[Roleo escrito/Misión] Luego de Siglos...

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Han pasado aproximadamente cuatro semanas desde que regrese al templo, y luego de varias reuniones para decidir si mi futuro continuaría dentro de la orden o fuera de esta, el consejo jedi ha decidido, finalmente, restituirme a la orden, permitiéndome mantener el rango que había dejado suspendido a través del tiempo. Si bien, algunos miembros del consejo me comentaron su anhelación de verme reinstaurado en la orden como maestro y miembro del consejo, aquella ética que yace en mis estructuras internas no ha dejar de cuestionar o de plantear la pregunta, ¿Cómo sería posible que alguien pueda llamarse a sí mismo jedi, si dejo de lado los principios más básicos de la orden o, más bien, de una común-unidad? ¿Cómo sería aquel cambio para alguien que, pese a haber transitado por espacios inimaginablemente armoniosos como caóticos, no reconozca aquel lugar que algun momento fue su hogar?...

Seguidamente, el consejo me puso de tutor a un joven maestro de raza humana, llamado Selkris. Si bien, aún no hemos tenido tiempo de charlar a profundidad, parece un tipo bastante optimista y agradable a simple vista. Me comento de su sorpresa al escuchar el regreso de un viejo jedi a la orden; había escuchado de mi cuando él era solo un padawan, pero nunca creyó –ni nadie-, que volvería a aparecer por Coruscant o algun otro lugar del sistema galáctico, y menos, de que iba a tenerme como su pupilo. Pese al poco tiempo que estuvimos en el templo, me explico la situación actual en la que se encuentra la galaxia, así como también los bandos enemigos que han surgido y de cómo estos se organizan; los ataques que han recibido, como también los golpes que han dado. En resumen, me puso al tanto de todo lo que debía saber.

Tras pasar una semana más en el templo, el maestro Selkris me informa que el consejo me ha encomendado la misión de investigar Prisma, la antigua prisión privada de los jedi, localizada en el sistema planetario Diab, un lugar que ya había conocido anteriormente...

Una vez preparado mi equipaje, me dirigí rumbo hacia la plataforma de despegue en donde mi nave se encontraba. Mis constantes viajes de un sector a otro, hicieron de aquella nave, junto con mi sable de luz, los acompañantes más fieles que tuve durante muchos años. Y, al mismo tiempo, unas extensiones de mi propio ser.

Tras el despegue desde la plataforma de Coruscant tome rumbo hacia el sistema de Diab, ubicado en las regiones salvajes de la galaxia en donde aún lo desconocido se hace permanente… Tras tres días de viaje, las tormentas eléctricas de la zona comenzaron a perturbar los sensores de mi nave y, tras una par de vueltas, logre por fin presenciar en la sombra masiva de la sexta luna de Diab, la prisión privada que alguna vez los jedis resguardaban secretamente. Mi asombro se perpetuo tras haberme acercado lo suficiente a la plataforma de aterrizaje, lo suficiente para presenciar el daño que había sufrido aquel lugar. Esa horrible imagen, me recordó mi paso por aquella prisión, hace bastante tiempo. Cuando aún el prisma resguardaba la seguridad de la república; cuando solo unos pocos sabían de su existencia y, cuando entre mis muchos viajes, lograba visitaba a aquellos amigos que se encargaban de resguardar el recinto.

Tras aterrizar, los signos de dolor y desesperanza de los últimos días de vida de aquella gran estructura metálica aumentaban gradualmente; más y más a medida que profundizaba en sus secretos. El lugar se encontraba casi totalmente dañado, las grietas que no pueden ser percibidas desde la distancia eran tan desgarradoras como los cadáveres de individuos que allí esperaban a hacerse polvo. El prisma, de un momento a otro, se convirtió en un cruel campo de batalla. Pensar o tratar de imaginar solo aquel momento de sufrimiento, traería consigo solo el sentimiento de tristeza por todas aquellas criaturas que se vieron involucradas.

Durante tres días completos me dedique a indagar  la estructura, tanto interior como exteriormente. El lugar había sido saqueado casi por completo, y no habían pistas de que algun ser viviente allá transitado por estos lugares desde hace ya mucho tiempo. El panel de la torre de control había sido manipulado, borrando de este cualquier tipo de información que el sistema tenia, impidiéndome lograr encontrar algun indicio de los últimos días de vida la estación. Sin embargo no me rendí, no quería rendirme. Haber viajado durante tres días para resignarme a presenciar solo la destrucción de la prisión no era lo que esperaba. Podía sentir a la fuerza susurrarme -suavemente- de que había algo que aquí permanecía listo para ser encontrado. Y, durante unos segundos, repare en prestar atención a solo un sentido. Fue en ese momento y en aquel lugar en que la presencia de alguien tan cálida y delicada se manifestó, guiándome a través de la gran estructura hacia una pequeña habitación alejada de todo. La habitación, pese a haber sido saqueada, aun guardaba en su interior, tras una pared metal, un diminuto holocrón oculto en una pequeña cavidad. Luego de tomar las medidas correspondiente, active el holocrón y  presencie la forma de una bella mujer. Una jedi al parecer, quizás la última que estuvo a cargo de la instalación. La interrupción constante del mensaje guardado en el holocrón me hizo imposible recaudar información alguna, más que solo el último anhelo de aquella persona que esperaba pronto ser relevada, para así retornar a su hogar.

Finalmente, tras presenciar lo que quedaba de aquel lugar y de haber recolectado toda la información que pude, me puse en marcha hacia mi nave, para tomar rumbo hacia Coruscant. No sin antes pensar, en que aquel viaje que estaba a punto de tomar, quizás era el mismo que deseaba aquella mujer. El mismo que soñaba diariamente y, quizás, el mismo que –espero- haya podido lograr por medio de la fuerza…