[Roleo] Espectro
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[Roleo] Espectro
Capítulo I - Incursión
45 DGLS - Estrella de la Muerte
Allí abajo, sumido en aquel inmenso vacío oscuro, rodeado por las incontables estrellas, se hallaba él. Gigante, poderoso, imponente. Aquel que acogía en su regado a los fieles servidores de la oscuridad, aquellos que sometían la Galaxia a sus pies con una firme voluntad de hierro, y exterminaban a quienes eran lo suficientemente locos como para negarse a obedecerlos. Desde la estación espacial, en el puesto de mando, podía observarlo. Dromund Kaas, capital del Imperio Galáctico y la Orden Sith, guardaba en sus entrañas una extraña edificación, conocida como el Templo Oscuro, un antiguo lugar de culto a la oscuridad, donde los antiguos espíritus de los sith permanecían, atormentados, dañinos, retorciéndose en su propia miseria, a la espera de la entrada de exploradores atrevidos, para tomar posesión de ellos y volver a sentir el placer de la carne.. un placer que ya no le llamaba. Separó la vista del cristal e inició una marcha sin rumbo por los interminables pasillos de la estación. Había alcanzado el zénit de sus capacidades. La vida que él tocaba se negaba a soportarlo. La Fuerza le rechazaba. La luz le había abandonado, pero esta vez de forma definitiva. Según caminaba, sus pasos resonaban vacíos pero fuertes, haciendo eco en las paredes hasta que su presencia se veía tragada por los andares de los soldados imperiales en dirección contraria a la suya. Una puerta se abrió a su lado, de la cual salieron otros dos soldados a los que no prestó atención. Sin embargo, algo sí que llamó su atención al otro lado: el hangar. Su antigua nave, de clase Jedi, recientemente reparada, se mostraba reluciente, y su cabina abierta. -¿Pretendes salir? - Una voz a su espalda le obligó a girarse. El Comandante Domivet, recién llegado para cumplir un ciclo en la Estrella de la Muerte, se encontraba ante él. - Sí. Debo bajar a la Ciudad Kaas. Tengo cosas que hacer allí.- El Comandante extrajo una bolsa de su bolsillo y no dudó a la hora de entregársela. No eran simples compañeros de combate, tiempo atrás mantuvieron amistad, antes de que, al menos uno de ellos, se vieran inmerso en las infinitas aguas del reverso tenebroso. -Te lo debía, por aquella incursión a Tython hace meses.- Balanceando la bolsa en su mano, notó su contenido: dactarios. Inútiles allí donde iba. - Gracias. Intentaré volver pronto..- Al darse media vuelta se internó en el hangar. Apenas subió a su nave, cerró la cabina y activó el panel de control. Encendió el sistema de navegación y posteriormente los motores, despegando y saliendo de la Estrella de la Muerte.
Ciudad Kaas
Al llegar a la ciudad, vagabundeó durante casi una hora por ella. No estaba acostumbrado a ello. En las capitales de la Orden Sith la actividad humana no había sido tan.. normal, al menos desde que él tenía memoria. Ziost, Ruusan, Rhelg. Normalmente se veían pobladas por fanáticos, vendedores ambulantes y profetas del lado oscuro, además de los ciudadanos purasangre. En Dromund Kaas ya habitaban seres de todas partes de la Galaxia, era una buena señal: el régimen Imperial estaba siendo aceptado gracias la poca credibilidad de la República. Parecía que el lado oscuro, de alguna forma no les afectaba, y si les afectaba no se marcaba en ellos. Saliendo de Ciudad Kaas, se internó en un bosque. Allí los símbolos del lado oscuro eran muy diferentes a los conocidos. Las plantas no morían, sino que se veían corrompidas. Aceptaban su fuente de alimento y gracias a ello crecían fuertes y sanas. No le tocaban, por mediación de la Fuerza las apartada de él, ya que en principio no distinguía las venenosas de las inofensivas, de modo que durante todo su trayecto las mantuvo distantes, guardando una distancia de seguridad. Tras unas pocas horas de camino, el terreno cambió: abandonado la fauna y la flora se internó en un pequeño desfiladero. El terreno natural seguía allí arriba, mientras él descendía, donde los ojos se volvían inútiles debido a la falta de luz. Encendió su sable de luz, mostrando un rojo intenso que iluminó su camino. Unos extraños insectos, desconocidos para él, se acercaban chillando. Sus aguijones eran peligrosos, de modo que se iba deshaciendo de ellos con facilidad, cortándolos en dos con facilidad. No supo cuanto tiempo tardó, pero finalmente, salió del desfiladero, volviendo a encaminarse por un pequeño tramo de lo que parecía ser un bosque menos frondoso, por suerte para él, sin plantas de aspecto peligroso. Hasta que al final, lo encontró.
Templo Oscuro
Avanzó a paso ligero. Según se acercaba, podía sentir las energías que irradiaba el lugar. Auténticas energías del lado oscuro fluyendo a su alrededor. Su sable de luz comenzó a fallar, el haz láser titilaba y terminó por apagarse automáticamente. Lo colgó de su cinturón y se detuvo un instante, pero no tardó en reiniciar la marcha. Pasó por debajo del obelisco y llegó hasta la gran puerta. Antaño bloqueada, en ese momento la puerta estaba destrozada, y el paso se veía entorpecido por los escombros de roca. Lo atravesó apartando las piedras de su camino, y al fin se adentró en el Templo. Una férrea construcción de tonalidades negras y grises se extendía más allá de lo que su vista alcanzaba, adentrándose en las montañas. Partes del techo y la pared se encontraban derruidas, así como algunas de las numerosas estatuas, apiladas en dos filas, mostrando siniestras figuras encapuchadas. La energía del lado oscuro allí era más intensa que en la superficie, por éso no percibió a su enemigo acercarse por la espalda.
Capítulo II - Los siervos del Templo
Su vista se nubló y su cabeza estalló de dolor. Llevándose las manos al pelo, se vio obligado a arrodillarse, apretando con fuerza los dientes para evitar gritar. Ya había sentido antes una sensación así, pero nunca tan fuerte como en ese momento. La presencia del espectro era muy poderosa, tanto que parecía que estuviese ahí delante, de cuerpo presente y no dentro de su cabeza. Estaba intentando tomar el control, y sabía lo que pasaría si le dejaba hacerlo. Apoyó una mano en el suelo. El dolor poco a poco se iba incrementando. -Deja de resistirte.. entrégate a mí.. seremos uno. Seremos poderosos.- Entreabrió un ojo, y se puso completamente en pie, aguantando el dolor con más rabia de la que podía concebir. Algunas de las columnas de su espalda comenzaban a mostrar pequeñas grietas, símbolo de su ira al verse doblegado por un espíritu. -No te necesito para ser "poderoso."- Inspiró hondo. El dolor se había detenido, y el espectro había ido ganando terreno, pero él no se iba a dejar vencer por un lamentable fantasma en un templo perdido. Curvó sus manos hacia el techo, y gritó, gritó con toda su furia. De sus dedos emergió una corriente de un rojo intenso que hizo muescas en la roca negra del templo. El dolor remitió, fue desapareciendo hasta que ante él se materializó una forma de humo, aquel ser que había osado atacarle por la espalda para tomar control de su cuerpo. Alzó su mano izquierda hacia él, apretando los dedos y haciéndolo desaparecer delante de sus ojos. Estiró el cuello, aún con serios dolores en su cabeza, pero éso no le impidió reiniciar la marcha. Se sentía observado, aquellos espíritus de ultratumba, congregados y encerrados en las paredes del Templo.. ahora sí podía sentirlos.
Según caminaba, la construcción se iba haciendo más antigua y desgastada. Los boquetes de las paredes y el techo se veían invadidos por raíces y hiedras del exterior, allí donde la montaña y la naturaleza se hacían uno de nuevo. Las grietas invadían toda la estancia, de suelo a techo, de pared a pared. Columnas y figuras se veían destrozadas, y las joyas del pasado, las reliquias sith, como colgantes, túnicas oscuras, armaduras e incluso unos pocos amuletos se veían esparcidas por el lugar, como tesoros a la espera de ser recogidos. Parecía que había habido una cruenta batalla en aquel lugar, pero le resultaba difícil precisar una fecha. Sus sospechas iban dirigidas hacia los incursores que se atrevían a aventurarse en el interior del templo, en búsqueda de aquellos preciados y tenebrosos artefactos. Pasó por encima de los tesoros, evitando tocarlos con los pies, llegando al otro extremo de la sala. Llegó al final a un enorme arco, cuyo pasillo a su espalda se volvía oscuro, imposible ver lo que había más allá. Pero podía sentir.. una gran oscuridad. Se dio la vuelta lentamente, observando el camino por el que había vuelto. La entrada al templo no se podía distinguir apenas, más que una distante luz azulada. A ambos lados del inmenso corredor, se hacían notar cuatro puertas, dos a cada lado. No sabía lo que había en cada una, ni mucho menos lo que escondían los niveles inferiores, pero no tenía interés en averiguarlo. El lado oscuro le llamaba al oscuro pasillo, y la Fuerza confirmaba esa llamada. Sin más, se adentró en la penumbra, aunque el camino fue más bien corto. No veía nada, sólo sentía la energía oscura fluyendo a su alrededor, y los espectros del pasado mirándole, siguiéndole, ansiosos por tomar su cuerpo y escapar de aquella prisión. Al salir a la luz, la cual se filtraba por secciones derruidas de la nueva cámara, observó ante él una enorme escalera de caracol, ascendiendo alrededor de una gran estatua. Se disponía a avanzar, cuando una forma oscura se materializó frente a él.
Una especie de espectro, pero no podía ser un espectro normal. Sus facciones y su torso lo caracterizaban como una mujer, sin embargo, parecía una especie de "no-muerta". Tan real que tenía la sensación de que si la tocaba, sentiría su carne contra su dedo. Respiró hondo y mantuvo la calma, devolviéndole a la mujer la mirada asesina que ésta le dedicaba. Fue entonces cuando se percató de que sus dientes, al contrario que su rostro, no eran humanos, pues parecían los de una bestia carnívora preparada para atacar. - Invades el Templo de la Oscuridad.. lo mancillas con tu presencia, escoria de la Fuerza. Te rebanaría el cuello ahora mismo si tuviera esa cubierta que tú tienes.- La ignoró, y pasó por su lado. Casi pudo sentir el impulso que obligaba a la mujer contenerse en su posición y no abalanzarse sobre él. De algún modo, ella sabía que no podría dominar su cuerpo. La estatua se encontraba delineada por unas marcas verdes, que parecían contener un líquido del mismo color en su interior. Se acercó y decidido, como si supiera exactamente lo que tenía que hacer, alzó su mano y la pegó a la estatua. Sus ojos se tornaron blancos al instante, y su cuerpo se inclinó hacia atrás. En su mente se había materializado un paisaje árido, con un tétrico cielo rojo y un enorme sol perdiéndose en el horizonte. La energía oscura allí contenida era más fuerte que en el Templo Oscuro. Separó la mano, respirando con dificultad y retrocedió. La mujer a su espalda se reía con sarna, mientras por su rostro caían resbaladizas gotas de sudor. Reconocía aquel planeta, y reconocía aquel sol: Horuset.
Capítulo III - Guardianes
La nave se posó con suavidad sobre la dura roca marrón, provocando un ligero temblor y un pequeño desprendimiento. Había aterrizado en las alturas, en lo alto de una pequeña colina rocosa, bajo el vigilante sol. Al bajar de su nave, cerró los ojos e inspiró hondo, dirigiendo su cuerpo más allá. Los guardianes, los tuk'ata, lo habían visto venir, y se dirigían ya hacia él. Gracias a su fuerte conexión con el lado oscuro, tenían en el punto de mira al sith recién llegado, ya era cuestión de minutos que lo localizasen. Él descolgó su sable de fuerza, y derrapó colina abajo, hasta llegar a un espacio más abierto. Ante él se extendía una especie de muro, de decenas de metros de grosor y de una altura similar a la de una montaña. Caminó bordeándolo, permaneciendo atento, pues sabía que los guardianes aparecerían ante él en cualquier momento. A su derecha, apegadas al muro, se podían encontrar viejos escritos, aunque él los reconocía con otro nombre: runas sith. De protección, malditas, custodiando algo más allá del muro. Se detuvo un instante para observarlas, pasando su mano por encima de las que reconocía como inofensivas si no era brusco. Llevaba meses con la idea de las runas en la cabeza, pero nunca se había aventurado a la búsqueda de las mismas allí en Korriban. Cerró los ojos un instante, y posó la mano sobre una de las runas. La piedra no tardó más de cinco segundos en ceder ante él, separándose de aquel inmenso muro y quedando en su mano, dejando tras de ella un boquete. Se guardó la roca en un bolsillo interno, y se dio la vuelta. Comenzaba a escuchar fuertes y continuas pisadas. Fuertes rugidos de bestias bordeando su posición. Los tuk'ata habían llegado.
Cuatro enormes bestias le habían rodeado. Su piel bordeaba el azul oscuro, teñida por un intenso color negro que reflejaba la luz del sol. Sus dientes, afilados como cuchillos, se veían envueltos en la saliva que desprendían sus ansias de matar. Pero no era la primera vez que se enfrentaba a los tuk'ata. Dejó que su ira aflorase de lo más profundo de su ser. El sable de fuerza se encendió automáticamente, mostrando un haz de luz de un azul muy oscuro. Su ira se incrementaba por momentos, al punto que generaba una ligera onda que hacía que su túnica ondease como si de viento te tratase. Fijó su mirada las dos bestias que se acercaban hacia él de frente. Confiadas, sin miedo, sabían que le superaban en número. Así mismo, sabían que la ira del sujeto estaba incrementándose a unas cantidades desproporcionadas, pero no hacían caso a ello. De repente, como si de una explosión se tratase, ambas bestias se vieron envueltas en llamas. Su piel humeaba mientras ellas se retorcían en el suelo de dolor, descomponiéndose bajo la mirada del sith. Ésto paralizó momentáneamente a los guardianes de su espalda, pero apenas se reincorporaron, se lanzaron hacia su presa. Con un rápido giro, esquivó el primero, y con un movimiento de sable seguido de un salto, pasó por encima del segundo, rasgando con el sable su espalda. Cayó de pie mientras su adversario caía de lado. Los tuk'ata en llamas apenas se movían, inmovilizados por el dolor, moribundos. Quedaba uno, el más grande, observándolo fijamente. Eran inteligentes, y el guardián sabía que se encontraba ante un adversario difícil, pero no parecía dispuesto a ceder. Corrió hacia él, dispuesto a dar un salto en el que lo aplastase contra el suelo. Pero el sith aún se veía atrapado en un frenesí de ira y placer, de modo que simplemente alzó la mano, y con un grito de ira, generó una descarga de rayos que lanzó al tuk'ata por los aires, estrellándolo contra el muro. El tuk'ata se vio envuelto instantáneamente en una especie de fuego negro. Su piel se descompuso en cuestión de segundos, viéndose sus huesos también en descomposición, consumidos por las llamas. Al parecer, el impacto había activado una de las trampas, una de las runas malditas. Siguió caminando alrededor del muro, no supo durante cuanto tiempo. Los tuk'ata permanecieron distantes, observándolo. Sentían en él poder, un poder que los sobrepasaba, y por ello no le atacaron mientras se infiltraba en el Valle de los Señores Oscuros.
Obtengo: 40 dactarios
Última edición por Halm el Lun Dic 23, 2013 3:16 pm, editado 5 veces
Jensaarai- Mensajes : 5197
Fecha de inscripción : 27/08/2011
Re: [Roleo] Espectro
Muy Bueno El Roleo, Me gusto mucho.
Sanvrat- Mensajes : 238
Fecha de inscripción : 21/07/2012
Edad : 24
Localización : Venezuela
Re: [Roleo] Espectro
Interesting... Nice pictures dude.
IllidanStormrage- Mensajes : 803
Fecha de inscripción : 16/12/2011
Edad : 28
Localización : Perú, Lima, Jesús María
Re: [Roleo] Espectro
Roleo terminado. Tenía pensado hacer como mínimo 12 capítulos, pero ha habido un cambio de planes.
Halm quedará en el Valle de los Señores Oscuros, en un periodo de inactividad, vagando y meditando, fundiéndose con el lado oscuro.
Un saludo.
Halm quedará en el Valle de los Señores Oscuros, en un periodo de inactividad, vagando y meditando, fundiéndose con el lado oscuro.
Un saludo.
Jensaarai- Mensajes : 5197
Fecha de inscripción : 27/08/2011
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