y allí terminó después de haber sido entregado de las propias manos de su padre a ese humanoide, con apenas espacio para respirar sin que el insoportable olor que despedían esos huérfanos ofrecidos a ser esclavos le provocaran ganas de vomitar.

Una vez el carro hubo llegado a su destino los niños fueron conducidos a través de varias torres y pasillos a un gran cuadrado que debía de ser el patio en el que no había mas que tierra y un poco de arena. Formaron todos allí, algunos encorvados y otros intentando mantenerse firmes y rectos aunque notoriamente que les costaba permanecer de esa manera durante más de un minuto. Finalmente un anciano calvo y vestido con lujosidad se presentó ante ellos sujetando una larga lanza en la cual se veían varias incrustaciones de oro y otras piedras preciosas cuyo único fin era causar una buena impresión y así ganarse el respeto de los turistas o compradores que los visitaban en busca de esclavos. Examinó a los recién llegados alrededor de dos minutos hasta que uno de los niños osó a dar un paso adelante y a preguntar durante cuanto tiempo tendrían que estar allí. La lanza lo atravesó por el estómago y salió por la espalda, su asesino no había dudado ni un segundo en asestar aquella estocada que había terminado con su vida.

-Espero que eso les haya servido de ejemplo para quien hable sin mi permiso -dijo el viejo, paseándose lentamente entre los jóvenes mientras observaba sus brazos y palpaba algunas zonas de su cuerpo que parecían disgustarles-. Vienen aquí como simples niños, pero el futuro de uno de los imperios mas grandes que han existido en la galaxia están en sus manos. Así que sírvanme bien.

Fase I. Esa misma noche a cada niño se les fue entregado su vestimenta correspondiente y el arma que aprenderían a utilizar, el joven Mer-Son había elegido el hacha de guerra que ocupaban los zabraks dathomirianos cuando estaban de cacería. El instructor le había explicado que era un arma muy difícil de ocupar en un combate cuerpo a cuerpo al ser tan pesada pero Mer-Son había insistido en que podría manejarla con la facilidad de una espada, así que se le permitió conservarla para ver si eran ciertas las proezas en combate que él mismo se atribuía. Aquella misma noche yacía encerrado en su nueva y simple habitación limpiando la sangre seca del hacha con un paño engrasado y perfeccionando de vez en cuando aquel filo mortífero que pronto ocuparía contra sus compañeros. Sí, ya parecía estar encariñándose con su nueva compañera. Satisfecho, se acostó en la dura cama con el hacha al lado, sintiendo la frialdad del acero en su mejilla.

Al siguiente día comenzó la Fase II, el ejercicio físico, mental y el entrenamiento con las armas que serían ocupadas. El cálido día inició con varios ejercicios físicos los cuales eran llamados calentamiento aunque la mayoría del grupo ya jadeaba cuando este finalizó. Se les permitió descansar unos minutos para que estuvieran listos y relajados cuando comenzaran a adquirir fuerza en los brazos, un elemento sumamente importante si es que querían dominar las armas con perfección. Así pues, se les fue obligado levantar su propio peso cien veces seguidas sin tiempo de descanso. Y después de horas de esfuerzo y sacrificio por seguir las órdenes del instructor a cada uno se les tatuado un número que los identificaba como esclavos del Nuevo Gremio, una organización que parecía ir en ascenso.

por Invitado Vie Feb 21, 2014 5:37 pm

Lo tomaré yo, ya que mis compañeros no me dejan ni un vaso de agua.

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