[Roleo de Primus Goluud] De la pasión a la locura.

No podía conciliar el sueño. Tenía miedo de hacerlo, mucho miedo. ¿Era posible que un vástago como él pudiese siquiera llegar a sentir miedo? ¿era correcto que alguien de su especie, alguien de su estirpe pudiese llegar a aceptar el miedo?. Se suponía que el era un Sith, que él abrazaba al miedo y no al revés. Pero... aquí nada parecía llevar una línea lógica, al contrario, todo estaba de cabezas. Allí yacía él en su habitación, tratando de huir de sus fantasmas, tratando de escapar de algo que no era real, algo que jamás existió y que jamás existiría.
Pero era tan real... casi tangible.

Golpeó con fiereza la pared tratando de aliviar el dolor mental, tratando de reemplazar el mismo por otro mucho más real, mucho más físico. Notó como la sangre se escurría entre sus nudillos y pudo sentir alivio por un instante. Estaba volviendo a la realidad, estaba despertando.

Su cuerpo convulsionó y por un instante casi salió disparado de su cama. Al abrir sus ojos, notó como todo su cuerpo estaba bañado en un cálido y asqueroso sudor. Había vuelto a la realidad que el tanto añoraba.

- Estás sangrando -murmuró una voz desde la oscuridad, seguido de una larga y pausada carcajada.

El miedo lo envolvió de inmediato. ¿Cómo era posible que aquella presencia lo hubiese seguido al mundo físico? ¿cómo había logrado escapar de la barrera que su mente se había auto impuesto?. Desvió la mirada hacia el origen de la voz y allí solo encontró a la nada misma. Se tomó la cabeza con ambas manos y comenzó a agitarse entre las sábanas, recitando plegarias en su cabeza una y otra vez.

Las voces jamás se callaban, ni un momento. El sabía que no existían, pero allí estaban... en su cabeza. En todo momento, en cada lugar, cada vez que abría sus ojos allí estaban los espectros del pasado, mirándole. La única manera de silenciar aquel mundo caótico era leyendo, era sucumbirse en la locura de las páginas antiguas, absorber el conocimiento que otros dejaron para las futuras generaciones.

Todo era perfecto, sentir como las palabras ingresaban en su mente y allí se quedaban, no se escapaban, claro que no, estaba prohibido que se escapen. Esbozó una asquerosa sonrisa mientras balanceaba su cuerpo a un costado de la habitación, recitando una vez más en voz altas los viejos textos. Dejando que la locura abordara su mente.



Y una vez que ella entraba, por nada en el mundo volvería a salir.