[Roleo de Primus Goluud] La Oscuridad

La Oscuridad

-Está oscuro, maestro -decía Bethel a la figura sith que se adentraba sin preámbulos hacia la penumbra que ofrecía el marco de la gruta.



Habían estado caminando desde el atardecer hasta allí. El húmedo bullicio de la noche hacía eco en sus mentes como una orquesta salvaje compuesta por millares de autores en el anonimato que ofrece la colosal fauna de Dathomir.

-¿Qué es la oscuridad, Bethel? -preguntaba el sith-. ¿Es una percepción de la realidad frente a nosotros? ¿O es un reflejo de lo que sentimos en nuestro interior?

A medida que se adentraban por el sendero casi deshecho, se confundían los sonidos provenientes del pantano, como si una leve capa invisible los separase de ambas instancias. Al interior de este simple hechizo parecía haber quietud y tranquilidad. Habían llegado al destino.

-Cuando era joven, vine aquí por casualidad mientras huía de un depredador -murmuraba Sorrow Ankh -. No entendía en ese entonces por qué este sitio era especial para las brujas, ellas simplemente limitaban cualquier actividad que alguien pudiese tener en este lugar. Existía también el rumor de que si venías aquí, una terrible desgracia caería sobre ti, desgracia que terminaría por opacar cualquier luz que alguna vez alumbrase en tu vida.

-¿Como es eso posible, maestro? -agregaba Bethel. ¿Como es posible opacar la luz, siendo que de ella nace la sombra?

El sith observaba con decepción y frialdad a la mujer que yacía frente a él. Se preguntaba por qué había tomado a tal insulto como aprendiz.

-Al principio solo había oscuridad, Bethel -argumentaba -. La luz fue creada para ofrecer el engaño de la vida, el fraude del amor y de la paz. ¿Has visto la luz, Bethel? ¿Acaso puedes verla ahora? Tal vez puedas ver los colores, las formas y las sombras, pero...

Al terminar la frase, el sith se aventó violentamente hacia la hembra. Tomó su rostro con ambas manos y la observó fijamente a los ojos. Pronto Bethel se sumió a la realidad. Estaba viendo la oscuridad en Sorrow, el monstruo en su interior.



Desde el suelo bajo sus pies bullían cientos de escarabajos que pronto cubrirían su cuerpo con el fin de adentrarse hasta su boca. la sensación que producían en su interior era tan terrible que hubiese deseado arrancarse la piel para extraer a dichos animales. Sin embargo, seguían saliendo para cada vez adentrarse más y más. Notó que la presencia de Sorrow había desaparecido, estaba sola. Su cuerpo se deformaba con cada insecto que entraba en su interior. Desesperadamente arrancaba su cabello al no poder contenerse de aquellos parásitos invasores. Notó que engordaba, su abdomen no dejaba de crecer, como si una prominente masa negra compuesta por los miembros despedazados de escarabajos alojados se compactasen para crear una bola creciente en su interior. Pronto sus ojos oscurecieron, sangraron y explotaron. No veía nada, todo era oscuridad pero aun en este estado podía sentir. los escarabajos tomaron rumbo hacia sus oídos y pronto dejó de escuchar. así mismo empezó a perder la percepción de cada uno de sus sentidos, quedando en la nada. Finalmente explotó.

-¿Es esto una mentira, Bethel? -exclamaba Lord Sorrow -. ¿Es la oscuridad una mentira?

Bethel recién recuperaba su conciencia tras el truco mental que habían aplicado en su ella. Se sentía confusa y desorientada, pero aun lograba mantenerse en pie. Sorrow ya había retirado sus manos de su rostro y había recuperado su tranquila postura frente a su aprendiz. Pronto cayó al suelo y allí permaneció mientras observaba aun confusa a su maestro.

-La luz es una mentira -murmuraba el sith nuevamente -. ¿Que pasaría si nacieras sin vista, oído, gusto, olfato y tacto? ¿Serías capaz sentir la luz, Bethel? ¿O lo único que podrías sentir sería la oscuridad? Aun así, nunca podrás entenderlo hasta que no sepas quién eres -agregaba con decepción.

Bethel se incorporaba nuevamente frente a su maestro con la mirada firme y decidida. Su respiración había aumentado al igual que la frecuencia de sus latidos. Parecía que una nueva persona se había levantado del suelo. Sin siquiera pestañear y con su peor expresión calcada en su rostro se dirigió al maestro.

-Yo soy el corazón de la oscuridad, maestro.

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