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Tiempos oscuros.

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Tiempos oscuros. Empty Tiempos oscuros.

Mensaje por Habbo Wars Dom Nov 01, 2015 6:38 pm

Autor: Malakir.

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La tempestad

Poco se sabía de los seguidores del lado oscuro de la fuerza, los pilares que sostenían tan magnífico imperio se habían quebrantado, fragmentado por completo. El punto de inflexión del viejo régimen se hizo con las continuas ofensivas republicanas, sobre todo de sus enemigos naturales, los Jedi. El orgullo se clavaba como una espina en el ardiente corazón de los oscuros, una explosión de emociones inundaba la conciencia de todos ellos, vencidos en gran medida pero cubiertos bajo la sombra del lado oscuro de la fuerza, esperando propinar una punzada a sus enemigos como venganza. La esperanza nunca estuvo del lado de los Sith, la voluntad de la oscuridad era superior a cualquier otro deseo. Todo remanente de esperanza quedó repartido en los polvorientos valles de Korriban, seguido de caminos pedregosos rodeados de estructuras óseas y grandes formaciones montañosas que escondían a su vez agujeros cuyos confines eran inciertos. Tocar el sepulcro de los antiguos infundía temor sobre cualquiera, no se podía sentir ningún tipo de vida porque este mismo lugar carecía de ella, era una aberración al concepto de lo que es natural, un vil experimento que daba resultado a lo que era ese oscuro y ardiente mundo. La lobreguez era fuerte en el núcleo de Korriban, se extendía por todos los senderos del infame mundo y corría por las venas de quienes poblaban el lugar por simple nexo con las sombras. La presencia de bosques era quizá escasa o diminuta, la vida animal era inexistente, apenas se podía sentir la fuerza o escuchar algún sonido. El clima era cambiante, desde grandes tormentas eléctricas hasta rayos gama que invadían los calurosos días que acontecían con firmeza o las infames tormentas que acababan por hacer a Korriban, un mundo glacial. Demasiadas concepciones tenía este mundo para quienes lo conocían por encima o quienes residían en él por mera obligación.

El lugar se había vuelto improfanable, el miedo corrompía a todos los forasteros. El negro influjo era denso e incluso respirable, se podía sentir. El lugar escondía tantos secretos, su arquitecto trajo intensas noches y pesadillas a todos en la galaxia. Era inevitable soñar con aquel mundo o enlazarlo con las mismísimas sombras, a pesar de ya haber mundos peores. Korriban sin embargo fue una invención, la muestra de que la oscuridad existía, de que podía usarse para cualquier propósito; de la hegemonía y supremacía que ejercían los sombríos acólitos por toda la galaxia, la muestra de que su poder era inigualable y sin duda, el conocimiento que tanto se repudiaba por ser sinónimo de barbarie. Pasaría por la mente de quienes tuvieron la presión de desplazarse sobre los valles de la supernova, despojar la vida o formar parte de la umbra. Una vez se entraba, nunca se podía salir. Las estructuras edificadas por las huestes víctimas del esclavismo se alzaban con cimientos óseos, la piedra era diminuta a comparación de todos los huesos que la sostenían. Tantas víctimas sirvieron para el propósito de la Orden Sith, quien decidió establecerse tiempo atrás en Prakith; con el único objetivo de dirigirse a la aniquilación de sus enemigos y expandirse por toda la galaxia como lo fue en un pasado, hacer valer aquel legado y alzar la doctrina por encima de cualquier cosa. Así fue como estalló la tempestad en las llanuras con extensiones pedregosas, en un acantilado, posaba un ente de túnicas oscuras que eclipsaban el ambiente polvoriento que se veía alterado por la creciente lluvia que abrazaba el lugar. Perdida yacía su mirada al horizonte, un mundo perdido en la oscuridad. Era de extrañarse que aquella presencia no fuera una simple creación de aquel elíseo.

Podía verse a si mismo en el reflejo del riachuelo que fluía cerca de sus pies, se reflejó una presencia que no tenía forma. Únicamente hecha aquella vil presencia, pues el mal era su esencia. Los rayos abrían el cielo y lo rompían con gran presión formando brechas con toda la fuerza eléctrica que se concentraba allí, un fenómeno que no se veía con frecuencia. Una de las tantas anomalías de carácter oscuro que acontecían en Korriban, era lo común en dicho planeta pues carecía de naturaleza, su trasfondo era negro y llamar vida a lo que habitaba en ese mundo no era posible. Una extraño híbrido entre escándalo y silencio, el ruido que desprendía la tormenta y la tranquilidad del acantilado donde de alguna forma se carecía de vida. A lo lejos no podía verse nada más que terreno árido con extensiones rocosas que sobresalían como púas, cualquier desafortunado en la caída tendría un desenlace espantoso. La paz que acontecía en el valle desértico era frecuente, muchas veces se hacía eterna aunque dejó de serlo en el momento en que las incursiones se extendían sin embargo era una paz irreconocible, era imposible que un mundo de esa magnitud poseyera paz como bien se le conoce. Él caminaba por el valle mientras la tormenta caía sobre él y la arena se hacía charco, manchando sus túnicas por cada paso que esta presencia misteriosa daba por el lugar, se dirigía a un infame lugar para los oídos de la adversidad. La lluvia no mermaba, se hacía inquebrantable y eterna. Mucho tiempo pasó desde la primera tempestad, días en los que algo oscuro hacía su influjo por toda la galaxia. Plasmó su mirada a la majestuosa edificación que se encontraba por delante de él, se sentía diminuto frente a la obra arquitectónica de relativa antigüedad. Esta lucía desolada, ausente y parecía de otro mundo al no tener nada que ofrecer, ni si quiera hospitalidad. Sin más, se adentró a la estructura pasando por debajo del umbral cuyos colores no resaltaban de ninguna forma, poco avivados y con todo el resplandor perdido. Podían verse los accesos, dentro de ellos grandes pasajes diferentes a cuevas, quizá con el aspecto de mazmorras pero era evidente que todo el lugar estaba desolado sin embargo escondía muchos secretos.

Así era como se encontraba dentro de aquella antigua edificación, resonaba la tempestad dentro de la sala y se concentraba el sonido en el lugar. El fondo eran cánticos que le daban una apariencia ritual al lugar, claramente abandonado. No había presencia de ningún tipo pero aún así los cánticos perduraban, los sonidos provenían de los espíritus que se mantenían arraigados al lugar en su máxima esencia, hasta su voluntad. Lentamente se desvelaban las intenciones del oscuro ente que se adentraba a los salones de la gran estructura ubicada en los yermos de Korriban. Cubierto de túnicas que le mantenían uniforme con la sombra eterna, apenas se podía ver su rostro que también se encontraba bajo la protección de su capucha. Su mirada se mantenía fija al final del salón donde se ubicaba una puerta de maderos viejos rodeada de varias urnas funerarios de colores oscuros, los féretros donde se depositaba la esencia de los difuntos desde antaño. Oía el tormento de los espectros en el lugar, golpeaban con gran fuerza los umbrales del lugar y podía sentirse como el nivel superior sufría de un gran estruendo, el polvo caía de la capa pedregosa que cubría al techo. Polvo se adhería a su hombro tras la caída de este, fuertes pisadas se escuchaban en eco, se aproximaba a la antigua puerta bajo el propósito de descubrir lo que guardaba dicho lugar. Quizá ya tenía conocimiento del lugar, quizá desconocía el lugar de alguna manera o simplemente se encontraba en presencia de la muerte. Saberlo del todo era imposible, su motivación apenas se notaba pero aquel sujeto seguía dando pasos hacia la puerta hasta que con sus largos y rígidos dedos logró tocar la oxidada abertura que podía dar acceso al salón que se encontraba más adelante, posó la mano sobre él y dio vuelta al obsoleto seguro hasta entreabrir la puerta, lo que encontró en el lugar fue su reflejo.

—La oscuridad es uno de los pocos espejos cuyo reflejo no puede romperse— expresó tras esbozar una leve sonrisa que se veía entre la opacidad que cubría su rostro. Se veía a si mismo en el salón por alguna razón que quizá no podía entender sin embargo todo era obra del reverso tenebroso. Sus palabras resonaron en un largo eco por la habitación, uno que se extendió por varios segundos que se acabaron haciendo largos en el momento. El reflejo no duró mucho tiempo, se borró como palabras que se las lleva el viento. Se desvaneció entre la densa bruma de la noche, sus ojos mantenían gran atención en el acto y tras su culminación, las intenciones se vieron mermadas. Seguía dando pasos más adelante, justo donde posaba su vivo reflejo hecho por el lado oscuro de la fuerza, esa que le dio vida, hasta que finalmente llegó al círculo que estaba en medio de la habitación lunar. En medio de él yacía lo que se denominaba un obelisco, una especie de pequeña edificación que era parte del trasfondo del antiguo imperio, radicaba al principio en planetas santuario como Korriban. El extraño ente tocó aquel obelisco con su mano derecha, posó la mano abierta con serenidad y cerró sus ojos, teniendo una visión del lugar. Esperaba dirigirse a otra dimensión, sus venas se marcaban con gran fuerza, de ser azules pasaban a ser negras y desprendía sangre de tonalidades oscuras de su nariz, sus arterias estaban a punto de explotar. Una explosión sacudió su mente como un fraudulento conjuro bañado en mentiras, se arraigó a sus memorias y quemó cualquier pensamiento adverso, se adentró a otra dimensión gracias al antiguo artefacto que se establecía en el lugar, el templo obelisco que servía para guardar secretos.

El suceso aconteció de forma abrupta, fue muy veloz y nada sorprendente para él, acostumbrado al uso de los viejos artefactos del lado oscuro de la fuerza. Presenciaba en aquel momento una especie de vestíbulo de gran tamaño pero que no tenía salida alguna, estaba el mismo obelisco en un círculo rodeado de ornamentos. Caminaba biblioteca tras biblioteca, la habitación era grande para lo cercada que estaba en piedra, increíblemente no había ninguna salida más que aquel obelisco de obsidiana. Observaba la gran cúpula que se alzaba como tejado sin embargo desvió su mirada a lo que era un viejo escritorio con escritos en tinta muerta que a simple vista no podían entenderse, escritos en alguna lengua muerta. Claramente era el vocablo de los Sith, únicamente entendido por los sabios y parte de arduos estudios durante milenios. Sostenía aquel escrito con su mano izquierda, leyendo sin dificultad lo que allí se encontraba, para su sorpresa eran los aposentos de un Lord Sith caído que se establecía en el lugar hace más de doscientos años cuando este se encontraba joven y formándose en el lado oscuro de la fuerza. Dejó caer aquella página, aplastándola posteriormente con unos fuertes pasos y siguiendo el trayecto hacia el obelisco, tenía cierta duda sobre el lugar pero carecía del tiempo necesario para llevar a cabo una exhaustiva investigación en el lugar que él mismo denominaba cueva. Sentía la presencia de algo que no era tangible ni mucho menos del mundo de los vivos, sin duda ese era el infame establecimiento que daba lugar a un sepulcro y ahí yacía su espíritu anclado, no tenía otra motivación que conseguir algún incauto que entrara en el lugar, quizá para poseerlo y volver a la vida.

—Siento demasiado un poderío inquebrantable en ti pero tus habilidades no concuerdan con tu cuerpo. Estoy siendo víctima de un cruel engaño— murmuró una voz en los interiores de la cúpula, un tono de voz cuya característica más resaltante era el tono de voz, parecía la voz de algún tramposo y calumniador. Consciente de la presencia del espectro, se dio la vuelta dirigiéndose a donde aparentemente estaba el ente espiritual, al menos de donde sobresalía el susurro que había escuchado casi en su oído, contestó sin temor alguno —Es imposible que tan malintencionados engaños funcionen con alguien que ha eludido la muerte tantas veces— a lo que el espíritu esbozando una sonrisa y riéndose de una forma pícara contesta —¿Qué es lo que estás buscando de mi? ¿Qué puede ofrecer un alma en pena?— el silencio llegó a apoderarse del salón por varios minutos, él observaba los libros con algo de interés pero sin mostrar ningún tipo de entusiasmo y con una expresión muerta, negra y pesimista. —No requiero nada de un desafortunado y anclado espíritu— expresó con gran frialdad, notándose únicamente la sombra de su rostro y parte de su ojo derecho, viéndose el color amarillo de ellos. La conversación de alguna manera se alargaba, a pesar de los roces entre las fuertes actitudes de los Sith, tenían mucho en común excepto una sola cosa que los separaba eternamente, era la vida y la muerte. Ambos eran abstracciones y paralelismos, uno gozaba de los secretos del lado oscuro de la fuerza desde la vida y el otro anhelaba la vida para escapar de la prisión que él denominaba muerte.

—¿Por qué no ofrecerte mis conocimientos?— preguntó el espectro con una voz susurrante y diabólica, a varios centímetros del Sith. El fantasma sabía aprovechar la situación, los condenados por el velo de la eterna noche siempre estaban ambiciosos de conocimiento, deseosos del aprendizaje y del manejo del lado oscuro de la fuerza ante cualquier cosa ya que en él radicaba sin límite alguno el poder. A pesar de que el Lord Sith ya tenía centurias de experiencia, habría sobrevivido un centenar de veces y conocía el traspaso de la esencia a otros cuerpos o en su defecto clones, muchas veces era necesario profundizar la fuerza. Se dio la vuelta, viéndose cara a cara con el horror de la muerte y retirándose su capucha, dejando ver su rostro. Se sabía que ese no era su verdadero cuerpo, tenía apariencia humana y se veía notablemente rejuvenecido. Mientras más se concentraba la materia en el cuerpo, mientras más se controlaba y más poder se obtenía, el lado oscuro hacía el cuerpo inhabitable al punto de que lo dañaba por completo. Uno de los tantos problemas que tenía el sabio. Compartieron la mirada por varios minutos hasta que el Sith se dignó a dirigirle la palabra, apenas moviendo sus labios —Yo sabré evaluar los conocimientos que me brindas, difunto— claramente sus palabras fueron duras, rudimentarias como su presencia y sensatas como su estirpe. El espíritu se alzó, levitándose con impulso inigualable y rodeado de un humo de colores rojizos, sus ojos de color naranja fuertemente iluminados tratándose nada más y nada menos que de una expansión de la muerte en la vida. Se dejó ver por completo, vestía una especie de armadura que le cubría por completo y un yelmo forjado a base de característicos parásitos. —Por milenios he vagado en esta tumba como si se tratase de un simple espectro, aún así, dejaré que averigües mi legado— expresó el alma corrupta que rondaba por el salón, viéndose ya en un plano tangible. Su apariencia cada vez más se aclaraba, a su vez que el rostro bajo el gran yelmo se le hacía conocido, quizá por meros recuerdos o por doctrina del lado oscuro de la fuerza. Se trataba de él, el que resurgió a los Sith tras la Séptima Batalla de Ruusan, desde las cenizas destruyendo la débil hermandad a la que pertenecía. Ese que usó los conocimientos de señores anteriores para forjar su progreso, hacer su futuro y atarlo a la voluntad del lado oscuro de la fuerza, estaba en presencia de Dessel pero este no tenía seguridad de la autenticidad de los hechos, ni siquiera confiaba en el espíritu. Todo podría ser una ilusión, los pensamientos se mostraban al ritmo de lo acelerado que estaba su corazón, su cuerpo se endurecía y sus dedos se hacían rígidos al momento de ver cara a cara a la presencia paranormal. —Una ilusión no es capaz de desviar mi camino en la búsqueda del poder— contestó el Lord Sith en parte anonadado con un tono iracundo y fúnebre, desviando la mirada a los estantes. —Puede que estés en lo cierto como también existe la posibilidad de que estés equivocado— continuó después de algunos segundos de silencio —Una ilusión lo bastante fuerte como para presentarse ante otra posible ilusión, ¿o no es así? Ha pasado mucho tiempo. Poco he podido ver, el futuro es un vacío para los muertos. La regla de dos se ha extendido por muchísimos años, he logrado mi finalidad en este mundo— El Sith ante la presencia del espíritu entreabría sus ojos, mantenía su característico silencio envolviéndose en un aura de frialdad para pasar desapercibido de las ambiciones de la mano de la muerte.

—Esperaba encontrarme conmigo mismo— respondió a la palabrería de la entidad de las tinieblas, yacía el predominio del enigma. Lanzó nuevamente su mirada a la esencia espiritual, encontrándose ahora en el centro de la cámara en la que acontecía la ocasional conversación. —Poco interés se nota, esto ha sido una coincidencia aunque presumo que el lado oscuro de la fuerza no da lugar a coincidencias. Sé que vienes a encontrar el conocimiento — dijo el fantasma, sentándose en un trono a varios centímetros del círculo pero el silencio no se haría esta vez — He seguido ciegamente la regla de dos, he mantenido la idea de los dos Sith y de transmitirla. He discrepado de los herejes que han alterado esta doctrina por tanto tiempo— ¿Tendría que temer a todo lo que me dices o asentarme en lo que sostienes? — continuó — Te conozco, Dessel. Sé que eres Darth Bane, temido y respetado. La esencia del lado oscuro, el ídolo y el símbolo— la conversación se cerró, se reprimió con un cruento silencio. Asintió con su cabeza, el espectro esbozó una vil sonrisa y empezó a reírse haciendo resonar un eco en el lugar, sin duda el atormentado estaba en lo cierto y comprendía la magnitud de los acontecimientos. Se encontraba frente a Darth Bane. Siguió el paso del alma en pena, era evidente que se había adentrado a la tumba que este mismo construyó hace mucho tiempo cerca del Valle de los Señores Oscuros. En él existía una sensación que se mezclaba entre lo que podía conocerse como miedo, orgullo y por último desconocimiento, siguió sus instintos en la negrura y en la fuerza. —Sé que tienes en cuenta la responsabilidad que acarrea ser aliado del conocimiento— acotó Darth Bane cuando ya habían dejado la anterior habitación a lo que el sabio jerarca contestó con cierto recelo —Considero que el conocimiento es poder entrando en la subjetividad— se dirigía al féretro que yacía en la mazmorra próxima a la cámara circular donde estaban. Es extraña la aparición de un pasaje desde la mismísima nada, desde el nihilo o la ausencia de materia. —Sólo puedo ofrecerte lo que alguna vez dejé en mi holocron como podría hacerte poseedor del poder. Mi consejo debe enderezar tu camino en las tinieblas— el Sith quedó pensativo por un momento, escuchando atentamente las palabras del presente. —Poco de sabe de aquel artefacto, nunca llegué a tocarlo con mis propias manos— expresó con deseo, moviendo su mano hasta la ilusión que se presentaba en forma de holocron. Empezaba una importante travesía.

—El lado oscuro de la fuerza tiene muchos enigmas— esbozó una sonrisa el espectro, perdiéndose entre el oscurantismo, desvaneciéndose por completo. Movió sus manos, colocándolas sobre su regazo. Se movilizó a la salida de la cámara, buscando rumbo para el paradójico artefacto cuyo autor fue el mismísimo Darth Bane, se trataba de su holocron. Escondía recónditos secretos, grandes conocimientos y la doctrina en toda su esencia, en su momento también expuesta por Darth Revan. Imágenes pasaban por su cabeza, desde memorias de su juventud hasta su progresiva carrera en la extinta Orden de los Lores del Sith, era un férreo seguidor de la regla de dos porque de esta misma manera fue entrenada por su difunto maestro a pesar de haber tenido el apoyo de varios mentores. Se le veía salir de aquel obelisco dentro de una abandonada tumba de piedra, una especie de mausoleo. Las paredes se desprendían por la antigüedad, se oía la quema del lugar. Nunca estuvo quemándose, todo fue una ilusión de la oscuridad. Sólo quedaba vivir el horror al rojo vivo, abrió las grandes puertas y vio el terreno desértico que estaba siendo azotado por una repentina tormenta nocturna. Pronto amanecería, él ya debía salir de Korriban. Sin duda habían pasado varios días desde el primer encuentro con la entidad espiritual pero la conversación fue vacía, lenta y a su vez reveladora. Subió su capucha, llevándola por encima de su cabeza y tapando parte de su rostro. Marcaba sus huellas sobre el terreno muerto y exhausto, los áridos parajes de Korriban, característicos del oscuro mundo. Se dirigió al punto donde estacionó su nave de infiltración, una máquina para penetrar en la galaxia y en los mundos sin ser detectado de ninguna manera, era obvio que Korriban no era un lugar seguro ni mucho menos estaba poblada. Había que andarse con cuidado, desactivó las defensas de su nave y esta finalmente se dejó ver, de colores metálicos grisáceos y extensiones doradas que brillaban al día. La lluvia golpeaba la nave, haciendo resonar el metal; se abrió la compuerta y este se insertó en ella, no había acompañantes. Era un viaje personal, se desconocía el paradero del Lord Sith desde hace varios días, no había ninguna señal de él y no le preocupaba que así fuera. La nave partió como un fugaz destello, polvo y más polvo. Se podía ver las estructuras de relativa antigüedad, pertenecientes al viejo Imperio Sith que por mucho tiempo imperó y dominó los sectores.

Se activó el manejo automático de la nave de infiltración mientras se encontraba en la nada, en la espesura de la galaxia. Se sentó en su cámara de meditación dentro de la nave de tamaño mediano, canalizando su poderío en la fuerza y concentrándose para hacerse uno con el lado oscuro de la fuerza. La voz que llegó a escuchar en Korriban quedó en su mente, perturbando la tranquilidad durante el descanso. Era evidente que había influjo del reverso tenebroso, fuera de la percepción común que mantenía el individuo. Organizó sus memorias, sus recuerdos y sus pensamientos: los unificó en un único trasfondo, los volvió una sola premisa y los forjó en su propósito. Su vínculo con las tinieblas se intensificaba, se podía sentir la densidad de las sombras dentro de la sala de meditación, un aura rodeaba al encapuchado que meditaba con serenidad en el lugar. —Haré cumplir el propósito del reverso tenebroso, traeré el equilibrio de vuelta y resurgiré la supremacía de los Sith— expresaba dentro de si mismo, escuchándose únicamente en su mente. Su propia voz retumbaba con numerosas voces que se le hacían conocidas, entes que él mismo había consumido en el pasado para su propio fin. Su cuerpo era el encierro de las almas, hasta su propia alma que antes convivía en otro cuerpo yacía ahí. La tranquilidad mermó, era suficiente descanso para la fuerte tarea que ahora tenía; esta vez enfocada en el beneficio personal y el conocimiento, es decir, el poder. Tomó los controles de la nave, alterando su rumbo. Ya no estaba a la deriva, se tenía que dirigir a un lugar en particular; una referencia al planeta Coruscant, el punto de disputa de las facciones durante milenios. Su objetivo estaba allí, en base a investigaciones y referencias de la localización de los holocrones. —El último paradero de los holocrones fue Coruscant, a manos de Darth Krayt— murmuró, controlando la maquinaria y dirigiendo la nave hacia el dichoso planeta. Se activó el salto al hiperespacio por lo que la nave a velocidad de la mismísima luz llegó a la atmósfera del planeta Coruscant, rodeado de distintos navíos comerciales y un flujo de naves gigante, increíble. Era un planeta con demasiado tráfico, en todos los aspectos. La seguridad era fácil burlarla, la nave de infiltración siguió su rumbo hacia el interior de Coruscant pasando por las capas principales que protegían la corteza. La nave se quemaba por la atmósfera, era bastante fuerte para la velocidad a la que se movilizaba la nave de infiltración que por mera suerte no fue detectada por las fuerzas de seguridad local. Se camufló entre los buques cargueros y naves comerciales que iban a la ciudad principal, la sede cosmopolita de la galaxia.

La nave posó sobre una planicie de aterrizaje en medio de la ciudad, no sentía ninguna preocupación por las fuerzas locales. El planeta a pesar de que ha sido transitorio, ha sufrido de invasiones y de rebeliones; tiene afinidad a la República Galáctica como siempre ha sido tras la caída del Imperio Galáctico, el Remanente Imperial y las fuerzas de la Orden Sith de Darth Krayt. Se abrían las compuertas por lo que el Lord Sith bajaba por el tren de aterrizaje cubierto con sus oscuras túnicas que le dejaban en incógnito, con su identidad escondida y guardada podía cumplir su cometido sin ningún problema. Se desplazaba por el suelo metálico de la plataforma de aterrizaje, pisando fuerte el rígido suelo cuyos sonidos eran estocadas en el metal. Se podía ver el numeroso grupo de personas en el que este se insertaba, así evitaba cualquier atención de las fuerzas de vigilancia. Se mantenía entre las huestes, moviéndose con lentitud y a paso lento con la mirada enfocada en su objetivo, las ruinas de lo que fue el bastión del antiguo Emperador Roan Fel que fue habitada posteriormente por Darth Krayt tras el golpe de estado. Los Sith tenían redes en Coruscant, él por su gran influencia tenía algunos contactos con los que podría acudir para darle un mejor arranque a todos sus propósitos por lo que se encaminó en un trayecto a lo que viene ser la zona mercantil de Coruscant, casi para descender al nivel 1313. Caminaba entre la gente, protegiéndose de los demás, con la identidad cifrada entre la habilidad alquímica del Sith Mask y sus túnicas que le hacían uno más entre tantos. Un forastero, sin duda. La más baja calaña se encontraba en la zona de descenso donde estaban contrabandistas, cazarrecompensas, mercenarios e incluso oficiales de policía de Coruscant, protegidos con sus armaduras y máscaras para no quedar expuestos. Otro individuo recostado de una esquina llevó la mirada al sujeto de túnicas, el Lord Sith en incógnito. Se trataba de uno de los miembros de su red de mentiras, hizo seguirlo hasta una taberna cercana a donde frecuentaban mercenarios. Una zona inaccesible para las fuerzas locales, no se atrevían a hacerlo por la poca seguridad y la cantidad de asesinos que frecuentaba el sitio. —Tanto tiempo, mi señor— dijo el sujeto tras hacer una leve reverencia con su cabeza, sólo reconocible entre ambos. Apenas se pudo reconocer su rostro, la capucha dejaba una gran sombra que cubría sus facciones, se notaba que el Sith infundía temor en el espía que servía a él, en sus ojos se podía notar el miedo al igual que un creciente respeto. —Bastante, necesito tus servicios— contestó, colocando su mano izquierda sobre el hombro del espía que lucía como civil. Era claro que algo tenía que ver este individuo en la travesía, lo usaría para encontrar el paradero de los holocrones. —A sus órdenes— murmuró el sujeto llevando su mirada al hombre cubierto de una sombra, su voluntad tenía que hacerse. —Necesito tener libre acceso a los antiguos aposentos de Darth Krayt, donde se supone que guardaba sus pertenencias— las voces de ambos en la conversación se camuflaban con todo el escándalo que había en la taberna, sumado a los disparos de los contrabandistas ebrios y los gritos que habían en el lugar. El espía entregó un paquete al encapuchado, se trataba de algún dispositivo que le ayudaría a llegar a su propósito y que le serviría como un gran soporte en la urbe que era Coruscant. Se levantó de la barra, introduciendo el envoltorio entre sus túnicas y saliendo del bar sin ser percibido por el resto de los individuos.

Saliendo del sector 1313 se movilizó a lo que vendría ser el viejo Palacio Imperial, infame para el régimen republicano y los Jedi. Un antiguo símbolo de la supremacía imperial, allí tendría que encontrarse con los aposentos que este buscaba. Rompió el envoltorio entregado por su contacto, viendo un dispositivo GPS que le llevaría a la localización. Presionó el botón de encendido, activandolo ahora y notando así su tecnológica interfaz que mostraba varias coordenadas, entre tantas, estaba la del sitio donde supuestamente se encontraría el holocron, si es que era verdad la aproximación que este Lord Sith de forma empírica había hecho. Siguió su instinto, guiado por su propia voluntad y se movilizó a donde presentaba el GPS, colándose entre las personas y moviéndose por oscuros callejones poco transitados. Era posible que estuviera en el ojo de los pacificadores, las sombras y los vigilantes locales, los Jedi tenían buen ojo para sus rivales, aún si se trata de sus dominios. Ya era de noche en Coruscant, el neón iluminaba con gran potencia a la ciudad y las naves transitaban por todo el lugar junto a los vehículos propulsados. Cada vez más sonaba el GPS, se activaban sus luces y titilaban por cada movimiento que el individuo hacía, se acercaba a la localización hasta que el momento finalmente llegó: se encontraba en un montón de ruinas entre edificios de cimientos sólidos. Así es, los antiguos aposentos de Darth Krayt, el lugar se veía demasiado desolado pero esto era una simple ilusión, seguramente estaría custodiado, decía con una naciente precaución. Sin emitir ni una palabra, entró por el gran umbral y entre accesos, llegó al longevo vestíbulo. Muchos objetos se encontraban en mal estado, otros siniestrados y las reliquias al parecer habían sido almacenadas. Se guiaba por medio de la visión de la fuerza, tratando de encontrar dichoso objeto pero su travesía se hacía incansable por la inmensidad del lugar, tranquilo por naturaleza. Aunque la paz no sería eterna, pronto alguien entró a la sala y rompió el silencio, sonando un sable láser al encenderse. Este de reojo miraba lo que podía definirse como la hoja de un sable de luz, de colores azulejos y a su derecha podía ver lo mismo pero de colores verdosos. Se trataba de los centinelas que cuidaban el lugar, las sombras del Pacto Jedi. Actuaban por debajo del Consejo de los Jedi, según la historia y eran férreos enemigos de los adeptos al Bogan, luchadores con gran control y potencial. Se dio la vuelta ahora mirando a los Jedi que se encontraban en posiciones ofensivas, deslizando la hoja de sus sables con gran control. —Viniste al lugar equivocado. Vamos a purgar todo fragmento de corrupción— expresó uno de los centinelas, desafiando directamente al Sith que se proponía buscar el preciado objeto.  —La muerte está segura de ganar. Trataba de evitarlos pero tendré que darles un justo descanso— respondió Malakir, empuñando su arma insignia y desprendiendo una hoja de colores rojizos que tiraban a oscuro. —Inténtalo— dijo el centinela con tal desafío, lanzándose junto a sus dos compañeros contra el saqueador. El Lord Sith con inigualable manejo del esgrima, maestría en el sable láser y una gran concentración repelía los ataques de los Jedi en conjunto, chocaban los sables y hacían un chirrido característico de energía. Se movían en sincronización los cuatro combatientes, tres contra uno pero bastante igualado. Este básicamente no tenía ningún rival desde hace muchos años, su entrenamiento fue rudimentario y su alimentación en la fuerza terrible. Corrompió a cientos para alzarse sobre otros en poder. El destello azulado rasgó parte de las vestiduras oscuras que llevaba el mensajero del reverso tenebroso, quemando parte de su carne. La respuesta fue una decapitación instantánea, acabando con uno de ellos en pocos segundos. Este se esforzaba por terminar con la lidia con los agentes de la paz, los Jedi eran buenos luchadores porque le daban la lucha que este requería: algo que parecía increíble. Del lado de uno de los Jedi cayó el cuerpo sin vida del centinela, soltando su sable láser cuya hoja quedó encendida, atraída posteriormente por el ente cubierto de túnicas bañadas en negrura y lanzada mediante la fuerza a los centinelas restantes que desviaban dicho ataque con gran repulsión. —¡Ríndete, estás en desventaja! ¡Nunca saldrás de aquí con vida!— así fue la respuesta del Jedi, contradictoria y bastante rudimentaria, normalmente era la actitud de las sombras que servían al pacto. Soltó un flujo de electricidad de sus manos, descargas eléctricas con gran potencial en la fuerza que electrocutaban con gran fiereza a los centinelas que seguían en batalla. Eran fuertemente afectados por las descargas que pronto se convertían en tormentas hasta dejarlos reducidos en cenizas y huesos, los Jedi cayeron por su ineptitud. Se encontraban fuertemente afectados por las descargas en el suelo, agonizando por la potencia de estas y por el gran manejo que tenía el Sith, algo con que nunca podrían competir. No dejó testigos pero pronto otros Jedi se sumarían a la contienda si este no efectuaba acciones de manera instantánea.

Gotas de sudor se desplazaban por su piel, en sus ojos se notaba la sed de sangre y el gran frenesí que fluía por todo su cuerpo. Siguió su paso a gran velocidad por las escaleras, ascendiendo en forma de caracol hasta el salón principal donde se posaba Darth Krayt durante su descanso junto a su guardia personal. Su sorpresa fue fatal, la custodia del lugar no había acabado, se encontraba un sujeto de túnicas marrones similares a un duro roble. El sujeto ondeaba su sable de luz con destreza, moviéndose de lado a lado y dejando ver su hoja de color verde, posiblemente se tratase de un Maestro Jedi por la habilidad que este gozaba. —Sé lo que buscas, vas a tener que pasar por encima de mi y de los míos. Esto no volverá a causar ningún mal en la galaxia— dijo el desconocido de túnicas, aparentemente Jedi, continuó expresando —Esta es la misión de la Orden Jedi, evitar que la oscuridad se extienda y que atraiga a los seguidores de la luz o a los inocentes. Evitar que estos se conviertan en fanáticos sin voluntad— aunque se le notaba más iracundo que sereno por la pérdida de sus compañeros. —Tendrás que acompañarlos— no tardó en acercarse velozmente hacia el esgrimista Jedi, haciendo veloces maniobras con el arma de choque y deslizándola entre sus ropajes para propinar algún ataque a su enemigo mientras que el sujeto repelía los ataques con su hoja verdosa, sumándose a la ofensiva. El combate se intensificaba, se hacía uso de la fuerza a duras penas. Era un enfrentamiento de vida o muerte, el resultado de la búsqueda dependería del combate. El Maestro Jedi era inteligente, intentaba simular en parte los movimientos del beligerante y gozaba de relativa tranquilidad que a pesar de todo se agotaba a medida de que ganaba terreno combatiendo. Así fue como el Jedi propinó un ataque que acabó por rozar todo el pecho del seguidor del lado oscuro, dejándolo algo herido. Esto no paró sus acciones, sin duda estaba acostumbrado al dolor y como acólito de las tinieblas por no destacar su gran poderío, no iba a retrasarse por algo tan diminuto. Haciendo uso de su naciente ira, cortó con precisión quirúrgica en varios segundos la pierna izquierda del Maestro Jedi, haciéndolo caer con gran peso en el suelo, ese que hizo un gran estruendo. Atrajo su sable de luz, lo apagó en pocos segundos y lo lanzó a varios centímetros, no tenía interés en guardar trofeos de lo que él mismo caracterizaba insecto. —¿Crees que la Orden Jedi no hará nada al respecto? ¡No saldrás de aquí!— exclamó con una increíble furia que causó una sonrisa en Lord Malakir, había humillado al Jedi del pacto y a su vez lo había hecho enfurecer por su pérdida. —Muy poca paciencia, quizá muerto puedas darle un mejor uso— lo decapitó sin si quiera dejarle responder, su cabeza rodó varios pies en el suelo metálico dejando al Jedi sin vida. Abrió la puerta trasera, viendo una especie de cúpula que contenía una figura piramidal en medio. Se trataba del holocron de Darth Bane, el hombre de túnicas pudo reconocerle por su característica forma. A su lado algo llamó la atención, se trataba de un joven que blandía también un sable de luz de color azul, sudando y con una expresión de temor a su rival. —¡¡Nnnno te lo llevarás!!— gritó con fuerza, casi soltando un llanto por la pérdida de los demás compañeros. —¿Donde está el resto de los holocrones?— contestó al Jedi por lo que este en una expresión de odio escupió al sujeto de túnicas negras —¡Nunca los encontrarás, ya se han llevado el resto de los holocrones! ¡Nunca ganarás, nunca perdurarás en la eternidad con tanta corrupción! ¡Ni mucho menos prevalecerás!— simplemente decapitó al joven aprendiz como había hecho con los otros, este ni pudo defenderse por su carente entrenamiento. Era un pequeño bosquejo de lo que eran el resto de los Jedi, poco respetados o temidos por este. Apagó su sable láser, insertándolo entre sus túnicas. Echó su mirada al artefacto y lo sostuvo con ambas manos para luego moverse entre los cadáveres, bajando por las escaleras en torrente. Acercó sus labios al dispositivo que le habían entregado hace varias horas, esbozando unas palabras. —Necesito salir de aquí— fueron las últimas palabras que dijo el Lord Sith antes de recuperar lo que a él le pertenecía por naturaleza.


El vacío

Terminaría desvelándose la aparición de algo o quizá alguien que directamente no pertenecía a la contundencia de los suburbios de Coruscant. El Pacto sin duda ya sabía de él, lo que quedó de los protectores del recinto de Darth Krayt escaparon con los infames artefactos imbuidos con la oscuridad. —Maestro, hemos resguardado el holocron con éxito— se sumó a la plática un joven de apariencia harapienta, en su mayoría todos de tonalidades marrones, erguido en posición frente a su superior. —La naturaleza de ese objeto es corrupta, significa un peligro para la convivencia y la paz que existe en este lugar— sentenció en voz alta, dando palabras que escuchar a los presentes cuyo cometido era resguardar el enigmático objeto tecnológico. Los guardianes de la luz reunidos en círculo, planeaban la logística que regiría el lugar en las próximas noches; serían la seguridad del establecimiento de carácter secreto donde estaban. Se acercaba el amanecer, los pocos rayos solares penetraban por los diminutos ventanales que poseía el sitio. A pesar de la contienda que esto significaba, los Jedi actuaban de forma individual. Todo esto fuera de las condiciones establecidas por la República Galáctica en tareas generales, se reducía a una labor de origen clasificado. Las sombras estaban adiestradas para resistir la tentación del lado oscuro de la fuerza, eso incluía ser víctima de los típicos holocrones, entidades espirituales u objetos que significaran un poderío inmenso, provenían del núcleo de los centinelas. A muchos se les destinaba la tarea de investigar, a otros de erradicar la oscuridad en donde estuviere y los últimos de ser custodios de objetos que pueden hacer mal en la galaxia como un ejemplo es el Holocron de Darth Nihilus, artefacto que vigilarían las noches restantes. El reloj desplazaba sus agujas, el sol ya tenía permanencia en el día hasta que se hiciera de noche y las horas transcurrían con total libertad. Bebía de su vaso, cubierto con sus túnicas y lo llevaba hasta sus labios para aparentar el disfrute de lo que él llamaba basura, notándose que no era un gran seguidor de las bebidas alcohólicas, a su lado se encontraba toda la baja calaña de Coruscant disfrutando de una refrescante bebida tras el intenso sol de la mañana, si puede decirse así, muchos han pasado la noche bebiendo del mismo vaso. Se irguió dejando unos cuantos chips de propina al tabernero quien de alguna manera se encontraba intimidado por la inquietante presencia que yacía gozando de la bebida, no había tal presencia de corrupción pero era obvio que atemorizaba a cualquiera con dicha apariencia. Sus pasos eran mínimos, apenas se escuchaban en el salón y su rumbo se centró a las afueras del local, saliendo finalmente. Se oscurecieron sus pensamientos por varios segundos, centrándose todo en imágenes indescifrables y horrores donde las palabras se quedarían cortas para explicar su terrible naturaleza. Así es, el objetivo por el que había iniciado el trayecto estaba a su alcance. Podía sentir el poder que desprendía ese artefacto, quedaba de él conseguirlo y hallar la localización exacta.

Darth Nihilus halló un remanente de los Jedi en Katarr, se dirigió con un hambre insaciable al planeta y exterminó a todos sus pobladores, dejando únicamente a una chica en que en la posteridad sirvió como su aprendiz. Fue el único acto de compasión que tuvo el implacable Lord Sith alguna vez en su vida.

—Él no temía a nadie— resonó en su mente en forma de un interminable eco que se convirtió en tormento en segundos que pasaron como horas, pausó el sonido para luego continuar —Consumiría a sus propios servidores, quienes seguían su frenesí ciegamente y acabaría con la vida en la galaxia hasta que él mismo se consumiera— Un pensamiento vacío cuyo enfoque fuera esta aberración de la fuerza causaba una sensación escalofriante. Sentía el lugar, seguía el cordón ficticio que este holocron dejaba hacia él, la corrupción que desprendía. Sentía como si el mismísimo objeto lo llamara. La energía en ese objeto era fuerte por no mencionar los grandes secretos que escondía como transferir la esencia, secreto que pocos controlaban de una forma tan magistral como pudo hacerlo este para sobrevivir a Malachor V. Pasó entre la multitud, haciéndose uniforme con ellos y pasando por las huestes, un ambiente grisáceo, meramente inerte y carente de humanidad alguna. Se abría paso entre la jungla tecnológica, metálica y de asfalto para abrirse paso hacia su objetivo, él estaba siendo guiado por su instinto. La metáfora estaba en sus movimientos, desconocía si era verdad que el objeto se encontraba a donde lo guiaba la fórmula de la oscuridad. Era simple, él se daría cuenta si fallaría u obtendría el artefacto con el trayecto cuya guía era la mismísima fuerza. —Estoy seguro de que lo habrán escondido para tenderme una trampa— no dudaba de la inteligencia de los integrantes del Pacto Jedi, los conocía al pie de la letra. Hace años que se enfrentaba a ellos pero nunca desde su propio hogar. Las sombras lo habrían seguido hasta en Korriban para eliminarlo de la faz del universo, era un blanco requerido por las fuerzas del orden. Tenía idea de donde se encontraba el objeto, pudo seguir el paso de quienes le habían tratado de despachar en nombre de la luz hasta cierto punto. Se encontraba cerca del bastión donde se escondería el objeto, aunque lo más seguro es que fuera una simple edificación, la que este menos se imaginaría. Concentró sus esfuerzos en seguir desplazándose hasta llegar a la parte lejana de los suburbios, únicamente frecuentada por sindicatos criminales, ágiles contrabandistas y mercenarios profesionales. Otra de las tantas vías de acceso al sector 1313.

El iracundo Darth Krayt reunió los holocrones de Darth Bane, Darth Nihilus y Darth Andeddu a los que pidió ayuda, los sistemas de protección diseñados por los mismos Lores del Sith respondieron a las exigencias del hereje, como ellos mismos lo denominaron. Bane se negó por haber abolido la regla de dos, Andeddu lo llamó un débil hereje y Nihilus al que este le preguntó como guardar su esencia en la armadura, contestó en una lengua desconocida. Sus homólogos no se molestaron en traducirlo.

Aunque se encontraba a la deriva, no tardaría en usar las artimañas que había aprendido en su desarrollo e independencia por la galaxia. Se dirigió a las bajas huestes, entabló una leve conversación con uno de los sujetos presentes en el callejón, generalmente hay bribones que ofrecen información a un coste, esto último no importaba ni conseguir los objetos tenía un precio para él. —¿Y tú que?— sentenció el extraño que se recostaba de la pared de la edificación metálica, jugaba con su pìstola bláster mientras sostenía un puñal con la otra mano. La impresión del encapuchado frente al bribón fue nula, sabía de lo que era capaz y confiaba en que este tenía información. —Estoy buscando información— expresó como respuesta a las pretensiones del rodiano de los suburbios. —Estás en el lugar correcto para recibir información a un coste accesible— la conversación fue directa, este trabajaba en base a sus cartas para evitar cualquier jugada del lugareño que vendía lo que acontecía en las calles de Coruscant. —Vestiduras nobles, el acontecimiento fue la noche pasada y seguramente trasportaban algo a lo que le daban mucho valor— la expresión del rodiano cambió por completo, deslizó su pistola con una velocidad inigualable. —Sí, ¿qué ofreces por ello?— se intensificaba la manera en que ambos se comunicaban como las exigencias y los costes —No te preocupes por el gesto monetario. Me urge saber de aquellos individuos y si tiene veracidad lo que vas a decirme— continuó el charlatán rodiano al ver un estuche con varios chips de crédito —Iban en línea recta, se movían a ese paso. Los vi llegar a varios edificios después de este; parecían huir de alguien o de algo. Eran un grupo, no lucían armados ni peligrosos pero a la vez guardaban su identidad— terminó de informar al Sith recibiendo la suma de dinero en la bolsa. —El problema es que no sé si vas a vender información sobre esto— sin remordimiento alguno alzó al rodiano mediante la fuerza, ejerciendo bastante poder sobre él y haciendo uso de la estrangulación. El sonido fue la erosión de los huesos, se quebraron por completo y chocaron entre sí: dejando al personaje sin vida alguna, cayendo su cuerpo sin vida al suelo, haciéndose un leve estruendo. Siguió el camino trazado, agradecido de forma hipócrita por las palabras del charlatán. Sus acciones serían a prueba del futuro, prolongaría su vida y su mandato. Presenció el edificio de extensiones metálicas y bastante neón, ese que tanto nombró el bribón rodiano, se adentró en él esperando conseguir lo deseado además de sus guardianes. Ellos de alguna manera esperaban a la oscuridad en toda su esencia, él alzaría el estandarte de esta misma llevándose aquel objeto que por derecho le pertenecía. Atardecía en Coruscant, los rayos solares entraban por los umbrales y el lugar se veía abandonado, poco amueblado y lleno de polvo por doquier. Sólo pudo verse la hoja rojiza exponerse ante los espejos, reflejarse incluso en su propio rostro; estaba listo para afrontar a sus enemigos, sentía el objeto cerca y ese era el lugar indicado. Caminaba, subiendo las escaleras sin llamar mucho la atención ni forzar sus pasos. La muerte no es ningún obstáculo para el que goza del verdadero poder. Se topó con múltiples senderos, arriesgados, largos e inciertos, ese edificio era una muestra de los parajes que tenía el destino sobre otros. Sabia o no su decisión optó por el riesgo de tomar el pasillo izquierdo, según lo que sentía mediante la fuerza, según su instinto; ciertamente el poder metafísico de la fuerza brindaba un sentido de orientación inigualable y así fue, un encuentro único. Luces azuladas, verdosas y púrpuras rodeaban al Sith en cuestión, eran las sombras que custodiaban el artefacto. Los mismos que se habían escapado de él por miedo a que el objeto cayera en las manos equivocadas.

—Amigos míos. Es un placer toparme nuevamente con ustedes, siento la mala apariencia y por sobre todas las cosas, la mala educación— prosiguió —Soy Darth Malakir, Lord Sith. He venido a reclamar lo que es mío— dijo con un tono de voz lleno de elocuencia, palabras nada vacías que inspirarían a cualquiera, su más notoria fachada se bañaba en carisma. El motivo se su presentación se desconoce, causó euforia en los presentes y una sensación de temor que este mismo podía notar sobre ellos, se mantenían en guardia, empuñando sus sables de luz. Este sin más hizo blandir su arma esperando el encuentro con sus contrapartes. —Entrégate, debes pagar por todos tus crímenes: tantos crímenes, es suficiente. No volverás a quedar impune— sentenció uno de los presentes, su voz se escuchaba desafiante. Así inició la lidia, cada uno alzó su sable láser y lo blandió con fiereza, batiéndose entre todos en duelo. Inferior en cantidad a comparación de los guardianes en el salón daba uso de la fuerza en una perspectiva superior, su capacidad era inigualable en cualquier aspecto. Las sombras se esforzaban tan solo en propinarle un simple ataque, era casi imposible. La defensa del encapuchado era increíble, era un maestro en la fuerza como en el sable de luz; mantenía superioridad estratégica sobre ellos. La resonancia de los sables y su intenso choque entre hojas se adhería a los oídos de los combatientes, una sensación que los llenaba de adrenalina a la vez que los sumía en el terror de la muerte. Segundos transcurrieron, pasó como una ráfaga y desapareció de la percepción de los valientes Jedi que daban su vida por defender el artefacto; fue instantáneo, no podían ver al profanador del lado oscuro mientras este los observaba desde el nihilo. Nuevamente se dejó ver tras salir del sigilo por acción de la fuerza, lanzándose en carga contra uno de los jóvenes de harapos y logrando una acción violenta exitosa, se pudo ver entre la carne humeante y la cabeza decapitada del chico que cayó al suelo rodando varios pasos. —Reconozco sus esfuerzos por detenerme pero es mejor que claudiquen. Así no perderán todo. No perderán lo más preciado que tienen; sus vidas, y quien sabe si sus mismísimos seres queridos— expresó, deslizando su sable de luz en círculos para intimidar a los individuos. Enderezó su mano izquierda desplegando grandes descargas eléctricas que se intensificaban como un huracán a varios metros de él, varias descargas se mantenían en su brazo y presionaban sus arterias con gran fuerza. La tormenta que se formaba dañaba las células de los Jedi, quemaba su piel y sus ropajes. Intentaban resistir al martirio de la electricidad por obra del lado oscuro de la fuerza, algo a veces imposible y que pocos podían repeler. Cedían al castigo como amotinados, se encontraban de rodillas esperando la muerte o la misericordia.

Hubo un único superviviente, quizá el más joven de todos los centinelas del lugar. Poseía una cabellera larga de color grisáceo, una tez blanquecina reconocible a las lejanías, atractivo para su edad y de un contextura intermedia. Alzó la mirada con unos ojos azulejos penetrantes, odio se veía en ellos y decepción por el gran error que cometió al fallar su propósito; erradicar toda la corrupción de la faz de la galaxia. —¿No crees que tu propósito se aleja realmente de tus verdaderas ambiciones?— comentó con un tono sereno, tentando al resignado joven. —¿Qué es lo que quieres de mi?— contestó atemorizado por la retórica del Sith, era demasiado lo que había presenciado para su edad. —Yo no quiero nada de ti— fue claro con sus palabras, no expresó clemencia por el joven hasta que este replicó —¿Por qué no me mataste con el resto?— a lo que la respuesta fue concisa —Así sentirás el sufrimiento, tendrás el peso del dolor y la muerte en tu espalda. Sólo deja que él te consuma y vivas el verdadero horror— lo que causó una gran explosión en la mente del joven que estaba a la deriva, sin familia ni compañeros; esta vez no tenía nada que perder a diferencia de su cordura. Herido, dañado y fragmentado, viéndose un creciente odio al ejecutor de quienes le habían dado compañía por tantos años. —¿Lo sientes ahora? ¿Por qué no te dejas llevar por él?— siguió atormentado al joven con sus fúnebres palabras que buscaban atentar contra su integridad mental. —Ahora servirás a un nuevo propósito— silenció el acto dejando de hablar. La conversación cesó mientras el Jedi se encontraba en una prisión mental, un cruel engaño y un martirio punzante. Se doblegó ante la voluntad de este, fue corrompido por sus íntimos deseos y por las emociones que ahora sentía, se inclinó ante el señor de la oscuridad y le juró lealtad, aunque esta fuera ficticia. Se dejó llevar por el temor, su alma le pertenecía a él y estaba atado a una nueva voluntad. Le siguió el paso al encapuchado mientras se dirigía a donde posaba el holocron de Darth Nihilus, la cúpula no tenía custodia alguna ni ningún tipo de seguridad o al menos eso se creía. El artefacto se exponía con colores rojizos, de forma piramidal y con aura que buscaba atraer a los incautos. El Jedi Oscuro que seguía al Lord Sith estaba tentado por abrir el contenido que tenía el objeto piramidal, era obra de las tinieblas. En sus ojos únicamente se reflejaba el objeto como un espejo, ese era la metáfora. No se trataba de un ladrón, ahora eran dos. Temía de las intenciones del caballero caído, sin duda alguna. Las intenciones se harían más evidentes cuando el caído corrió hasta el artefacto buscando activarlo, su interés estaba por encima de la vida y del razonamiento. Así fue, activó el artefacto que desplegó una visión holográfica de color azul que personificaba a Darth Nihilus, era el guardián del holocron. El holocron detectaba debilidad, el lado oscuro de la fuerza era débil pero a la vez crecía con las intenciones de este, el guardián esbozaba cada palabra en un idioma muerto o desconocido. —Siento un poderío inquebrantable en este holocron. Muchas veces fui tentado por él pero esta vez me pertenece— estableció el amotinado con su sable de luz aún encendido, con un brillo en los ojos al ver el objeto.

—¡Tiene que ser mío!— nuevamente acotó, se desquiciaba a medida de que su cercanía con el objeto aumentaba. —¡Ahora me pertenece!— cogió el holocron con ambas manos, por alguna razón este no activaba ningún mecanismo de defensa a no ser que careciera de uno. —Por muchísimos años fui rechazado, nunca se me concedió la formalización como Maestro Jedi y fui negado por el Consejo de los Jedi reiteradas veces— siguió comentando con locura, ya no sabía si tenía al encapuchado que le había llevado al lado oscuro cerca, ignoraba cualquier detalle, su voz resonaba en eco sobre la cúpula.  —¿Crees que abrirías algo así por el simple hecho de desearlo?— preguntó con un tono irónico, viéndose ahora cara a cara con el centinela caído, ahora usurpador del artefacto. —¿Qué podrías saber tú de eso? ¡No eres más que un saqueador!— contestó violentamente, se le notaba gran frenesí, egoísta ante las acciones del Sith. —¡Primero tendrás que matarme si lo quieres!— chocaron los sables de luz, el chirrido de energía era frecuente, cada segundo se manifestaba. El antiguo centinela seguía chocando su arma, se movía de lado a lado e intentaba asesinar al ejecutor de sus amigos; se concentraba su odio cada vez más, el holocron ejercía un influjo oscuro sobre él. Rasgó los ropajes marrones del Jedi Oscuro como penetró con su hoja el hombro derecho del sujeto, infligió un profundo dolor que lo dejó de rodillas varios segundos hasta volver a tomar la guardia. Con una sola mano sostenía su sable de luz púrpura mientras que con la otra mano se tapaba el hombro por el dolor, el combate tardaba demasiado. El mal que auspiciaba las acciones del Jedi era supremo, magnánimo y su influjo era imposible sacar ya, estaba maldito. —¡Seguirá siendo mío y no podrás llevártelo! ¡Yo lo he conseguido primero!— exclamó con una locura insostenible, los cimientos de su mente cedieron y dieron lugar a un desastre, la ausencia de su cordura. La hoja rojiza cruzó por las piernas del demente cercenando cada una hasta dejar un vacío torso con dos brazos y su propia cabeza, agonizaba del dolor mientras caía al suelo de cerámica. Pisó con fuerza su cuello y le apuntó con la hoja del sable de luz, lo miró fijamente a los ojos mientras tosía, se ahogaba en su propia sangre y sus ojos daban vueltas. No sabía si pedir clemencia o el objeto, estaba loco del todo. La decisión del Sith fue dejarlo vivo, era un demente que no valía para nada. Quizá haya sido una decisión drástica dejarlo vivo, clemente o puede que también incoherente; un posible testigo, un enemigo más entre tantos u otro loco más para las paredes plásticas de los conservatorios. Daba varios pasos por encima del sujeto que yacía en el piso, estiraba su brazo para coger la forma piramidal y largarse del lugar. Tenía varias heridas encima, mayoritariamente quemaduras del sable del Jedi, la contienda se extendió demasiado. Salía por los accesos de la cúpula para dejar la escena y encaminarse a su último artefacto, así completaría el trío que tanto ansiaba.
Spoiler:

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