[Roleo de Taris] Misión en Ryloth

por Dara Vatara Miér Nov 13, 2013 8:01 pm

Parte I ~

Taris

¡Buah!... - decía para sus adentros el joven mirialiano, actual Caballero Jedi residente en la Academia de Taris, lugar que estaría rodeado de grandes extensiones de bosques, ríos y lagos. Su siguiente misión, recientemente planteada por su tutor, un pelinaranjo con una barba afeitada en su rostro, implicaba que debía viajar muy lejos, cruzar la galaxia con un objetivo que él desconocía absolutamente. Una vez finalizada su audiencia con su tutor, el muchacho llamado Dara transitó por los extensos pasillos de la Academia los cuales estaban rebosantes de luz debido a que el astro rey que estaba sobre ellos proporcionaba su luminosidad y acariciaba la gran estructura de mármol y piedra que cual Luna, irradiaba luz y esperanza a toda la galaxia. A su paso tranquilo y sereno, regalaba sonrisas a los jóvenes que le observaban e inclinaban sus cabezas en señal de respeto, su túnica marrón ondulaba como la marea debido a las caricias proporcionadas por la brisa matutina del planeta y su cabello tan firme como siempre no parecía verse afectado por esto. Entre tanto, recordaba las palabras de su tutor, el Maestro Heart que resonaban en su mente como goteras de agua bajo un puente... "tú mismo deberás de averiguar tu misión en aquel planeta, utiliza tus instintos y la Fuerza, sólo eso necesitas para efectuar esta tarea, y para todas las cosas venideras, recuérdalo... siempre". El mirialiano se disponía a prepararse para su viaje, que debía realizar obligatoriamente como una de sus funciones de futuro Guardián. Sus aposentos, estaban situados en las proximidades de la plaza central de la Academia, y para su favor, había un hermoso patio porticado rodeado de naturaleza silvestre y un estanque rebosante de vida acuática acompañado de una fuente de mármol que borbotaba agua de la mas pura y limpia que podría haber. Entrando en su habitación, Dara caminó hasta su repisa donde descansaban sus pertenencias, agarró sus objetos, su cinturón de supervivencia y una túnica extra mas gruesa. Se disponía a empacar todo lo necesario para su viaje, cuando abruptamente alguien irrumpió y tocó su puerta. Con suavidad la puerta subió dejando ver a la persona que aguardaba en ella, esperándole. Era su hijo. - Supe que tenías que salir, y vine a despedirme. - esbozó el recientemente ascendido Caballero de la República, rascándose la cabeza. Así es, hijo mio. Será un viaje largo pero regresaré muy pronto. Lo prometo.- Le respondió. Sione asintió con su cabeza y ayudó a su padre a empacar. Una vez finalizado esto, ambos caminaron con paso lento observando el paisaje hacia los hangares de aterrizaje donde una nave esperaba a su padre, lista para partir. La nave lentamente comenzaba a despegarse del suelo y a dejar atrás el hermoso planeta llamado Taris. ¿Con qué destino? Sólo una persona lo sabía, y no era Dara.

Ryloth

Una árida superficie esperaba al mirialiano, arena por todas partes y extrañas rocas surcaban la superficie. No había signos de vida o civilización por ningún lado. Mientras Dara observaba por la ventanilla de su nave el panorama, su radar comenzó a detectar unos objetos, y lo que parecía ser una estructura a la lejanía. Condució su nave por sobre la arena hasta llegar a una pequeña ciudad... ni siquiera ciudad, un pequeño pueblo con unas cuantas casas formando un círculo. El poblado, ubicado a la ladera de una gran montaña que les cubría del sol, estaba en condiciones para albergar vida, y personas, ya que el Jedi pudo darse cuenta de la presencia de varios pozos de agua y vegetación creciendo por ciertos lugares donde el sol no llegaba tan intensamente. El joven decidió aterrizar su nave en las afueras del poblado, para evitar mucha conmoción. Apagó los motores de su nave ya bastante desgastados por el viaje, y decidió descender para establecer contacto con los nativos. A penas lograron verle el rostro, al joven mirialiano, las personas comenzaron a exasperarse y a gritar: ¡Es un Rodiano, por favor, no nos hagas daño, no nos robes nuestras cosas! - decían en coro los pobladores del lugar. Fue cuando Dara se quitó su túnica que recubría su rostro, y entonces los twi'leks se calmaron al ver que sus afirmaciones eran erróneas. "Es un humano, pero tiene la piel verde..." - decían las personas. Un anciano twi'lek, que se acercó al joven mirialiano al parecer sabía quien era. Le observó de pies a cabeza, e hizo un gesto como de "hmmm, así es...". El anciano, alzó su voz y tranquilizando a sus camaradas, les dijo: ¡Tranquilos.. - interrumpió su parlamento debido a la tos seca que lo aquejaba. - Es un Jedi... no nos hará daño. Dara parecía muy calmado observando a los twi'lek, no dijo nada, sólo se limitó a observar con tranquilidad y a no realizar movimientos bruscos. - ¿Qué es un Jedi? - decía con una dulce voz una pequeña twi'lek, acariciando su lekkus. - Dicen ser los guardianes de la paz y la justicia en la galaxia, pero hace mucho que dejaron de serlo... - le respondía el anciano. - Ahora son unos violentos, sólo buscan la guerra y la muerte de sus enemigos. - Completaba su afirmación. Dara le interrumpió, colocó la mano derecha en el hombro del anciano, y le dijo con serenidad: - Nuestra labor es erradicar la oscuridad y brindarle luz a la galaxia... Muchas veces no podemos realizar esto mediante las palabras y siendo civilizados. Hay quienes nos quieren mermar, utilizando sus armas y la violencia como medio para derrotarnos e impedir que completemos nuestro cometido. Los Jedi sólo nos defendemos de esos ataques, nosotros nunca damos el primer golpe. - Finalizó, y se dio cuenta de que toda la comunidad le observaba con atención. Parecieron creerle, y algunos mostraron su alivio con suspiros debido a que pensaban que el Jedi era una gran amenaza para ellos. La misma niña de antes, saltó y esbozó, dirigiendose al mirialano con mucha ternura: - Señod Jedi, ¿udted podrá matad a esa cosa fea que nos moledta en las noches y nod roba la comida? - dijo tirándole de la túnica. Dara, muy extrañado por las palabras de la niña, subió su cabeza para observar a los twi'lek los cuales estaban en evidente estado de desnutrición y pobreza. Decenas de ojos brillaban delante de él con esperanza de que sus penurias ya habían terminado con su llegada. Entonces, se dió cuenta de la situación en la que estaban. Dara tomó en brazos a la niña twi'lek con mucha delicadeza, y le acarició su demacrada carita. - Sí, ternurita, ya nunca mas lo verás a ese mounstruo feo. - Dijo riendo y esbozandole una sonrisa. La niña, muy alegremente le respondió con otra sonrisa que lo conmovió de verdad, y muy traviesamente le tocó la nariz pintada con tatuajes "jiji" y salió corriendo. El mirialiano se acercó a las personas y se sentaron todos al rededor de una fogata agonizante donde reposaba carne asandose. Escuchó cada una de las historias y las penurias por las que pasan hace ya varios años y el "problema" de la bestia que se come a sus animales y no les permite alimentarse. Además de las avalanchas de roca que suelen caer a menudo debido a las pisadas de la bestia que según ellos, descansa en una cueva en la cima de la montaña. No les permite dormir tranquilos, ni darles de comer a sus hijos, poco a poco se han muerto de hambre y la tranquilidad ya no reina en el poblado que solía rebosar de vida y felicidad antes de los Días Oscuros, como ellos les llaman a la época de hambruna y pobreza. Dara estaba dispuesto a ayudarlos sea como sea, y recopiló toda la información necesaria para hacerlo y brindarle paz al pueblo. Todo parecía indicar que la bestia de la que hablaban los twi'lek, era un Lylek, uno de los depredadores indígenas mas peligrosos de todo Ryloth. Y este es quien ha estado comiéndose la comida de los pueblerinos.

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