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Ya no habrá tristeza

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Mensaje por Habbo Wars Dom Nov 01, 2015 6:58 pm

Autor: Sakdrom

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Prólogo: Réplicas del pasado

Mucho tiempo había pasado. Más nada había sido olvidado. Horrores que habían influido en la vida de un humano. Horrores, con sabor a sangre, con gusto a muerte. Todo estaba en su cabeza, en reposo. ¿Acaso no es la Fuerza esa energía omnipresente, la cual es utilizada según los criterios de cada ser? Pues ya había encontrado un uso para la misma: Venganza. Algo muy común entre los Sith, si se deja la traición de lado. Arremeter contra aquél que le jugó una mala partida. Como en el Dejarik, como en el Pazaak. Históricamente son un círculo de traiciones; como el mismo anillo de Geonosis.

Se consideraba a sí mismo un sujeto impredecible. Pues nada había sido igual desde Dromund Kaas. No, nada. Cuando el crimen cometido es entre Sith, sus nombre son olvidados. Pero cuando es un Jedi el que concluye con la vida de una alma oscura, sus acciones quedan grabadas. No para ser olvidadas, si no para ser recompensadas...con sangre. Ojo por ojo. Y este era el sentido de su vida. Su meta, su fin. Era un guerrero, un ser que quería ver morir al hombre que asesinó a su familia. Ya no era ese dulce joven que estudiaba "Filosofía Sith - Tomo I" antes de dormir. No, ahora era un vengador. Y no se lo tomaba a la ligera.

Su destino era Dantooine. Aquél planeta en donde existe un Enclave Jedi, que en sus días fue el hogar de muchos de los más famosos Jedi de la Galaxia. Revan se adiestró allí. El maestro Vrook, el maestro Zhar, el maestro Vandar. El mismo título: "Maestro". Un "Maestro" asesinó a sus padres. ¿Coincidencias? Quizá, pero como sabrán, las casualidades no existen con la Fuerza. ¿Seguirá siendo un cráter en honor a La Gran Guerra Civil Jedi? ¿O acaso es ahora la residencia de nuevos aspirantes a convertirse en "Guardianes de la Justicia"? De momento, se encontraba a años luz.

Viajaba ligero. Ni siquiera era su nave, iba en una lanzadera turística. Un sable láser carmesí colgaba de su cinturón, amarrado a su vestimenta inferior, en su cintura. Una capa oscura cubría su cabeza, que ocultaba una espeluznante mueca del mal. Su mascara le hacía parecer un Lord Sith, aunque apenas era un novicio. Parecía Darth Malgus. Aunque claro, Sakdrom tenía cabello. La lanzadera arribó, como ave que llega a su nido para alimentar a sus pichones. No había un hangar, todo era a plena vista. Khoonda se encontraba a unos cuantos pasos del Sith, que apenas se disponía a bajar de la nave. Encontrar a un Jedi es difícil; encontrarlo entre otros Jedi sugiere una experiencia superior. Pero para un vengador, los límites no existen. Sólo la pasión, sólo la Fuerza, sólo el poder, sólo la victoria.

Continuará...

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Mensaje por Habbo Wars Dom Nov 01, 2015 6:58 pm

Capítulo I: El sendero del mal


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Hermosos lagos rodeaban la lanzadera. Valles llenos de vida. Colonos realizando sus respectivas tareas. Mercaderes vendiendo sus personalizables objetos, destinados al consumo de los demás. Un ambiente admirable; más la visión del Sith era otra. Pues claro, nada es lo que parece. Un habitante común jamás osaría pensar que el planeta es una madriguera de Jedi. Pero Sakdrom no piensa como alguien normal. Piensa como un Sith. Y como todo Sith, no titubea a la hora de alcanzar el poder.

Un edificio se encontraba al final del camino. Parecía custodiado, como el mismo Senado de Coruscant. Aunque apenas era un destacamento. Un establecimiento. Torretas de defensa formaban un cuadrado alrededor de dicho lugar. No era ni más ni menos que Khoonda. Ecos de una antigua batalla resonaban en el sendero. Tan solo penas del pasado. Como la estatua que a un costado había sido construida. La figura de un hombre se hacía presente. Un soldado. Zherron, capitán de la milicia por la época del “Triunvirato Sith”. Una leyenda en el planeta.

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La entrada al edificio se encontraba sin cerradura. Todos eran “bienvenidos”, como si la galaxia no tuviera vándalos asesinos. No, este lugar estaba protegido por otro tipo de seguridad. Protectores, con aroma a Jedi. Eran irreconocibles, más no invisibles. Sus capas tapaban su rostro, pero sus túnicas no tapaban su “luz”. El aura luminosa de un Jedi fácilmente puede ser vista por un Sith. Como el sólo ver del sol de cada día en Dantooine.
Parte de la milicia del lugar se encontraba apostada en una puerta diferente a las demás. ¿Estarían allí los Maestros Jedi? ¿Estaría allí aquél ser que arrastró a dos Sith a las profundidades de la vida? ¿O quizá algún holocrón? Encontraría allí a la supervisora. Sánina Adare. Sus antepasados corrieron el mismo destino, la misma senda. El joven Sith se acercó hacia ella, más los guardias no se despegaron de él. Una cara nueva en la zona suponía, tal vez, una emboscada.

Sakdrom: - Veo que la seguridad no tiene espacios vacíos, Administradora.

Adare: - Sánina, Sánina Adare. Disculpe las hostilidades. Hace tiempo que no sufrimos ataques pero, por cómo está la galaxia, prefiero no arriesgarme. Desde la Gran Guerra Civil Jedi, muchos mercenarios levantan sus campamentos en las cercanías del establecimiento. En su momento, Azkul fue el principio. No quisiera ver una continuación.

Viejos augurios. Una gran tempestad había acechado Dantooine por aquél entonces. No era climática, sino cultural, política y económica. Aquellos mercenarios guiados por Azkul y Topak produjeron conflictos entre los colonos y la milicia. Claro que fueron rechazados… por Jedi. Como si fueran eficaces Sith que andan en búsqueda del poder. Sólo eran mercenarios. Sin embargo, bien muertos estaban. No demostraron ser lo suficientemente eficaces. O al menos eso pensaba Sakdrom.

Sakdrom: - Algo de no creer – comentaba el Sith, cuya presencia no generaba molestia en los Jedi – Sin embargo, el que esté yo aquí no tiene nada que ver con la Guerra. Soy un turista, nacido en Coruscant - había mentido, ya que el Sith era de Dathomir - Me sugirieron explorar las ruinas del “Enclave Jedi”.

Adare: - Con que buscas mi autorización – no parecía estar de acuerdo, ya que se notaba su preocupación en su rostro – las visitas estaban disponibles hace tiempo. Ahora, los Jedi lo han tomado con el fin de adiestrarse en su arte.

Sakdrom realizó un ademán con su siniestra, el cual sincronizó con sus labios. Esbozó unas simples palabras, como si ya lo hubiera hecho antes. “No creo que haya problema en realizar tan sólo una visita”. Adare repitió sus dichos, como un droide de protocolo en reparación. Y al parecer, el permiso estaba concedido. La persuasión es un don que pocos tienen, pero con la fuerza, este puede hacerse mundial. No hay límites para la Fuerza, no existen.

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La caminata había sido cansadora, como si se estuviese en el mismo desierto de “Dunde Sea”, en Tatooine. Aún así, un Sith adiestrado en el arte de la magia oscura no puede sentir sueño, o cansancio, o vagancia. Va contra sus principios. La Fuerza no tiene descanso, sólo fluye sin parar. Sin embargo, allí estaba. El famoso “Enclave Jedi”. Todo estaba en su lugar, reparado. Los cráteres que habían provocado el fuego enemigo habían desaparecido, más la neblina de los ecos de la guerra se había disipado. Muchos Jedi estaban allí, apostados como guardianes. La Fuerza oculta muchos secretos, pero la pureza hallable en la Fuerza Oscura no permite dudas. Y eso es algo que de seguro los Jedi observaron. Se encontraban atentos, nada los distraía. No parecía haber manera de entrar; pero un Sith debe ver a través de la decepción.

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Mensaje por Habbo Wars Dom Nov 01, 2015 6:58 pm

Capítulo II: Augurios

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La forma que los Sith utilizan para reunir fuerza es fácilmente detectable, y se diferencia de manera clara con la de los Jedi. Mientras que estos últimos permanecen serenos ante cualquier situación, además de obtener la fuerza mediante su "meditación"; las entes del mal se dejan guiar por sus emociones. Pasan a controlar sus decisiones. Sentimientos que a la larga les permiten alcanzar el poder máximo.

El Enclave Jedi presentaba miembros de la Orden, junto con Maestros, Caballeros y Padawans. Y allí se encontraba Sakdrom. Su capa ocultaba su rostro, cuya expresión no mostraba ningún signo de cobardía. En ese momento, su mente estaba repleta de pensamientos. No lograba mantenerla en blanco. Opciones, elecciones; cuya respuesta aún no podía hallar. Sin embargo, en los momentos en los que todo parece estar perdido, el cerebro - y sobre todo el cerebro humano - trae sorpresas que ni uno se espera. A estas ocurrencias se las denominan "mentes brillantes". ¿Qué haría un Jedi en una situación similar? Pensar como el enemigo, sentir lo que él siente, hacer lo que él no haría. Una enseñanza de Darth Traya, sin lugar a duda.

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El honor se le atribuye básicamente a los Jedi. Morir con honor es una muerte digna. Prefieren dejar el mundo con la frente en alto. Y eso los vuelve vulnerables. Un Sith debe llegar más allá de eso. No debe dejar que el título de "Muerte Digna" le consuma. El honor no existe, sólo la pasión.

Sakdrom pensó de manera cautelosa, como el mismo Darth Sidious y su "Estrella de la Muerte". Su destino aún no se acababa de escribir; pues con La Fuerza, nada está sellado. Nada. Decidió que su viaje no debía terminar en ese preciso momento; por lo que se alejó de la zona, volviendo al establecimiento colono. Todo era igual, la seguridad no había disminuido; más los habitantes habían aumentado. Parecía Nar Shaddaa. Una multitud se encontraba frente a la oficina de la administradora. Gritos e insultos eran lo de menos, ya que algunos vándalos comenzaban a dejar su firma. - ¿La República no hará nada? ¿O los Jedi? No podemos seguir así. Esos mercenarios nos acribillarán! -. Parecían enojados, pero con la fuerza, nada es lo que parece. Estaban indignados. Y por alguna razón, el Sith supuso que de alguna manera lograría sacar provecho de aquella situación.

Tras acercarse a la multitud incansable, Sakdrom logró llegar hasta Sánina Adare, en donde llegó a intercambiar unas palabras; como si hubiesen sido amigos de toda la vida.

Sakdrom: - Creo tener la solución. Esos mercenarios parecen muy brutos, pero de seguro con unas palabras se calman.

Sabía que no iba a ocurrir. Es como decirle a un rancor que no cace, o a un cannok que no coma. Iba contra el código de los asaltantes, contra sus principios.

Adare: - Si se tiene fe, le confío Khoonda. Vaya en paz.

Sakdrom: - Veré que puedo hacer - en voz baja continuaba - la paz es una mentira, sólo importa la pasión.

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El viaje fue corto, como el mismo parpadeo de cada mañana. El campamento se encontraba fuertemente custodiado, no iba a ser fácil entrar. Pero La Fuerza no tiene límites, tampoco los tiene el novicio que la posee. Como un "bothan" se escabulló hasta la zona menos protegida, en la que apenas permanecían dos custodios. Aún así, el camino estaba lleno de minas de fragmentación. Como aquellas utilizadas en Peragus II. Claramente, podía saltarlas, pero para entonces, los mercenarios ya le habrían mutilado. Sin embargo, un Sith debe ver más allá de la decepción. Alzó su siniestra, y junto a un leve movimiento de manos, logró levitar una roca que permanecía a su lado. Su control era innato, y su manejo demostraba sus capacidades. Parecía un Sith adiestrado en el arte oscuro, aunque apenas salía de la academia. Con un movimiento suave como la brisa de Dantooine, arrojó dicha roca, la cual activó una mina, ocasionando una explosión; alertando a los mercenarios, quienes corrieron en busca de una explicación. Pero para entonces, Sakdrom ya había ingresado en el campamento.

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Al fondo de un camino, se encontraba un edificio; un centro. Parecía estar protegido con mucha más seguridad que en los alrededores. ¿Para qué la necesitarían? Si los Jedi no logran nada con su "paz". Pero Sakdrom no era un Jedi. Era un Sith, y sus pensamientos eran muy distintos, muy radicales. Pues, claro, la paz no existe; tan sólo es otra mentira alimentando una galaxia de falsedades. No se deben controlar las emociones, sino dejarlas fluir.

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Mensaje por Habbo Wars Dom Nov 01, 2015 6:59 pm

Capítulo III: Cada cual a donde pertenece

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Existen diferencias entre la sensatez y el orgullo. Básicamente se contrarían. Este último parece ser una gran virtud, pero se asimila más, quizá, a la pérdida de todo. Es una cualidad Sith, muchos la poseen. El presunto poder que dicen tener es fomentado por su orgullo, no sólo por sus emociones. Más un individuo sensato no busca superioridad sobre los demás. La prudencia destaca en él. Pues, claro, un ser prudente vive más que uno egocéntrico y orgulloso. Aunque en cualquier caso, no se debe olvidar de que hablamos de los Sith, no de los Jedi. Si el orgullo alimenta los sentimientos, las emociones, ¿no estaría alimentando al novicio? ¿no estaría aumentando su capacidad de reunir poder, y hacerlo estallar, como el mismo planeta de Peragus II?

La fortaleza estaba completa. Enormes habitaciones suponían zonas perfectas para entrenar, abastecer y suministrar todo tipo de facción. Adiestramiento echani, sin duda. Armamento ligero y pesado yacían a los costados. Todo estaba preparado como para ataques sorpresivos. Los pasillos no se encontraban tan protegidos como la entrada. Era como la cueva Kinrath del planeta donde se encontraba; difícilmente se pueden hallar sujetos allí. Al final del recorrido, una cámara yacía. Parecía un túnel. Finalmente, llegó a un salón en el que parecía estar reuniéndose una gran cantidad de poder.

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Un ser desconocido parecía meditar de pie. No era un caza - recompensas ni un mercenario. No, esta vez era un enemigo más directo. Un Jedi era quien ejercía dicha acción. Y no era cualquiera. Era Jarden Dorak, el asesino de su familia. Aquél maestro Jedi que irrumpió en la paz y tranquilidad que mantenía el clan Sith. Pero claro, la paz es una mentira. La tranquilidad es una mentira. Pero la muerte no es una mentira. Es algo real, algo que existe, algo que iba a suceder en momentos. Ya no habría tristeza, solo venganza.

Jarden: - ¿Buscas respuestas? Me temo que pocas puedo darte
Sakdrom: - No quiero que me expliques algo que ya logré deducir. Los Jedi tienen deberes, como nosotros. Tienen la obligación de restaurar la paz a lo largo de la galaxia. Pero mírame, soy un Sith. Mi misión es asesinarlos, Jedi, y aumentar el poder de mi Orden, el poder de mi existencia, y ejercer terror sobre mis enemigos. No busco tu misericordia, sólo quiero conocer el color de tu sangre

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Hermosos destellos se hacían presentes. El choque del carmesí y el verde sobresalían por todo el terreno. ¿Daría lugar a la muerte del novicio, o a la verdadera venganza añorada desde la juventud?

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Mensaje por Habbo Wars Dom Nov 01, 2015 6:59 pm

Capítulo Final: ¿Encuentras lo que buscas entre los muertos?

¿Acaso la venganza conduce a todo? Memorias de una vida pasada recorrían la mente del acólito. Como revoloteos de aves que permanecen en una zona, sin destino alguno. Ante él, un asesino. Su dominio del Vaapad parecía darle ventaja. Pero con la fuerza, no todo es lo que parece. El rojo del cristal que se hacía presente en el sable del Sith chocaba con la gran hoja verdina del Jedi. Movimientos rápidos lograban un lugar en la batalla. Brincos, con un tal de ganar mejor posición, eran inevitables. Tanto Sakdrom como Jarden trataban de tomar una ligera mejor situación en el combate.

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Sin previo aviso, el combate se detiene. Ambos contrincantes parecen tomarse un respiro, pero, ¿en realidad hacían eso? Quizá, una nueva estrategia se haría presente en la cabeza de alguno, o de los dos.

Sakdrom: - Tus habilidades reflejan tu entrenamiento, Jedi

Jarden: - Tu ira y odio reflejan tu devoción al lado oscuro, joven

Tal vez el intercambio de ideas generó más polémica entre los adversarios. Sakdrom no logró controlar su sed de venganza. Debido a esto, se lanzó nuevamente al ataque; esta vez, el Sith tomaba la iniciativa. Su posición en el combate había cambiado, su estilo pasó a ser ofensivo. Parecía Darth Malgus, cuando se enfrentó a Kao Cen Darach en la recuperación de Korriban. Su determinación era comparable con la de Exar Kun, cuando intentó llevar a los Sith a una nueva edad dorada.

Ataques mortales se hacían presentes. Los intentos del acólito por separar la cabeza del cuerpo del Jedi parecían estar funcionando. El Maestro se encontraba exhausto. Sakdrom era cada vez más incisivo. Trajo como consecuencia una nueva pausa, ya que el peso de la batalla también resonó en el Sith.

Jarden: - Con el tiempo desarrollé una técnica de mentalista. Quizás, cuando acabe contigo, pueda decirte lo que en un futuro logro percibir - ¿Cambiaba de tema? ¿O buscaba que el Sith lo ataque con más furia?

Sakdrom: - Tus pensamientos te traicionan, Jarden. Piensas que vencer a un simple acólito no es la gran cosa. Estarías en lo correcto si no se tratara de mi, ¿o acaso lo has olvidado? Tú alimentaste el odio que hay en mi

El combate había tomado ya cierto nivel. Los sables chocaban con mayor frecuencia e intensidad. Cada tanto, descargas eléctricas sobresalían de la yema de los dedos del Sith, quien buscaba hallar el punto débil del Jedi. Claramente, un maestro conoce la manera de defenderse de dicho ataque. Pero la velocidad de Sakdrom suponía un conflicto para Jarden.

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Finalmente, el Jedi no logró interponerse entre el acólito y su deseo de venganza. Colocándose detrás de él, tomó ventaja de la situación, perforando el pecho de Jarden con su espada. El carmesí era fácilmente confundible con la sangre del maestro, quien comenzaba a entrar en un triste y largo delirio. La luz que pretendía sobresalir entre la oscuridad, finalmente se apagaba. Jarden calló de rodillas, esperando así el golpe final del Sith.

Sakdrom: - Como dije, no puedes vencer a un Sith furioso. Tus habilidades demuestran tu entrenamiento; más pobre habrá sido. En el día de la fecha, un acólito te ha vencido

Jarden: - En ti, mucho dolor puedo percibir. Tal vez este se incremente luego de las palabras que a continuación escuches. Verás, yo me exilié de la Orden Jedi hace tiempo; aproximadamente, antes de cumplir mi cometido ante tus padres

Una revelación parecía aproximarse. Como si todo el sufrimiento tenía una explicación. Sakdrom creía tenerla en la mente todo este tiempo. Pero, como en el dejarik, los peones no siempre avanzan recto.

Jarden: - La persona... que me ordenó hacerlo... fue... - la luz parecía escurrirse desde su alma. La vida comenzaba su cuenta regresiva - Sánina... Sánina Adare

El maestro Jedi dejó este mundo, tal y como lo conocemos, de manera honoraria. Delatar a Sánina fue una manera de redimirse. Jarden se encontraría con muchos de sus antepasados, como Dorak, Vandar, Zhar, Vrook, Kavar, Satele Shan. Con muchos de sus compañeros, entre otros. De ahora en adelante, la luz recorrería su camino. El Jedi se encontraba en un lugar tranquilo, en el que nadie más lograría provocarle un conflicto.

Sakdrom entró en shock. Ese nombre maldito pronunciado hace segundos, significaban una mentira. Una nueva tarea, un nuevo deber. El objetivo había cambiado. Khoonda suponía el terreno en el que una nueva batalla comenzaría. El honor no existe, ni la suerte, ni la paz. La fuerza oculta todos estas características, las olvida en la oscuridad de la ignorancia; las hace desaparecer.

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Epílogo: La Batalla de Khoonda

Los bandos estaban fijados. La milicia protegía el destacamento, mientras que los mercenarios asediaban contra el mismo. Sakdrom se encontraba en la Cámara de Jarden, y junto a él, yacía el cadáver del Jedi. Un escuadrón de los miembros de la banda llegó al lugar. El Sith no había sacado su sable, como si conociera a estos sujetos de toda la vida, y no temiera en lo absoluto en la hostilidad de sus reacciones.

Líder: - ¿Asesinas al Jedi que mantenemos aquí, y no piensas siquiera en correr?

Sakdrom: - ¿Mantenían? Jarden estaba con ustedes sin dudarlo, pero su posición suponía el liderazgo, no la cautividad

Líder: - El Jedi nos generaba lástima. Sin comida ni lugar donde dormir, no duraría más de una tarde en Dantooine. Más con esos sabuesos Kath y los Kinrath. Ahora, dinos, ¿Qué deberíamos hacerte?

Sakdrom: - Si quieren progresar, nada. Únanse a mi, acabaremos con Khoonda y su milicia. Ustedes tomarán el control, y yo dejaré este planeta. Sin embargo, me mantendré en contacto con ustedes

El plan parecía ser perfecto. Los mercenarios comenzaban a bajar sus armas, escuchando con atención las palabras del Sith. ¿Cómo había logrado convencerlos? Sin duda alguna, se trataba de una cualidad nueva en el acólito. Revan tenía esta característica. Él era un líder, y Sakdrom también. Los demás actúan a su voluntad sin siquiera pensarlo, poniendo en riesgo sus vidas.

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El viaje no duró lo suficiente. En un abrir y cerrar de ojos, se encontraban en el puente que conectaba la zona del campamento con el abastecimiento. Y nuevamente, como si ocurriera por decantación, un combate comenzó. La milicia, en conjunto con los Jedi, no eran capaces de detener las bastas hordas que Sakdrom proveía. Los mercenarios traían refuerzos con vibro - machetes y blásters. Al verse la batalla perdida, los sobrevivientes se adentraron en el destacamento. El exterior se encontraba despejado. Esto dio cierto margen de tiempo al Sith y a sus hombres para reagruparse y planear una emboscada.

Sakdrom: - Cuando llegué aquí, noté que las puertas exteriores no funcionaban correctamente. Junto al garaje, existe una que si se abre, no puede ser cerrada de nuevo. Propongo enviar a un grupo, cuya cautela prevalezca entre sus cualidades. El otro grupo ingresará conmigo por la puerta principal, con un tal de resistir la primera oleada

En sintonía, los mercenarios tomaron posiciones. No era comparable con el "Asalto a Coruscant", llevado a cabo por Darth Malgus en sus tiempos, pero el ataque significaba una pérdida importante para la República. Económicamente, claro está.

Los Jedi seguían sin ser capaces de repeler a sus adversarios. Los hombres del acólito llegaron por sorpresa, utilizando generadores de sigilo. Gracias a eso, muchos Jedi y miembros de la milicia cayeron con suma facilidad. Y, con los mercenarios combatiendo, nada le impedía a Sakdrom adentrarse en la Oficina de Adare.

Sánina Adare: - Tú... no puedes hacer esto. Creí que ibas a detener a los mercenarios, no que te unirías a su causa!

Sakdrom: - Yo pensé que mi padre me enseñaría todo lo que aprendí sobre el lado oscuro de la fuerza. Pero no, la orden que salió de tus labios me lo impidió. Estoy aquí para cerrar el círculo que tú creaste. ¿Creíste que no posé mi vista en el medallón que tienes colgando de tu cuello? Pertenece a mi familia, y Jarden te lo entregó. Supuse que así serían las cosas

El carmesí del sable de Sakdrom volvió a hacerse presente. Como una suave brisa en Ord Mantell. El movimiento fue tan rápido, que pocos lo hubieran percibido. Tan rápido como desapareció, el dolor también. El Sith había asesinado a aquellos que le habían generado un profundo sufrimiento. Como última acción, quitó el colgante del cuello del cadáver, para guardarlo entre sus túnicas. El destacamento no tenía administrador, y los colonos estarían bajo la voluntad de aquél que asumiera el poder. El líder de los mercenarios, orgullosamente, se autoproclamó como jefe del lugar. Sakdrom no se opuso, al contrario, ya que había encontrado un aliado que le informase acerca de los cambios de Dantooine.

Líder: - Lograste en unas horas lo que nosotros no logramos por décadas. Tu presencia aquí fue de suma importancia. Estoy seguro de que tu destino te pertenece, y de que el camino que elijas te guiará hacía aquello que más anhelas. Permíteme entregarte este holograma, logrará que te comuniques con nosotros

Sakdrom aceptó el presente, para luego salir por la entrada principal; aquella que había atravesado con el fin de acabar con la vida de Adare. Una lanzadera estaba a punto de salir. ¿Su destino? Prakith, la residencia de la Orden Sith. Allí finalizaría su entrenamiento para, a futuro, convertirse en los de los Sith más temidos a lo largo de la galaxia. Pues ya no habría tristeza, sólo el lado oscuro.

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