[CAMBIO DE FACCIÓN] De no sensible a sensible.

Abrió los ojos lentamente. Su cabeza, como todo a su alrededor daba vueltas, muchas vueltas. Tenía un malestar interno muy grande, y sus brazos, en un infructuoso intento de alzar el cuerpo, temblaron y cedieron a la gravedad del planeta. Las manos de Saev, envueltas en la armadura mandaloriana, se hundieron un tanto en la fría nieve arkaniana. Alguien le agarró del brazo y tiró de él. Levantó la cabeza, esforzándose más de lo que debería para ello.

-¡Saev! ¡Tenemos que largarnos de aquí, vamos levántate!

La voz de la mujer sonaba lejana, a pesar de encontrarse muy próxima al cuerpo cansado y la mente aturdida del mandaloriano.

-¡Saev! ¡Tenemos que...!

No llegó a terminar la frase. Un haz de luz rojo se cruzó ante ellos. Saev pensó que le había impactado a él, y por un momento respiró aliviado pensando que iba a librarse de aquel infierno... pero supo que se equivocaba cuando la cabeza de ella se separaba del cuello y caía al suelo. Sabía que no eran visiones, aunque habría deseado que lo fuesen. Aquella muchacha, que había sido su compañera durante varios años en las filas mandalorianas y que había ido a salvarle, se despedía de la vida sin ni si quiera haberlo visto venir. Apretó con fuerza la nieve que se había acumulado en sus guantes. De pronto recuperó los sentidos, la fuerza, todo motivado por la ira. Había ido allí a encontrar respuestas a su amnesia, pero ahora todo eso había cambiado. Cuando se puso en pie vio a unos diez metros a un Sith completamente tapado por una armadura negra. Un sable de color rojo fue hacia él muy rápidamente, y hábilmente lo agarró con la mano izquierda. No cabía duda: él la había asesinado. Saev gritó, evocando en aquel grito toda la rabia que puede sentir un hombre humano. Tomó del suelo sus dos armas y activó su jetpack. El Sith también realizó su primer movimiento. Saltó hacia el mandaloriano con su sable por delante, esperando eliminarle tan rápidamente como a la otra, pero le había subestimado. Ambos iniciaron una lucha que, a pesar de estar en medio de una batalla, no parecía pertenecer a aquel escenario. Aquello era algo personal. Ninguno de los dos defendía una bandera, ni un bando. Más bien parecían defender el orgullo y el honor de algo mucho más importante que una entidad. Quizá un linaje, una estirpe. O quizá un sentimiento. En cualquier caso, la realidad era la que era, y aunque Saev golpeaba con furia al Sith, el cansancio terminó por hacer mella en él, y bastó un error para que su adversario le inmovilizase y le golpease la cabeza, haciéndole perder el sentido.

El agua fría impactó contra su cara, obligándole de inmediato a salir de su estado de latencia. Sintió que algo apretaba sus muñecas fuertemente, por lo que giró la cabeza hacia ambos lados. Se encontraba atado a unas cadenas, y éstas fuertemente amarradas a la pared. Trató de zafarse por instinto, aunque el patético resultado que encontró ya se lo esperaba. Miró hacia el frente. Distinguió en la oscuridad de la sala al Sith con el que había luchado anteriormente. Supuso que iba a matarle, pero para su sorpresa entró alguien. Otro Sith, pensó. Este no llevaba armadura, sino que iba cubierto por unas túnicas que arrastraba por el suelo. El recién llegado se puso ante él y se retiró la capucha. Le reconoció al instante.

-No pensaba que fuéramos a volver a vernos, Saev. Pero mira qué sorpresa, aquí estás.

-Y has alquilado mi habitación, por lo que veo. Un poco oscura, pero aceptable.

-Me alegra que conserves tu sentido del humor...-dijo tras una pequeña risa- ¿Sabes? Me da pena tener que matarte. Me da pena tener que matar a alguien que ha sido tan útil para mí. Me diste buenos genes que poder utilizar para mi propio disfrute.

Frunció el ceño, confuso. ¿A qué se refería con que le había dado buenos genes? No le hizo falta preguntar, el Sith se anticipó a él, retirándole la máscara a su subordinado. Al mismo con el que había mantenido una lucha anteriormente. El mismo que había asesinado a su compañera mandaloriana. Lo que halló bajo esa máscara le dejó conmocionado durante unos segundos. Un clon exactamente idéntico a él, salvo en los ojos ambarinos y la tez algo más pálida. Pero por lo demás, era una copia perfecta de sí mismo.

-¿Acaso no lo recuerdas? Tú eres un experimento de laboratorio, Saev. Tu existencia llega a su fin aquí, dado que ha finalizado el experimento. Con un poco de tu sangre y de sangre Averag he creado nuevos Sith para Arkania... ¿no te parece maravilloso? No tuviste padre, ni madre. Los mandalorianos te acogieron porque yo, bajo un seudónimo, se lo pedí. Te contaron que tuviste familia, que viviste vidas pasadas y que por vicisitudes del destino te quedaste sin recuerdos tras un trágico accidente con tu nave. Pero todo eso es mentira. Eres un arma que creamos, y que para comprobar la calidad la soltamos para que ella misma decidiese a quién obedecer, pero al final siempre nos pertenecerás. Este es tu futuro, esta es tu reencarnación.

-¿Por qué me has contado todo esto?

-Quería que lo supieses. Es justo que lo sepas. No tenía pensado decírtelo, sólo matarte... pero me has esquivado durante bastante tiempo y has demostrado valer más de lo que creíamos. En fin...-giró la cabeza hacia el Sith tras de él- procede.

Bastó esa orden de su superior para que encendiese el sable y le cortase la cabeza al reo. Una muerte rápida y absolutamente indolora, maquinada por una mente carente de empatía.
Todos son el eslabón de una cadena de actos infinita. La muerte de uno, no es más que la opción de vida para otro. En realidad ninguno importa, ningún ser individualmente tiene algo de importancia. En cambio, un conjunto tan grande como puede ser una civilización o una raza, puede afectar considerablemente al curso habitual de la galaxia.

PD: Sé que es corto, pero me da mucho palo tener que repetirlo porque ya hace tiempo que hice el roleo de cambio de facción. Me he inventado esta historia por poner algo e intentar innovar. Imagino que será inválido, pero vosotros mismos juzgad la calidad y eso. Ale.

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