[Roleo de Onderon] Nuestras tierras mandalorianas. Motivo para quedarme.

Me encontraba en mi Speeder Bike, poniendo marcha a Iziz por una supuesta “emergencia cotidiana”. Mientras que manejaba el vehículo por el camino mi cabeza se preguntaba.

Al llegar por las calles totalmente tranquilas, pensé que todo era una broma, o tal vez una trampa de un enemigo que solo quería distraer mandalorianos para quien sabe qué. Aun así me seguí adentrando en la ciudad, sin encontrar algún disturbio. Lo único extraño era que los mando'ade no estaban ni en sus puestos de guardia, aunque nunca faltan aquellos flojos que se establecen en los bares como si fueran sus propias casas.

Pensé que sería buena idea echar un vistazo por el resguardo tal vez use eso como excusa para acercarme a ellos de nuevo.

Deje mi Speeder Bike y luego, abriéndome paso con mi espada entre la multitud, comencé a cortar cabezas. Al entrar al resguardo observe a los mandalorianos combatir contra los extraños, estos no representaban ningún peligro, pero su número era mayor y tal vez podría ser peligroso confiarse.

Pude reconocer a un capitán que le daba órdenes a un pequeño escuadrón de mandalorianos, en rango inferior, me dirigí a este y le ayude a librar su camino.

Mientras me abría paso matando a los rebeldes que destruían algunas zonas del resguardo me adentre a la torre de control, allí fue donde observe como algunos extraños cargaban varias cajas llenas de armamento y se proponían a escapar con estas.

Lance una granada hacia los pies de los tipos, estos se dieron cuenta pero tomaron la granada, pensando en que esta se les abría caído. En un tiempo “record”, lance mi fibrocuerda hacia las cajas para evitar su perdida, lamentablemente la granada exploto y no pude recuperar nada.

Tras asegurar casi todos los pisos limpios, pase a los últimos pisos y finalmente a los aposentos del Mandalore en donde encontré la puerta resguardada por dos rebeldes y un fuerte alboroto de disparos dentro del cuarto.

Con cuidado de no ser descubierto, lance un dardo a cada cuello de aquellos tipos, el veneno les comenzó a afectar mucho más rápido de lo normal e hizo que alucinaran. Avancé en esos momentos ya que tarde o temprano morirían, me adentré en los aposentos del Mand’alor.

Eran varios los que intentaban atacar al Fett. Comandados por un solo hombre, grupos de 4 o 5 se dirigían mientras los otros aguardaban órdenes. Todo en el mismo cuarto.

Fue fácil librarse del resto de rebeldes, y solo dejamos vivo al comandante para sacarle algo de información.

Aquel tipo continuo con su discurso sobre “su planeta y lo mucho que no sabemos cuidarlo”. Estaba desesperado por cortarle la cabeza y hacer que deje esos chirridos.

Krayben dio un disparo seco hacia la cabeza del hombre sin vacilar, luego guardó su arma y se dirigió a mí.

Negué su propuesta con la cabeza y salí de la sala, luego baje hasta el salón principal, donde yacían los mandalorianos retirando los cuerpos de los rebeldes.

Salí del resguardo y me monté en mi Speeder Bike, luego me aleje de Iziz y me adentre en los bosques.

En la tranquilidad del bosque, al día siguiente, me encontraba cazando pequeñas bestias para calentar. Mientras caminaba y me abría paso entre las plantas con mi beskad y una westar, escuchaba atentamente el sonido de la flora.

Ya después de varias horas, casé varios animales pequeños y me disponía a volver a mi cabaña.
Escuche fuertes rugidos de una bestia y luego unos gritos bastante agudos. Me acerqué al lugar de donde provenían y observé como un mandaloriano, con armaduras de un color verde oscuro las cuales eran distinción de los ge’verd, era perseguido por un Cannok. No pude evitar soltar unas grandes carcajadas al ver como la bestia hacia correr al ge’verd.

Con mi beskad ataque al cuerpo de la bestía, luego al poderme acercar más le clavé mi espada en su cabeza varias veces, hasta que vi que cayó al suelo muerta.

Acompañe al Ge’verd dado que esté se abría perdido de su grupo de caza y tenía que volver al resguardo de cualquier forma. En medio del camino tuvimos una ligera conversación

Seguí explicándole algunos puntos para poder cazar tranquilamente. Hasta que estuvimos muy cerca a Iziz deje que siguiera su camino solo.

Estaba atardeciendo mientras seguía metido en los bosques, cuando esta justo al lado de mi cabaña, escuché el movimiento de unos arbustos. De estos salieron tres tipos, con vestimentas parecidas a la de los rebeldes que atacaron el resguardo la otra vez. Cada uno portaba un rifle mandaloriano y espadas con el símbolo mandaloriano grabado en una parte.

Reconocieron al instante mi armadura, dos de ellos me apuntador y uno se atrevió a decir.

Esa oración me lleno de ira, al ser comparado con una bestia cualquiera, tome mi espada justo en el momento cuando los rebeldes comenzaron a disparar. Su puntería no era muy precisa y era fácil saber a dónde dispararían, por lo que salí ileso en esa oleada.
Con mi espada corte las manos de un rebelde y con mi mano libre le recogí el rifle, luego lo lancé para que no pudieran recuperarlo. Dí media vuelta haciendo un corte de paso y herí a otro más, a este le lancé una potente llamarada. Muy sensible por las quemaduras el tipo soltó el arma y cayó al piso gritando de dolor.

Al último rebelde, el cual había blasfemado sobre mi familia le esperaba algo especial. Comencé a cortar varias secciones de su cuerpo para dejarlo tumbado en el suelo y bastante herido.

Me dirigí hacia las armas caídas y luego las colgué a los espacios libres de mi armadura. Finalmente me aleje un poco de los dos únicos moribundos.

Extendí mi brazo derecho en donde se encontraba mi brazalete mandaloriano, a travez de unos comandos presione un botón y desde un espacio del artefacto, salió un mini cohete dirigido hacia los hombres.

Antes del impacto di un salto bastante alto y ya suspendido en el aire active mi retrocohete para no resultar dañado. El cohete explotó, levantando una nube de tierra y polvo, también destrozando algunos árboles y arbustos.
Al disiparse todo, descendí al suelo y vi todo a mi alrededor. Me llevé una sorpresa cuando noté, que la mitad de mi casa estaba hecha pedazos por el impacto.

Entré a la morada y revisé todo, por suerte mis pertenencias importantes y mis armas estaban guardadas en baúles hechos de beskar.

En los escombros me mantuve meditando sobre lo que había pasado. Era cierto que ya no podía convivir con los mandalorianos, pero también es cierto que aquellos tipos manchan el honor de mi familia y de mis amigos.
Cada vez el cielo se oscurecía más y más y yo seguía pensando. Finalmente me levante y tome ambos baúles los cuales pesaban por su material.

Los deje fuera de la choza y me dirigí al lugar en donde guardaba secretamente mi Speeder Biker. Me monté en ella y comencé a manejarla hasta los escombros, en donde tome los baúles y los colgué. Luego volví a montarme en esta y me dirigí al Resguardo.

Entré a través de la fortaleza. Los guardias reconocieron mi armadura y me dejaron entrar. Luego caminé por el interior del resguardo, pasando cada pasillo en busca de Krayben. A este lo encontré en la sala principal, hablando con dos capitanes. Me acerqué a él para hablarle sobre mi decisión.

El patio principal era bastante grande, y allí albergaban varios mandalorianos que descansaban un tanto después de unos duros entrenamientos. Recordé entonces al capitán que me encontré la última vez. El cual me habría informado, tal vez este sabría alguna otra cosa más. Por suerte aun recordaba la forma de su armadura y el color.

Busque por todo el patio principal, habían varios Verd y Ge’verd. Algunos maestros enseñando a sus aprendices como utilizar sus armas con un toque personalizado y otros limpiando sus rifles.

Me giré para observar quien era aquel que pronuncio ese apellido, nada más al voltear, me encontré con un Verd, esté me resultaba un tanto familiar. El mandaloriano estrecho su mano con la mía y pronto me dijo

Le agradecí por la información y me retire de la sala. En medio del camino recordé, que en mis épocas de mandaloriano en esta base. No teníamos una sala holográfica. Por lo que no sabría en donde se ubicaba esta.

Dos Ge’verd pasaron por los pasillos hablando sobre el entrenamiento duro que habían tenido, los detuve a ambos para preguntarles la ubicación de mi destino, estos respondieron a mi pregunta dándome la ubicación del lugar.

Entonces, camine por los pasillos en busca de aquella sala nueva. Al estar justo al frente de la puerta de acceso el capitán salió de esta, traía su casco en su mano derecha y sus armas colgadas.

No muy satisfecho seguía buscando información de cada mandaloriano que recordaba ver y a algunos otro más. Todos llegaban a la interesante conclusión de los planetas.

Dicho todo esto, muchos mandaloriaos fueron trasladados a los planetas en cuestión, en naves y cruceros, con un buen cargamento de armas y con el objetivo de no solo proteger los planetas si no, las bases con suministros que tenían. Miles de Basilisk y cazas iban desperdigados por la galaxia, los cruceros avanzaban lentamente por el espacio.

Acepté tal propuesta, pero dadas las circunstancias del tiempo en esos momentos, tuve que esperar a un nuevo día. Al llegar a mi antigua recámara encontré todas mis pertenencias puestas desordenadamente y una nota la cual decía:

Tranquilo al saber que tenía todos mis objetos, procedí a reposar para retomar mi trabajo como mandaloriano, perteneciente a la rama de exploradores y con el cargo de Maestre.