La Segunda Titanomaquia.
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La Segunda Titanomaquia.
Es una mezcla entre mitología y Star Wars, así que les parecerá raro, pero igualmente, espero que lo disfruten. Es algo nuevo y espero que os guste.
Un radiante sol iluminaba los verdes paisajes de Ossus. La luz entraba por los grandes ventanales de los pasillos, iluminando por completo el Templo Jedi, donde sus integrantes paseaban tranquilos, hablando con sus Maestros, contando leyendas, rumores sobre el Consejo Jedi, pero ningún Jedi estaba quieto. En la biblioteca, se podía contemplar que en sus rústicos bancos se sentaban el Maestro Whie con un grupo de iniciados, quienes recibían una tarea y con ayuda de los archivos hacían la tarea que el Maestro les mandó. En el jardín se encontraban el Maestro Soul, los Guardianes Athanos y Bos hablando acerca de la organización de las posteriores clases. Los demás miembros estaban en los entrenamientos con el Consular Rakdos y el Centinela Seltar.
-Hander, no muevas así la muñeca o te podrán atacar por el costado - le comentaba el Centinela al Padawan.
-Perdón Seltar, estoy acostumbrado - le respondía el Padawan.
-No pasa nada, entrena con otro movimiento de muñeca y podrás defender los cortes como es debido - le decía Seltar mientras le colocaba la muñeca.
En ese preciso momento, algo impactó en la superficie del planeta. Levantó grandes olas de aire, las cuales rompieron los grandes ventanales del Templo, obligando a dejar las tareas que ejercían todos los integrantes de éste. La ola de aire parecía haber desaparecido. Los jedis, al escuchar las órdenes del Maestro Whie, fueron a gatas hacia la biblioteca, el único lugar sin ventanas y en el cual podían estar más seguros que en cualquier otra parte del Templo. Todos se pegaron a las paredes, observándose entre ellos y tragando saliva.
Permanecieron en silencio apoyados en las paredes, mirando la puerta de la biblioteca. Se podía ver que un chorro de sangre recorría parte del pasillo del Templo. Asombrados, todos miraban a sus alrededores mirando quien faltaba.
-¡Sus! - gritó el Consular Rakdos levantándose de golpe, sin pensar en lo que podría haberle pasado.
El Consular se dirigió velozmente siguiendo al reves el pequeño río de sangre, hasta llegar a el cuarto del Padawan. Abrió la puerta rápidamente, pisando la sangre y salpicando la sangre por cada pisada que daba, manchándose la túnica y el bigote. Tras pasar la puerta, pudo observar que su hijo estaba en el suelo, y a simple vista pudo observar que cuatro cristales se le habían clavado en la pierna derecha. El Consular, se agachó rápidamente y le levantó del escritorio, donde estaba con la cabeza apoyada mirando hacia la ventana rota con los ojos cerrados. Rakdos, el tomó el pulso. Aún estava vivo. El Consular, escuchaba que unos pasos se acercaban por el sonido del charco de sangre que salía de la habitación. Los pasos se acercaban y el Consular cerró la puerta con la Fuerza. El Padawan fue trasladado a la cama del cuarto en brazos del Consular, quien su túnica se había vuelto de un rojo oscuro. Sus empezó a moverse, cada vez respirando más fuerte y su pecho elevándose con más fuerza. Abrió los ojos y pudo observar el rostro de su padre, quien estaba tranquilo, con un trapo limpiándole la sangre.
-P-Padre...-tartamudeó el Padawan gimiendo de dolor al intentar mover la pierna.
-Quieto, Sus, estás herido - le dijo el Consular mientras lo acomodaba.
-¿Qué ha pasado, padre? - preguntó Sus girando su cabeza para poder observar el panorama de al rededor suya.
-No lo sé hijo, solo sabemos que hubo una explosión... - le contestaba el padre mientras se concentraba - Ahora no hables ni hagas nada. Toma, muérdelo - añadía el Consular mientras se arrancaba de su túnica un trozo de tejido y se lo entregaba.
El Padawan se metió doblado el tejido a la ropa, cerrando los ojos y esperando un inmenso dolor. El Consular, con paciencia, empezó a sacar con ayuda de la Fuerza cada uno de los cristales incrustados en la pierna de su joven hijo y aprendiz. El Padawan gemía de vez en cuando, cuando no podía soportar el dolor. El Consular terminó de sacar los cuatro cristales, los envolvió en otro trozo de túnica y los guardó en una caja que había detrás suya. Cuando se dió la vuelta, pudo ver que su hijo había quedado dormido del dolor. Rakdos, cogió un vaso de agua y mojó un paño en el, humedeciendolo. Cuando lo tubo bien humedecido, se lo colocó a su hijo en la frente. El Consular, miró por la ventana. Tras el ventanal roto, se podía observar una humareda que provenía de un gran hoyo provocado en la superficie del planeta de Ossus. El Consular, preocupado, retiró la mirada y observó a su hijo. Se sentó en el borde de la cama, acariciándole mientras dormía. El Consular empezó a recordar un sueño que tuvo...
Vista del hoyo desde la habitación del Padawan.
Se encontraba en el salón de clases con un Caballero, que le estaba contando la historia del Código Jedi. Mientras repasaban el Código Jedi, escuchó un grito que provenía del jardín. En él, se encontraba una mujer vestida con túnicas blancas, recogidas por un broche y al descubierto el hombro derecho junto con el seno, sujetando una lanza y sobre su cabeza un casco El Consular rápidamente se la acercó.
-¿Señorita? - le preguntó el Consular
La mujer parecía joven, con un atractivo físico y el poco pelo que se podía observar, era ondulado por los laterales y listo por detrás. Ésta, no respondió a la llamada del Consular. Éste, se acercó a ella observándola cada vez más de cerca. La mujer estaba como una estatua, sin moverse. Rakdos, con muchas preguntas en su cabeza, la tocó del hombro, pero no llegó a tocarlo. Su brazo atravesó el hombro de la mujer. El Consular, dió la vuelta para mirarla el rostro. La mujer tenía un rostro hermoso, sin duda, el mejor que podía haber visto el Consular en sus años de vida.
-¿Quién eres? - le preguntó nuevamente el Consular, mientras la intentaba cambiar el objetivo de sus ojos.
Ésta movió sus ojos directamente a los del Consular. Éste parecía algo nervioso, no sabía quién era esa mujer, por qué estaba allí y por qué su mano atravesó su hombro.
De repente, del cielo cayeron rápidamente unas sombras blancas, que provocaron un poco de polvo, lo cual cegó al Consular. Cuando pasó el polvo, pudo observar un grupo de personas, equipadas con distintos objetos.
-¿Ésto qué es? - preguntó Rakdos observando los rostros.
-Somos los dioses del Olimpo. Venimos de otra Galaxia, del planeta Tierra. Allí, vivimos en el Monte Olimpo. - respondió al Consular un hombre con una melena marrón y un poco anciano, vestido con una armadura plateada, que desprendía algun brillo que otro.
-¿Dioses? - preguntó nuevamente el Consular - Además, ¿para qué habéis venido? - preguntó seguido con curiosidad.
-Sí. Hemos venido para ayudaros contra un ejército que se levanta en Korriban. No sólo lucharéis contra esos tipos llamados Sith, sino también con los Titanes, no todos, pero con la mayoría de los hermanos que sobrevivieron a la titanomaquia. - le respondió ahora una mujer.
-Entiendo... ¿Cómo habéis dicho que os llamábais? Por cierto, ¿titanomaquia? - preguntó de nuevo el Consular.
-Mi nombre es Zeus, soberano de los dioses y humanos. Administro la justicia. Éste es Apolo, Dios de la adivinación y el arte. Aquel es Ares, Dios de la Guerra, esa de allí Atenea, Diosa de la sabiduría. Y aquel es Poseidón, Dios de los mares. - respondió Zeus - Ahora más tarde vendrán mas dioses, pero hemos venido para avisaros, no tardarán mucho los enemigos en venir. Estaremos preparando las cosas. Ah, y la titanomaquia te la explicaré en otro momento - añadió el Dios mientras un humo provocaba la ceguera del Consular, que al abrir los ojos no encontró a ningun individuo.
El Consular, mareado, se frotó la frente. Las palabras del anciano Dios le provocó preocupación. ¿Qué pasaría si eso fuera verdad? ...
La Segunda Titanomaquia
Un radiante sol iluminaba los verdes paisajes de Ossus. La luz entraba por los grandes ventanales de los pasillos, iluminando por completo el Templo Jedi, donde sus integrantes paseaban tranquilos, hablando con sus Maestros, contando leyendas, rumores sobre el Consejo Jedi, pero ningún Jedi estaba quieto. En la biblioteca, se podía contemplar que en sus rústicos bancos se sentaban el Maestro Whie con un grupo de iniciados, quienes recibían una tarea y con ayuda de los archivos hacían la tarea que el Maestro les mandó. En el jardín se encontraban el Maestro Soul, los Guardianes Athanos y Bos hablando acerca de la organización de las posteriores clases. Los demás miembros estaban en los entrenamientos con el Consular Rakdos y el Centinela Seltar.
-Hander, no muevas así la muñeca o te podrán atacar por el costado - le comentaba el Centinela al Padawan.
-Perdón Seltar, estoy acostumbrado - le respondía el Padawan.
-No pasa nada, entrena con otro movimiento de muñeca y podrás defender los cortes como es debido - le decía Seltar mientras le colocaba la muñeca.
En ese preciso momento, algo impactó en la superficie del planeta. Levantó grandes olas de aire, las cuales rompieron los grandes ventanales del Templo, obligando a dejar las tareas que ejercían todos los integrantes de éste. La ola de aire parecía haber desaparecido. Los jedis, al escuchar las órdenes del Maestro Whie, fueron a gatas hacia la biblioteca, el único lugar sin ventanas y en el cual podían estar más seguros que en cualquier otra parte del Templo. Todos se pegaron a las paredes, observándose entre ellos y tragando saliva.
Permanecieron en silencio apoyados en las paredes, mirando la puerta de la biblioteca. Se podía ver que un chorro de sangre recorría parte del pasillo del Templo. Asombrados, todos miraban a sus alrededores mirando quien faltaba.
-¡Sus! - gritó el Consular Rakdos levantándose de golpe, sin pensar en lo que podría haberle pasado.
El Consular se dirigió velozmente siguiendo al reves el pequeño río de sangre, hasta llegar a el cuarto del Padawan. Abrió la puerta rápidamente, pisando la sangre y salpicando la sangre por cada pisada que daba, manchándose la túnica y el bigote. Tras pasar la puerta, pudo observar que su hijo estaba en el suelo, y a simple vista pudo observar que cuatro cristales se le habían clavado en la pierna derecha. El Consular, se agachó rápidamente y le levantó del escritorio, donde estaba con la cabeza apoyada mirando hacia la ventana rota con los ojos cerrados. Rakdos, el tomó el pulso. Aún estava vivo. El Consular, escuchaba que unos pasos se acercaban por el sonido del charco de sangre que salía de la habitación. Los pasos se acercaban y el Consular cerró la puerta con la Fuerza. El Padawan fue trasladado a la cama del cuarto en brazos del Consular, quien su túnica se había vuelto de un rojo oscuro. Sus empezó a moverse, cada vez respirando más fuerte y su pecho elevándose con más fuerza. Abrió los ojos y pudo observar el rostro de su padre, quien estaba tranquilo, con un trapo limpiándole la sangre.
-P-Padre...-tartamudeó el Padawan gimiendo de dolor al intentar mover la pierna.
-Quieto, Sus, estás herido - le dijo el Consular mientras lo acomodaba.
-¿Qué ha pasado, padre? - preguntó Sus girando su cabeza para poder observar el panorama de al rededor suya.
-No lo sé hijo, solo sabemos que hubo una explosión... - le contestaba el padre mientras se concentraba - Ahora no hables ni hagas nada. Toma, muérdelo - añadía el Consular mientras se arrancaba de su túnica un trozo de tejido y se lo entregaba.
El Padawan se metió doblado el tejido a la ropa, cerrando los ojos y esperando un inmenso dolor. El Consular, con paciencia, empezó a sacar con ayuda de la Fuerza cada uno de los cristales incrustados en la pierna de su joven hijo y aprendiz. El Padawan gemía de vez en cuando, cuando no podía soportar el dolor. El Consular terminó de sacar los cuatro cristales, los envolvió en otro trozo de túnica y los guardó en una caja que había detrás suya. Cuando se dió la vuelta, pudo ver que su hijo había quedado dormido del dolor. Rakdos, cogió un vaso de agua y mojó un paño en el, humedeciendolo. Cuando lo tubo bien humedecido, se lo colocó a su hijo en la frente. El Consular, miró por la ventana. Tras el ventanal roto, se podía observar una humareda que provenía de un gran hoyo provocado en la superficie del planeta de Ossus. El Consular, preocupado, retiró la mirada y observó a su hijo. Se sentó en el borde de la cama, acariciándole mientras dormía. El Consular empezó a recordar un sueño que tuvo...
Vista del hoyo desde la habitación del Padawan.
-¿Señorita? - le preguntó el Consular
La mujer parecía joven, con un atractivo físico y el poco pelo que se podía observar, era ondulado por los laterales y listo por detrás. Ésta, no respondió a la llamada del Consular. Éste, se acercó a ella observándola cada vez más de cerca. La mujer estaba como una estatua, sin moverse. Rakdos, con muchas preguntas en su cabeza, la tocó del hombro, pero no llegó a tocarlo. Su brazo atravesó el hombro de la mujer. El Consular, dió la vuelta para mirarla el rostro. La mujer tenía un rostro hermoso, sin duda, el mejor que podía haber visto el Consular en sus años de vida.
-¿Quién eres? - le preguntó nuevamente el Consular, mientras la intentaba cambiar el objetivo de sus ojos.
Ésta movió sus ojos directamente a los del Consular. Éste parecía algo nervioso, no sabía quién era esa mujer, por qué estaba allí y por qué su mano atravesó su hombro.
De repente, del cielo cayeron rápidamente unas sombras blancas, que provocaron un poco de polvo, lo cual cegó al Consular. Cuando pasó el polvo, pudo observar un grupo de personas, equipadas con distintos objetos.
-¿Ésto qué es? - preguntó Rakdos observando los rostros.
-Somos los dioses del Olimpo. Venimos de otra Galaxia, del planeta Tierra. Allí, vivimos en el Monte Olimpo. - respondió al Consular un hombre con una melena marrón y un poco anciano, vestido con una armadura plateada, que desprendía algun brillo que otro.
-¿Dioses? - preguntó nuevamente el Consular - Además, ¿para qué habéis venido? - preguntó seguido con curiosidad.
-Sí. Hemos venido para ayudaros contra un ejército que se levanta en Korriban. No sólo lucharéis contra esos tipos llamados Sith, sino también con los Titanes, no todos, pero con la mayoría de los hermanos que sobrevivieron a la titanomaquia. - le respondió ahora una mujer.
-Entiendo... ¿Cómo habéis dicho que os llamábais? Por cierto, ¿titanomaquia? - preguntó de nuevo el Consular.
-Mi nombre es Zeus, soberano de los dioses y humanos. Administro la justicia. Éste es Apolo, Dios de la adivinación y el arte. Aquel es Ares, Dios de la Guerra, esa de allí Atenea, Diosa de la sabiduría. Y aquel es Poseidón, Dios de los mares. - respondió Zeus - Ahora más tarde vendrán mas dioses, pero hemos venido para avisaros, no tardarán mucho los enemigos en venir. Estaremos preparando las cosas. Ah, y la titanomaquia te la explicaré en otro momento - añadió el Dios mientras un humo provocaba la ceguera del Consular, que al abrir los ojos no encontró a ningun individuo.
El Consular, mareado, se frotó la frente. Las palabras del anciano Dios le provocó preocupación. ¿Qué pasaría si eso fuera verdad? ...
Continuará...
Rakdos- Mensajes : 1056
Fecha de inscripción : 19/08/2011
Edad : 31
Re: La Segunda Titanomaquia.
Tiene buena pinta haber como continua
Seiya Kenobi- Mensajes : 1235
Fecha de inscripción : 24/08/2011
Edad : 34
Localización : Orden jedi De Tython
Re: La Segunda Titanomaquia.
Está bastante bien, Aun que vi que te dijeron que no a este roleo, te esta saliendo muy bien, te puedo decir que esto a sido un sueño, eso si que a podido pasar, tener un sueño de este tipo, Asi podrias hacer tu roleo, y acabando en una pesadilla o algo.
Soygarruxero- Mensajes : 228
Fecha de inscripción : 18/08/2011
Localización : Kalsunor; Orden Oscura
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