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[Sith -> Je'daii] Neurax

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Mensaje por Jensaarai Jue Sep 04, 2014 6:07 am

Ilum - 47 DGLS

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Un cielo tranquilo, inmóvil. Sin nubes, sólo con una ligera brisa fresca, fruto del gélido ambiente del lugar y la nieve que reposaba tranquilamente sobre la superficie de aquel planeta. Ilum era el nombre que se le daba. Un planeta en apariencia muerto, sin ninguna ciudad, sin ninguna población. Sólo criaturas salvajes que luchaban entre sí por sobrevivir y alimentarse a diario. Sin embargo no era eso lo que le daba fama al planeta Ilum, no. El gigante de hielo tenía otro elemento que le hacía famoso en parte de la Galaxia: cuevas de cristales. Cristales que servían para las legendarias armas de los Jedi, los sables de fuego congelado. Sin embargo, esa tradición hacía tiempo que se había roto, pues ya eran pocos los padawan que viajaban a Ilum en busca de cristales para construir su primer sable láser. Ahora se había vuelto costumbre que el maestro le otorgase al aprendiz su primer sable de luz, o en su defecto, le diera los materiales para la construcción. Una inmensa sombra llevaba años en Ilum. Una sombra que se había extendido a lo largo y ancho del planeta. Una presencia, un espectro que daba muy malas vibraciones a aquellos que eran capaces de sentirla. Los más intrépidos se atrevían a asegurar que era una maldición. Los más temerosos aseguraban que era un espíritu maligno. Pero los más sabios eran incapaces de explicar con palabras a que maldad se estaban enfrentando. Motivo de ello, los viajes a Ilum habían descendido en picado muy notablemente, llegando al punto que el planeta parecía haberse vuelto completamente ajeno a la Galaxia conocida. Hasta que un día, una nave descendió sobre el planeta. Parecía un Interceptor ETA-2, pero se podían apreciar ciertas modificaciones en su cubierta, extraños aparatos medidores. La nave no aterrizó sobre el planeta, sino que avanzó por el aire varios kilómetros en línea recta, cada vez aminorando más la velocidad, a la par que se iba acercando lentamente a la superficie. Desplegó el tren de aterrizaje, y se posó con suavidad sobre la nieve. La cabina se abrió, y una figura apareció del interior, muy despacio, bajando de la nave. Portaba una vestimenta marrón y beige, cubriéndose con una capucha. En su cintura destacaba un sable de luz, y en su espalda la empuñadura de una espada por encima de su hombro. Caminó en la dirección en la que señalaba el morro de su nave, al principio despacio, pero luego aligerando el paso. Aquella sombra aterradora se hacía notar, se estaba acercando a él. De repente, el suelo pareció abrirse ante él, pero descubrió a tiempo que no era lo que parecía, sino que cerca de dos decenas de monstruos habían nacido de la tierra, mirándole fijamente y rugiendo con fiereza. Descolgó su sable de luz y lo ondeó en su mano. Al encenderlo, el haz de luz plateado destelló en el rostro de las alimañas, que ya casi estaban sobre él. Con un rápido pero certero movimiento, las dos primeras cayeron a sus pies, mientras los demás seres lo rodeaban. Reconoció al que más cerca tenía, pues la nieve se había apartado de su cuerpo lo suficiente para reconocer la especie enemiga. –Rakghoul. – Alzó su mano libre sobre su cabeza y la golpeó contra el suelo. Una descarga eléctrica nació de su puño y se alzó sobre él en forma de onda, alcanzando a todas las bestias, que rugieron de dolor al recibir las potentes descargas eléctricas. Permaneció inmóvil hasta que todas y cada una de las criaturas cayeron al suelo, muertas. Se irguió y apagó su sable de luz, paseando la mirada por los cuerpos chamuscados, que aun emitían pequeñas corrientes de humo. Siguió su camino, pasando entre los cadáveres de los Rakghoul, y divisó aquello que buscaba: la cueva. Colgó su sable del cinturón y se dirigió hacia la entrada. Sin poder ver nada, alzó su mano a la altura del hombro. La mano comenzó a proyectar luz, hasta que fue lo suficientemente abastecedora como para iluminar varios metros a la redonda. Avanzó a paso ligero por el túnel de la cueva, no supo durante cuánto tiempo, pero cuando llegó al final, vio ante sí justo lo que esperaba encontrar: una enorme caverna, repleta de objetos, como si se tratase de una cámara del tesoro. Alzó su mano al comunicador de su muñeca, y murmuró: – Ordenador, dirígete a mi posición. – Seguidamente alzó la mano que emitía luz sobre su cabeza. Inmutable, convocó su energía vital e hizo que la luz se incrementase, volviéndose prácticamente cegadora. De repente se escucharon gritos, viniendo de todos los huecos de la caverna. – Yo os libero de la maldición. –

Fuertes ráfagas de aire volaron en todas las direcciones, emitiendo siseantes susurros que hacían eco sobre las paredes de la cueva. Cuando el ruido cesó, bajó su mano y examinó la cueva. Armamento de todo tipo, estantes llenos de lujosos artefactos, sables de luz, amuletos, cristales, pequeños cofres.. Hasta que localizó una zona distinta de la cueva. Algo había ahí que le llamaba la atención. Su instinto le decía que retrocediese, que no se acercase a aquella zona oculta. Pero tenía que saber de qué se trataba. Avanzó con cautela, sujetando con su mano en el cinturón su sable de luz. Allí, tras una curva en un túnel, una considerable manta formaba un enorme bulto bajo ella. Podía sentirlo, la presencia del mal, el dolor de los caídos, el frío aliento de la muerte: el lado oscuro. Posó su mano por la desteñida y rasgada manta, y tiró con fuerza, levantando una nube de polvo. Pero no fue polvo lo único que se alzó en el aire. El cofre se abrió, y un siniestro rugido nació de él. La cabeza del Jedi parecía que iba a estallar, a la cual se llevó las manos dolido, mientras cientos de cuchillas rasgaban su cerebro.


- Tu’iea dzwol tenz stai-


Aquellas palabras se repetían una y otra y otra vez, potentes como un dragón Krayt, nacientes del cofre, pareciendo que alguien en alguna parte estaba tramando una especie de ritual demoníaco. Intentó despejar su mente, dejando de lado el dolor, y se atrevió a mirar el cofre. Sobre él, un espectro, una forma gris translúcida le observaba moviendo la boca, alzando los brazos. No podía dejarse amedrentar, menos aún por una forma incorpórea, un ser del Caos guardián de a saber qué. Trató de concentrarse, dejar fluir su energía vital como si estuviese meditando, y alzó de nuevo su mano. Ésta, una vez más, se iluminó con un potente resplandor blanco que acabó con el más pequeño recoveco de penumbra de la cueva, inundándolo todo de luz. Las palabras del ente fantasmal fueron sustituidas por un grito de rabia y dolor que taladró sus oídos. Pero todo remitió, el espectro, finalmente, se desvaneció en una forma de humo. Con una mano en su sien, se acercó al cofre, atreviéndose a mirar en su interior. Allí, una serie de artefactos, amuletos, espadas y armaduras relucían, sin ser afectados por el polvo ni el tiempo. Ya los había visto antes en sus viajes, al menos había visto réplicas de la mitad de los objetos: artefactos sith. Éso quería decir que su viejo “amigo” había incrementado sus conocimientos. No era un simple Jedi oscuro al parecer, debía haber evolucionado, estudiado, entrenado y crecido. Sin duda, debería estar consumido por la oscuridad, y su cuerpo seguramente ya estaría magullado, si no era capaz de resistir el poder que llevar todo ese armamento encima le conferiría. Cerró el baúl y giró en seco, pues oyó a lo lejos una nave, su nave. Pero algo le detuvo a la salida de la cueva.


[Sith -> Je'daii] Neurax Dark_man_by_cellar_fcp

Una figura oscura, armada con un bláster en su mano y una pica láser en su espalda, ocupaba el espacio de salida de la cueva. Su ropaje se encontraba marcado por quemaduras y cierto nivel de sangre, como si hubiera venido de una cruenta masacre. Podía reconocerle sin problemas, no sólo por tener una esencia casi idéntica al Mal contenido en el cofre, sino porque su gesto, su rostro, sus vestimentas, eran inconfundibles. – Halm. – Hubo silencio, sus miradas se entrecruzaron, y para cuando hubo puesto su mano en el cinturón, ya era demasiado tarde. – ¡¡¡DWOMUTSIQSA!!! – Una ráfaga de corriente negra emergió de la nada frente al Sith hacia él. Viéndose obligado a declinar su arma, alzó ambas manos al frente para detener mediante la Fuerza la ráfaga de oscuridad. En el momento del impacto una onda expansiva los hizo retroceder a ambos, pero la corriente negra se mantuvo estable entre ambos. El sonido era terrible, como si el tejido mismo del Universo se estuviera desgarrando mientras que sus manos poco a poco iban quemándose. Sin embargo podía sentir el cansancio de su rival, consumido por el lado oscuro y agotado por una posible contienda reciente. Sus manos se rodearon de un brillo levemente verdoso para sorpresa del enemigo. Haciendo uso de toda su resistencia física, avanzó y liberó una descarga de rayos de color esmeralda, que atravesaron la corriente negra e impactaron en el enemigo, encogiéndolo en el suelo. Librado de la maldición, caminó despacio con el sable ya encendido hacia su rival. Viéndolo tendido en el suelo, colocó una mano sobre su nuca para verle el rostro demacrado. Aún respiraba, pero estaba completamente inconsciente. Colocó su mano en la fría y arrugada frente del Sith, y haciendo uso de la Fuerza despejó su mente a tal nivel que lo dejó en un estado permanente de inconsciencia.

Mientras el servicial droide entraba en la cueva, seguido de una pequeña cantidad de Ewoks y un par de Wookiees, él apartó a un lado al Sith, sin saber muy bien qué hacer con él. Necesitó un momento para pensarlo, pero la idea fue bastante rápida. – Destruid todos los objetos de esta cueva. – Se giraron dubitativos durante un instante ante sus palabras. – Llevaremos a este sujeto a Kamino, destruidlo todo. – Acto seguido los Wookiees y los Ewoks comenzaron a apilar los objetos de la cueva, teniendo cuidado de no tocar los más sospechosos o tenebrosos a piel desnuda. Mientras tanto, el droide tomó el cuerpo del Sith para salir de la cueva, seguido de su dueño.

Había vuelto a la Galaxia.

Jensaarai
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Mensaje por Lettow Jue Sep 04, 2014 6:16 am

Un roleo al que se le dedicó tiempo, metafórico, interesante, buena estética, detallista y profundo para su duración. Decae en la parte final la cual no me gustó. Válido.
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