[Historia] Incuerdo

¿Como pudo alguien así llegar a tal cargo dentro de la república?, ¿Como pudo alguien así sobrevivir?... Muchas preguntas así he tenido que soportar a lo largo de los años, muchas más de las que me hubiesen gustado. Todos tenemos dentro de nosotros un "ángel" y un "demonio", el problema que tengo yo, es que en mi interior habitan dos demonios malignos. Durante muchos años he tenido que vivir dentro de un laberinto mental en el que muchos se perderían.

Y, a pesar de tantas ofensas hacia mi persona, aquí sigo, un día mas haciendo bien mi trabajo. Me encontraba en una de las celdas del templo de Esseles, donde debía interrogar a un miembro de una peligrosa organización del crimen.

- Bien bien... ya veo que no tienes ganas de colaborar... -Saqué mi cabeza de la celda y cerré la puerta al volver a entrar- así que yo te obligaré a hacerlo.

Rebusqué en mi cinturón y hallé una corta daga que aproximé a la cara del sujeto. Lentamente enterré entre gritos la punta afilada en su ojo derecho, dibujando una especie de 'x' rebosante de sangre oscura y coágulos. Tras mi pequeña petición a que colaborase, el preso quedó inconsciente a causa del dolor y al derramamiento de tanta cantidad de sangre. Acerqué mi cara a su herida y la observé atentamente. "Bueno, podremos decir que intentaste huir y tuve que matarte".

Me quité la chaqueta y la colgué cómodamente en el respaldo de la silla, justo antes de colocarme unos guantes de látex que llevaba colgando en uno de los bolsillos del pantalón. Haciendo uso del mismo cuchillo, comencé a destrozarle a puñaladas el pecho, hasta que salieron a la luz los dos pulmones. Tiré la pequeña arma al suelo y con mis propias manos saqué los dos órganos del cuerpo de un tirón.

Pasé la lengua por mis labios observando aquel rico manjar, pero, justo en el momento en el que me iba a llevar a la boca mi cena del día, la puerta se abrió, dejando ver el cuerpo de uno de los guardianes de las celdas. Se quedó petrificado al ver aquella escena, el miedo le había paralizado el cuerpo por completo, bajo la atenta mirada de Krisis. "No tenías que haber entrado.. y eso te costará la vida". El republicano intentó huir al grito de "Loco" saliendo a toda prisa de la estancia.

"Loco... loco... loco..." tantas veces había escuchado esas palabras que ya hasta me resultaban agradables en cierto modo. Me había acostumbrado tanto ya a que me trataran como a un enfermo mental que había llegado a convertirme en uno. Suspiré y del cinturón saqué una westar 34, con la que acerté de lleno en la cabeza del guardia. "Hijo de puta, me manchaste la chaqueta de sangre" dije mientras introducía la punta del pie en el cráter ocasionado por el disparo. Tomé el cuchillo nuevamente y volví a repetir la ceremonia sacando sus órganos respiratorios para saciar así mi hambre.

Una vez terminada la cena, del cinturón del republicano muerto tomé su sable láser y troceé cada centímetro de los dos cuerpos, quedando reducidos a pequeños trozos de carne inerte. Antes de guardarlos en la saca que había en la sala, en mi cerebro sonó un click y mi expresión facial cambió totalmente. "Otra vez lo he hecho", "Tan sólo soy un monstruo incapaz de controlarse", pero ya era demasiado tarde, una vez más mi demonio interno se había apoderado de mi cuerpo y había saciado su hambre a placer, así que tan sólo me quedaba terminar el trabajo y deshacerme de las pruebas para no ser juzgado por mis superiores, y, seguramente sentenciado a muerte.

Salí del lugar con la saca y llegué hasta uno de los lagos del exterior, donde tomé una piedra en el suelo y la até a la bolsa momentos antes de tirarla al agua, donde quedó sepultada para la eternidad. "Ya paso todo".

- Krisis, ¿Que haces aqui? -Sonó la voz del Maestro Kai- ¿Que pasó con el apresado?

- Ha huido Maestro Kai, intenté detenerlo, pero al parecer sus aliados vinieron a buscarlo para llevárselo a quien sabe donde.

El Maestro Kai asintió viendo la sonrisa que se dibujaba en la cara de su subordinado y compañero. Este comenzó a caminar en dirección al templo con esa misma felicidad, pero el Maestro jedi se había fijado en la mancha de sangre fresca en el cuello de la chaqueta.

Continuará...