[ROLEO + OBTENCIÓN] Antares Draco [Votación]

¿Acaso la lealtad es siempre lo mismo que la obediencia?

Apagué mi sable láser después del duro entrenamiento. Llevaba ya varias horas entrenando. Escuché la puerta abrirse detrás de mí. Era el nuevo Gran Moff, Svalg.

-Saevin, llevas mucho entrenando. ¿Qué tal un descanso?

-Sí. Eso había pensado...

-Perfecto. Recoge tus cosas. Nos vamos de la Estrella de la Muerte. Ya hemos terminado prácticamente la nueva base en Bastión.

-¿Bastión...? ¿Por qué nos mudamos?

-Bueno, es algo complicado. Ya tendré tiempo de explicarte. Va a haber muchos cambios internos.

-Comprendo... en fin. Pues iré a mi cuarto. Hay cosas de peso y de valor que no me gustaría que resultasen dañadas.

-Nunca te fíes de estos estúpidos droides.

Me marché a mi cuarto para empezar a recoger las cosas, cuando el nuevo Comandante Supremo apareció. Tenía noticias para mí. Me pidió que le acompañase a la sala de conferencias, donde había otros tantos Sith ya allí reunidos. El Comandante Supremo Azzanon tomó el asiento principal y comenzó a hablarnos.

-Bien, muchachos. Como sabéis, ha habido un cambio en la jerarquía interna de la Estrella de la Muerte, así como habrá un cambio general. Nos mudamos como base oficial a Bastión. Una vez allí, os daré un plano con vuestras nuevas actividades, cargos y obligaciones. Yo pasaré a ser líder de esta jerarquía. Ahora volved a vuestras tareas, y no olvidéis recoger vuestras cosas. Mañana partiremos al nuevo planeta.

Tras escuchar al Comandante Supremo me giré para salir del lugar, cuando Azzanon colocó su mano en mi hombro, pidiéndome que me quedase.

-Como acabo de decir, habrá nuevos cargos y demás. Tú, como todos tendrás un nuevo cargo. Pero será diferente. Tendrás un cargo especial... memorable, me atrevo a decir. Pero a pesar de tus continuas acciones, todavía tendrás que demostrar que eres merecedor del cargo.

-¿Y cuál es ese cargo, al que se le da tanta importancia?

-Serás nombrado Caballero Imperial.

-Vaya... realmente es un honor. Y bueno... ¿cuál es esa misión?

-¿Conoces a Antares Draco?

-Sí. Fue un caballero Imperial.

-Bien. Me gustaría que fueses a Korriban, lugar donde murió. Encuentra su sable láser, y tráelo. Cuando lo vea, yo mismo te otorgaré tu nueva armadura. Hasta entonces, seguirás con la que tienes actualmente.

-Korriban... es un lugar peligroso. ¿Dónde crees que podré encontrar su armadura? Podría estar en cualquier parte.

-No te daré un lugar exacto. Sólo un punto donde quizás esté. Pero no te puedo asegurar nada.

-Bueno... será una difícil misión, Comandante.

-Lo sé, y tampoco espero que vuelvas en un día, ni dos, ni tres. Ni tampoco un mes, ni dos, ni tres. Debes de entender que para ser un Caballero Imperial hay que ser un hombre de verdad. Si consigues traer de Korriban el sable láser, habrás demostrado tener buena mente y buen cuerpo.

-Está bien... iré a preparar mis cosas.

-Toma todo lo que necesites.

Me puse en pie y me largué de allí. Korriban... era realmente difícil. Ya había aceptado la misión. Ahora sólo se trataba de aferrarme a la vida cuando pisase la superficie de Korriban. Ni si quiera los Sith se mueven tranquilos por allí. Preparé lo necesario. Algo de comida en una mochila grande, bebida. Y sobre todo valor. Yo creo, que dejando a un lado lo material, debería de haberme centrado más en el valor.
Nada más pisar la superficie de aquella roca, a pesar de tener un mapa me sentía bastante perdido. No sabías hasta qué punto lo que veías era real, o era sólo producto de la locura que te provocaban esas rocas malignas. Caminé durante varias horas por la superficie, hasta que finalmente llegué a un camino bastante amplio, con dos montañas erguidas a los lados. Tras varios metros de camino, llegué hasta una gran abertura, cuyo interior escondía bien sus secretos en una oscuridad infinita.

-¡Eh, tú!

Escuché una voz detrás de mí, y me giré tan rápido como encendí mi sable.

-¡¿Quién eres?!

-¡¿Qué haces aquí?! ¡No tienes permiso de nadie para estar aquí!

Era una voz bastante asquerosa, difícil de oír. Aunque sonaba cerca, no veía a nadie a mi alrededor. De pronto, sentí un fuerte golpe en el pecho y salí despedido varios metros atrás. Cuando levanté mi cabeza anteponiendo mi sable en horizontal por puros reflejos, una sombra se había postrado ante mí, y de milagro no me había matado con su sable rojo. Como ya dije, gracias a mis reflejos.

-¡Lárgate de aquí, asquerosos ser! No eres apto para pisar este lugar.

Mediante un empujón de la fuerza logré apartar de mí a esa cosa, que no tardó en desaparecer de mis ojos. Me puse en pie, con mi sable láser siempre encendido y en guardia, por si volvía aparecer. De pronto sentí una ráfaga a mis pies, así que salte y giré en el aire, colocándome con la cabeza abajo. Sólo alcancé a ver como una sombra pasaba a una velocidad increíble antes de chocarme contra la roca. Como la roca era de gran tamaño, al golpearme con ésta rodé un par de metros hasta darme contra el suelo. Atraje mediante la fuerza mi sable y bloqueé de nuevo el de esa cosa. Pero esta vez no pude apartarla con la fuerza, porque tuve que agarrar con mis dos manos la empuñadura de mi arma. Aquel lo que fuese hacía mucha fuerza, y la luz me permitió ver el rostro bajo esa capucha. Pálido, absolutamente pálido, con grietas, ojos rojos y así de primeras sin pelo. Traté de aplicar toda mi fuerza, pero tuve que tirar de recursos. Con mi rodilla golpeé su estómago, y eso le hizo ceder un momento en su presión contra la hoja de mi sable, cosa que aproveché para empujarle hacia atrás. Empecé a generar con mi mano izquierda rayos, los cuales fusioné con la hoja de mi sable láser. Ésto me permitió dar una estocada más fuerte contra el sable de mi oponente, el cual cayó hacia un lado, alejado de nosotros. Después, estrangulé mediante la fuerza a ese Sith, y lo lancé varios metros más hacia delante. Se quedó tirado durante poco más de cuatro segundos, hasta que finalmente, siempre apoyando una de sus manos en la roca, se colocó en pie.

-¿Qué has venido a buscar aquí?-dijo con voz cansada- Korriban no es un lugar seguro para novatos...

-¿Novatos? No soy ningún novato...-tomé aire-

-¿Qué te hace pensar que no?

-Te acabo de ganar en un combate... ¿te consideras novato?

-Novato no. Quizá demasiado viejo. Tienes imaginación para combinar tus ataques pero... todavía te falta potencia. Si te dejo seguir adelante necesitarás mucho más que eso para salir con vida. O no acabar como yo.

-¿Acabar como tú? ¿Viejo?

-No. Condenado a vagar por aquí sin mucho que hacer salvo cortar las cabezas de aquellos que tratan de cruzar estas dos rocas.

Hasta entonces, por la batalla, no me había percatado. Pero después, fijándome bien, vi que había dos rocas, una a cada lado del camino. Tenían un dibujo extraño que parecía una cara de un ser... extraño. Parecía una serpiente... o algo así. No era algo que pudiese describir... no tenía ojos. Me giré hacia el Sith con el que acababa de pelear, pero otra vez había desaparecido. Me volví hacia la gran cueva, y me encaminé hacia ella, echando un último vistazo a las rocas representativas de ese extraño animal. Me adentré en la gruta, poco a poco. A medida que me alejaba más de la entrada se hacía todo más oscuro, y cada vez me costaba ver más a dos palmos, así que era hora de usar la linterna.
La encendí, y sólo alcancé a ver algo así como un pájaro que pasó volando a gran velocidad no muy lejos de mí. Apagué la linterna de forma instintiva. Me quedé un rato en silencio a oscuras, tratando de escuchar algo. Había algo arriba, en el techo. Podía escuchar movimiento, sonidos raros similares a los de un murciélago. Escuchaba choques leves como de alas... era algo extraño. Respiré hondo. Encendí de nuevo la linterna y vi a un montón de pájaros grandes que levantaban sus cabezas.

-Shyrack...-susurré-

Los pájaros, que serían unos diez echaron a volar contra mí a gran velocidad. Salí corriendo de allí todo lo rápido que pude, pero uno de los Shyrack me llegó a golpear la espalda, lo cual me hizo caer por un hueco que había en el suelo. Después de darme varios golpes con las rocas llegué hasta el suelo. Cerca de mí, escuché otra colisión. Uno de los Shyrack me había seguido. Posiblemente el que me había golpeado. Alzó el vuelo de nuevo. De algún extraño modo, allí sí llegaba una pequeña luz, por lo que pude alcanzar a esquivar al Shyrack antes de que me mordiese, rodando por el suelo. Me puse en pie, y fui a agarrar mi sable láser. Pero no lo tenía. Se me había ido del cinturón en la caída, porque lo divisé tirado en el suelo. Eché a correr hacia él, pero el Shyrack me embistió con fuerza. El bicho quedó encima de mí, y yo le golpeé con el puño cerrado en la cabeza. Eso le hizo retroceder un momento en su intento de morderme, pero seguía encima de mí, y son pájaros de tamaño considerable. Con mi rodilla golpeé su pecho, pero no le importó eso porque casi al instante se echó de nuevo a morderme. Agarré con mi mano derecha su mandíbula superior, y con la izquierda la inferior. A pesar de llevar protección en las manos, la poderosa mandíbula del animal logró perforarla y herirme. Aguantando el dolor, seguí forcejeando con el animal. Concentrando la fuerza del ambiente y dejándome llevar por el Lado oscuro que emanaba ese planeta, comencé a expulsar rayos de mis manos, haciéndolos pasar directamente al cuerpo del Shyrack, el cual se convulsionó durante unos segundos, hasta que cedí. Quedó aturdido, así que lo eché hacia un lado tan rápido como pude. Me coloqué sobre la criatura y atraje mi sable, encendiéndolo y clavándolo en su pecho a toda velocidad. El Shyrack expulsó un último grito de dolor antes de quedar completamente inerte. Me quité los guantes, jadeando. Las palmas de mis manos sangraban, y se apreciaban las siluetas de las mandíbulas del Shyrack en forma de herida.

-Dios...-sollocé con las manos temblando, y con un escozor terrible en éstas-

Me dejé caer de rodillas por el cansancio acumulado. Creo que me desmayé. Perdí la noción del tiempo. Allí era imposible saber que hora era. En aquella extraña sub-cueva sólo llegaba la poca luz que emitía algo detrás de unas rocas. Apenas podía ver lo que había alrededor. Por suerte, la luz pasaba cerca de donde había transcurrido la pelea con el Shyrack. Abrí los ojos lentamente y me puse en pie. Fijé mi mirada en la luz proveniente del exterior. Me encaminé hacia ella, con la esperanza de encontrar algo fuera. Pero... visto lo visto, mientras permaneciese en Korriban, cualquier arma sería poca. Me giré hacia el cadáver del Shyrack y tomé mi sable láser. Lo solté de repente. No podía agarrarlo, las heridas me lo impedían. Haciendo acopio de toda mi fuerza y con un dolor insoportable, tomé de nuevo mi sable y lo encendí. Le corté las cuchillas que tenía por zarpas el animal, y las até a mi cinturón. Apagué mi sable y lo guardé al instante. Soplé mis manos, intentando aliviarme un poco el escozor. Volví a donde quería ir, las rocas de donde venía la luz. Puse mi ojo en una pequeña grieta. Sin duda, por ahí se iba al exterior. Pero las rocas eran demasiado duras, y con el sable no podría cortarlas. Y tampoco estaba dispuesto a perderlo. Quizá la vibroespada...
La tomé de mi espalda y la coloqué atravesada con las rocas. Empecé a hacer palanca con todas mis fuerzas, hasta que finalmente una de las rocas se partió. Pero para mi suerte, la grieta llegó a la roca de abajo, y resbalé por la roca, cayendo varios metros hasta el suelo, junto con la vibroespada.
Caí de espaldas, terminando de dañar la última parte de mi armadura que se encontraba intacta. Por un momento, el oxígeno no entraba en mis pulmones. El golpe había sido bastante fuerte, y demasiado seco. Choqué un par de veces mi puño contra mi pecho, recuperando de nuevo el aliento. Me puse en pie, observando el lugar. Desierto... qué raro. Necesitaba encontrar un lugar donde recuperar fuerzas, y rápido. Con el mapa de Korriban que me habían otorgado, desde donde estaba, más o menos sería capaz de llegar a Dreshdae. Pero no fue nada fácil. Pasé varios días vagando por aquella roca hasta llegar a la ciudad. Apenas había comido nada. Durante esos días tuve mucho tiempo para reflexionar. Había pasado muchas, muchísimas horas entrenando a lo largo de mi vida. Siempre pensando que podría estar preparado para cualquier prueba física. Pero esa se llevaba la palma. Eso era mucho más que esfuerzo físico... esfuerzo mental. Me estaba volviendo loco. Durante mi travesía en el desierto escuché muchas voces, vi muchas cosas extrañas que estando en cualquier otro lugar posiblemente no habría visto. Tenía fiebre. Las heridas de las manos se me habían infectado. Conseguí taponar la sangre con unas correas, las cuales me até con fuerza alrededor de las palmas. Pero eso sólo era una medida para evitar perder más sangre. Me escocía, me dolía. Apenas podía pasar las manos por la superficie de cualquier cosa, cualquier tacto, que me empezaban a arder las heridas. Pero había que continuar, al menos por sobrevivir, ya no por el sable láser, ni tampoco por el cargo.

Llegué a Dreshdae, con la única finalidad de obtener algo de comida, y a ser posible algún medio de transporte rápido. Tenía que volver a la cueva. Si el sable láser estaba allí, tenía que encontrarlo. Esta vez iría con más ventaja. Iría bien alimentado, provisto y advertido. Ya sabía qué clase de criaturas se movían por allí.
En Dreshdae, tenía mala fama una taberna llamada El Lado Ebrio. Allí dentro, no entraba más que chusma y escoria. Pero gracias a dios, conseguí trabar amistad con uno de los dirigentes de aquel garito de mala muerte. Pasé un par de meses trabajando para él, consiguiendo algo de dinero y haciendo de matón y cazarrecompensas. No contaré todas las historias que viví trabajando para aquel híbrido de humano de ojos rojos y brillantes, pero os puedo asegurar que algunas cosas realmente me hicieron recapacitar. Hasta dónde puede llegar la crueldad si es movida por el dinero sólo lo saben aquellos que son ejecutores de la cabeza pensante. Aunque Kragth (que así se llamaba el hombre para el que trabajaba) era bastante negrero, a veces me proporcionaba mujeres para satisfacerme, aunque yo rechacé a la gran mayoría. En muchas ocasiones me llegó a ofrecer niñas. Algo que me parecía bastante atroz. Preferiría tener que matarlas antes que robarles su pureza. En cambio a Kragth no le importaba para nada la compañía de un par de esas muchachas una vez por semana. Tras esos meses de trabajo sucio, decidí que había llegado la hora de irme, así que me reuní con Kragth para hablarlo todo.

-Kragth-dije entrando en su despacho-.

-¿Qué sucede?

-Necesito hablar contigo. Es algo importante.

-Adelante, siéntate.

-Bueno, creo que va siendo hora de irme. Ahora que he conseguido lo suficiente como para partir, va siendo hora de terminar la misión por la que llegué aquí.

-Está bien. Te dejaré marchar. Has sido un buen sirviente durante todo este tiempo...-se acaricia su cabeza deforme, pálida y sin pelo- es una lástima. Te prepararé una nave, algo de dinero, comida y provisiones.

-De acuerdo, te lo agradezco.

Me disponía a irme cuando Kragth me paró.

-¿Se te han curado ya las manos?

-Ehm...-miré mis manos-sí.

-Entonces devuelve las protecciones que te di. Tu armadura está arreglada ya. Te la han reconstruido en parte, salvo la protección de las manos. No tenemos material suficiente. Te hemos rehecho las partes más importantes.

-Perfecto. Partiré ya mismo. ¿La nave está preparada?

-Mandaré a un droide que la prepare. Te la dejaré ahí fuera.

Salí de aquel despacho maloliente. Nada más salir, me tope con una mujer twi'lek que llevaba una cadena al cuello y que se dirigía al despacho de Kragth. Salí fuera, a un aparcamiento de naves cercano. Un droide estaba llenando de combustible una nave algo estropeada, cuando se dirigió a mí.

-Ahí tiene su nave, señor. Preparada.

Tomé mis pertenencias, guardadas todas en una mochila y me metí en la nave. Allí estaba mi armadura reparada, en parte. Me la puse. Llevaba tanto tiempo sin tenerla encima que el tacto me resultaba extraño.
Con aquella chatarra voladora y con el nuevo mapa que me había proporcionado Kragth tiempo atrás, llegué hasta la cueva. Pero esta vez, y conociendo más o menos la estructura interna, me salté la guarida de los Shyrack, y fui directamente hacia la parte de abajo. Todavía estaba la grieta que había hecho yo tiempo atrás para salir. Aparqué la nave ahí fuera y trepé hacia arriba, con las energías renovadas para conseguir definitivamente el sable láser que había venido a buscar. Me adentré por el hueco, pequeño, pero lo suficientemente grande para que entrase dentro. Con la linterna nueva, pude ver que realmente esa sub-cueva tenía un pasillo y varias rocas caídas, que tapaban túneles a través de las rocas. Por lo que se ve, quizá Antares Draco fue acorralado. Los Sith se escondieron en esos túneles y cuando Antares Draco y los suyos pasaron al pasillo, salieron de sus escondites y los asesinaron. No quería correr su misma suerte, así que antes de nada comprobé que en los túneles no había ningún curioso escondido. Me adentré, como posiblemente hizo Draco, por el pasillo. Al principio era bastante ancho, pero poco a poco se iba haciendo cada vez más y más pequeño, hasta tal punto que tuve que llegar a agacharme. Al final, había una piedra circular con un signo que estaba al revés. Por la incomoda posición y el poco espacio no podía girarme, así que probé a mover la roca. Estaba suelta, y pesaba poco. Muy fácil de mover. La giré, y pude ver un dibujo de algo que parecía un dragón con alas pequeñas a los lados de su cabeza. No veía el cuerpo, pero así de primeras parecía un Tuk'ata. Al girar la roca, ésta se movió hacia un lado. Ya no eran sólo rocas y cosas hechas por la erosión, ya estábamos hablando de mecanismos. Una roca no se puede girar así porque sí. Al moverse la roca, había un pequeño túnel, de apenas un metro. Me metí por éste y accedí a una sala enorme. Tenía varios pilares que la sujetaban y el suelo estaba decorado por varias pinturas Sith. Me encaminé hacia delante, tratando de buscar algo. Pero ese algo me encontró a mí. Escuché un rugido fuerte, y un pilar sufrió un fuerte golpe que lo hizo caer al suelo. No me equivocaba. Ahí dentro había un Tuk'ata.

-No puede ser... ¿qué hace un Tuk'ata aquí?

Aquello no parecía exactamente una tumba. Me escondí rápidamente detrás de una columna. Por suerte, el Tuk'ata todavía no me había visto. Empezó a husmear en el ambiente, mientras que de su gran boca expulsó a un Shyrack, todavía medio vivo. El extraño murciélago se movía un poco... hasta que el Tuk'ata terminó por morderle la cabeza, arrebatándole la poca vida que le quedaba. El Tuk'ata ya me había sentido allí. Posiblemente habría escuchado el fuerte estruendo que emitió la roca móvil con la roca fija cuando la abrí. Permanecí escondido durante varios segundos. Si había algo interesante allí, posiblemente estaría detrás de la criatura. No podía enfrentarme a ella cara a cara, había que tener en cuenta demasiados factores... su veneno, su tamaño... su boca. Impensable. Corrí rápidamente hacia otro pilón. Pero fue una mala decisión. El Tuk'ata me pilló de llenó y echó a correr hacia mí rompiendo otras columnas.
Por los destrozos que estaba causando, posiblemente nadie habría entrado allí antes, porque de ser así habría pilares rotos. El Tuk'ata se puso a dos patas para golpear con su zarpa la gran columna sobre la que me escondía, pero alcancé a saltar ayudándome de la fuerza para apartarme a tiempo. Corrí por toda la sala con el Tuk'ata rompiendo todo lo que se ponía ante él. Me metí por un pasillo bastante estrecho, posiblemente el que custodiaba. La criatura, al ser demasiado grande, a pesar de que corría detrás de mí lo hacía con considerable lentitud, pues iba rozando y chocando con las paredes del pasillo. Llegué hasta una sala sin esquinas pero bastante larga. Al final había una mesa, donde esperaba encontrar mi tan ansiado objeto... pero en cambio encontré un maldito vaso. Pero ese no era mi problema ahora. Tenía a un Tuk'ata enorme detrás de mí. Me giré lentamente, casi asimilando que iba a morir. El techo que hay encima de mí cayó, pues la bestia estaba rompiendo el techo y las paredes. Todo se derrumbó. Sólo alcancé a ver el Tuk'ata caer sobre mí, y yo esquivando una de sus zarpas. Luego cerré los ojos y todo fue polvo, algún que otro golpe y rugidos de dolor. Abrí los ojos y me puse en pie, apartando todo el humo que habían generado los múltiples choques entre rocas. El Tuk'ata estaba junto a mí, caído. Tenía una roca sobre la cabeza, pero todavía estaba vivo. Posiblemente estaría desmayado. Al acceso estaba medio caído a ese lugar estaba medio caído.
Pero no era momento de irse. Al menos no todavía. Me giré y fui hasta la mesa donde se encontraba el vaso que había visto justo antes de que el Tuk'ata cayese encima de mí. El pasillo estaba iluminado por luces de color azul, provenientes de unas antorchas de un extraño fuego situadas a los lados de aquella sala. Al llegar al vaso encontré una inscripción al lado.

" La sangre que mata al profanador le ofrecerá la llave de sus objetivos. "

Al principio no entendía nada. Definitivamente, aquello era una tumba, y el Tuk'ata era el guardián. Pero... ¿qué era la sangre que mata? En aquel pequeño vaso había que introducir algún líquido que en teoría abriría alguna puerta, o trampilla. Pero... poca sangre había por ahí. Sólo la del Tuk'ata y la mía. Pero yo era el profanador... así que por descarte, la sangre del Tuk'ata debía de ser la solución. Me acerqué al cuerpo desmayado del animal con el vaso, y con mi sable láser le proporcioné un corte pequeño en una de las patas. La criatura se movió un poco y me aparté silenciosamente. Después, dejé que la sangre cayese sobre el vaso. Me acerqué hasta la mesa de donde lo había cogido y dejé caer el líquido sobre una abertura. El interior, completamente sumido en oscuridad comenzó a emanar con una luz roja. Pensé que había encontrado lo que quería, hasta que un fuerte golpe en el pecho me hizo retroceder. El vaso cayó al suelo, y yo varios metros más atrás.
No era eso lo que había que hacer.

-¿La sangre que mata al profanador?-pensé de nuevo-

Me quedé en el suelo, tendido, a apenas 5 metros del cuerpo desmayado del Tuk'ata. Me estaba volviendo loco.
Una voz difícil de oír apareció en la zona, seguida de una silueta encapuchada bastante familiar.

-Aquí nada es lo que parece.

-¿Tú otra vez?

-Sí. Yo otra vez.

-En fin... ya sé que aquí nada es lo que parece. Pero eso no implica que se me vaya a ocurrir otra cosa.

-Bueno, sólo piensa. Aquí, además de roca, un Tuk'ata al que... calculo que le deben de quedar poco más de dos minutos de inconsciencia y roca, no hay nada más. En lo referente al animal, deberías de darte prisa.

Me puse en pie, frustrado. Si lo del Tuk'ata era cierto me debía de dar prisa. La sangre que mata al profanador... recordé una vez más. Me giré hacia el Tuk'ata. Quizá por casualidad, quizá por el destino, o quizá porque mi subconsciente en realidad sabía la respuesta, miré a sus alas. Sus aguijones.

-¡El veneno!-exclamé-

El Sith se rió un poco, casi dándome la razón en mi suposición. Cogí de nuevo el vaso y me acerqué al Tuk'ata, que poco a poco ya se empezaba a mover cada vez más. Llené el pequeño vaso con el veneno del Tuk'ata y corrí rápidamente hacia la abertura de antes. Vertí el líquido, y de la oscuridad empezó a emerger una luz clara... de color blanco. El suelo empezó a abrirse, dejándome ver una escalera circular. Descendí por ellas lentamente, llegando a una sala muy parecida a la anterior. Al menos en aspecto. Todo hecho por roca modificada. Había varias tumbas... hasta que finalmente encontré lo que buscaba. Allí estaba. Una armadura de Caballero Imperial y un sable láser apagado. No me lo podía creer. Mis ojos ambiciosos se llenaron de luz y de emociones. Tomé la armadura con mis manos y la alcé un poco, hasta que sentí como mis sables y mi vibroespada se desprendían de mi cinturón y se marchaban hacia atrás. Me giré.
Ese maldito Sith me iba a causar problemas. Encendió su sable y lo puso a la altura de mi cuello.

-Al fin... alguien ha conseguido desentrañar los secretos de este lugar. Y has sido tú.

-¿Me has utilizado? ¿Sólo para obtener esta armadura?

-A mí no me importa la armadura. Bueno, sí. Pero me interesa más la sabiduría y el conocimiento que se halla entre estas rocas...

Acercó un poco más el sable láser, casi para cortarme la cabeza, y a su vez él se acercó, quedando nuestros rostros muy cerca el uno del otro.

-Korriban esconde muchos secretos... no podía abrir yo esta tumba. Sólo los insensatos venís de fuera y tratáis de abrir los secretos de los más poderosos Sith... para vuestro beneficio. Sólo pensáis en vosotros. Ahora te mataré y me quedaré con todo ésto que tú, pieza inservible, has descubierto por mí.

Pasé las yemas de mis dedos por las garras del Shyrack que corté mucho tiempo atrás, y que todavía guardaba en mi cinturón.

-Adiós, joven.

Justo antes de clavarme su sable, me eché hacia un lado y saqué la garra de Shyrack del cinturón, clavándosela en el cuello al Sith. Todo fue rápido, gracias a Dios. Su cuerpo inerte cayó. Até la armadura a mi espalda, y tomé el sable láser de Antares, junto con los míos que me había robado el Sith.
Me dispuse a buscar una salida, pero ojo. Todavía no habían acabado los problemas. Un rugido, seguido de una criatura enorme que caía del techo me dejaron ver al Tuk'ata. Eché a correr rápidamente hacia una pared de la gran sala. Está claro que no la iba a romper, ni iba a surgir un milagro. Así que se me ocurrió una de estas ideas típicas que se te ocurren en momentos críticos. Una solución rápida, que tiene una parte de locura y otra de lógica. El plan era llevar al Tuk'ata hasta la pared, esquivarle y dejar que la gran criatura rompiese la fachada por mí. Así que eso hice. Al llegar a la pared, la bestia estaba muy cerca de mí, así que, apoyándome de la poca fuerza que me quedaba y de la fuerza en sí, subí corriendo por la roca hasta arriba. Después, salté hacia atrás dando una voltereta en el aire. La boca del Tuk'ata pasó a pocos centímetros de mí, pero la inercia que llevaba aquel animal no le permitió frenar antes de golpearse contra la pared. La derrumbó por completo cayendo al vacío. Yo tenía pensado caer al suelo y después bajar, pero la cinta en la que había atado la armadura se enganchó con un pincho de la espalda del Tuk'ata y caí con él. En la gran caída conseguí liberarme, pero eso no quitaba que estuviese en un problema. El animal llegó al suelo con un sonido de huesos rotos, y yo después, cayendo sobre su costado. Le debí de partir algún hueso porque sonó bastante mal. Aunque me amortiguó la caída me dejó varios moratones.
Me aparté del cuerpo, alerta, por si hubiese una posibilidad de que estuviese vivo todavía. Pero no. Definitivamente, esa criatura había muerto.

Pude respirar hondo de verdad, en calma, después de mucho tiempo.

-Se ha acabado todo...-me dije para mí mismo en un susurro-

Empecé a caminar, alejándome del lugar y encontré dos rocas que me eran familiares. Las rocas que vi nada más llegar, después de enfrentarme con el Sith que acababa de matar. Ya había estado ahí... me giré, y vi la cueva donde se encontraban los Shyrack.
Sonreí para mis adentros, y me largué de allí. No muy lejos encontré la nave que había empleado para llegar hasta allí, varios meses atrás.
Después de todo, era hora de volver a la Estrella de la Muerte. Por fin.

-Misión cumplida-pensé con una sonrisa-


Aclaración:
- Obtengo la armadura de Caballero Imperial de Antares Draco.

- Obtengo el sable láser de Antares Draco.

- Obtengo zarpas de Shyrack.

Si me queréis invalidar alguna obtención adelante. Pero creo que el roleo tiene lógica, es extenso y si la gramática degrada a lo largo del roleo es porque estaba hasta el rabo de escribir.

Asgaer Kaldt escribió:Mis respetos temido hermano, un exquisito roleo digno de alguien (noob) como usted.

Extra;o que hayas leido este roleo hermoxo en 5 minutos.

Buen roleo.

Gracias, y aprovecharé este post para hacer una aclaración, por una conversación con otro LDR.

Sé que es extraño que unos Sith conserven algo de un enemigo suyo, y demás. Y creedme que lo he tenido presente. He tirado de imaginación para enfrentarme a criaturas difíciles de matar, y a las cuales no he eliminado sin sufrimiento previo. Donde encuentro la armadura y el sable láser es en algo así como un " santuario " escondido, algo así como una tumba donde se amontonan objetos antiguos.

¿Que en Korriban sería raro verlo? Sí. Pero entended que yo no estoy tan enterado sobre SW como para saber lo que hicieron exactamente con el cuerpo de Antares al morir. Yo me he inventado que está ahí, y lo he hecho con esta extensión y con esta historia antes de la obtención porque sabía perfectamente que el final me iba a quedar un poco subrealista.

Pero bueno, gracias por sus votos y por su valoración

Uff me demoré la verdad... muy bueno poderoso musnus

No es necesario, Multiplaza. Yo mismo puedo actualizar y además, creo que falta un LDR aún.