[Roleo de Yuuzhan'Tar] Hogar, Dulce Hogar.. Es hora de volver a matar..

Jen, lo hice, pero abraxas que lo colgó por mi, es un vago. A partir de ahora, postearé yo. ^^

Las palabras de Mëdhuk, resonaban en mi mente... Batalla... Muerte... Así que, por eso todos me miraban extrañados, cómo si vieran... un fantasma.
-¿No se envió a nadie para verificar si la información era falsa?- Pregunté aún encajando aquella noticia.
-Sí, claro que lo hicimos, y no te encontramos... No sé... Desapareciste- Dijo Mëdhuk mientras yo, me sumergía en mis pensamientos una vez más.
- FLASHBACK -
La magma gorgoteaba por las paredes rocosas del sistema, una mañana... por decirlo de alguna manera tras despertar, en la que me tocaba un nuevo entrenamiento. Y sí, tenía que ser en aquel infierno rodeado de llamas y lava dónde me tocaba entrenar.
-Señor Jamaane- Un droide vino a mi cuarto y comenzó a hablarme.
-¿Sí?- Le pregunté tajante.
-Tiene listo su campo de entrenamiento, señor. Ésta vez en la cascada de lava, cercana al hangar- Concluyó el droide dejándome a solas, mientras comenzaba a vestirme lentamente con el regalo que Quett Kwaad enroscado al brazo contrario en el que tenía a Nara, mi siempre fiel anfibastón. Me levanté y salí de la estancia. El calor se metía hasta dentro de mis huesos, haciendo completamente inevitable el sudar y taparte los ojos para no deslumbrarte. Mustafar era un lugar inhóspito, nunca entendería cómo había gente en aquel sistema, era completamente pétreo a comparación de Yuuzhan'Tar, que tenía montañas, árboles, lagos de agua y un sinfín de naturaleza. Miré a mi alrededor intentando orientarme lo más rápido posible, antes terminada mi sesión de entrenamiento, antes podría volver a mi habitación ambientada un poco con un sistema de riego al estilo de Yuuzhan'Tar, para hidratarme. La verdad es que la tecnología era cómoda en éste caso, pero no me gustaba utilizarla, me daban ganas de volver a casa.
Caminé por gran parte del planeta, traspasando las puertas, con droides soldado cubriéndolas a cada lado. Siempre me echaban un ojo antes de dejarme pasar, yo a mi vez, odiaba su rutinaria manía de mirarme. Un día, se me ocurrió cortarle la cabeza a uno. Lo repararon en seguida, y yo, me quedé un día entero en el calabozo entrenando. No me molestaría estar en el calabozo de no ser, porque estaba al lado de una gigantesca catarata de magma que lo rodeaba y no llegaba a tocar ésa lava el interior de las rejas, pero aún así, las calentaba y mucho haciendo imposible tocarlas. Así que, desde aquel castigo, dejé que los droides me echasen el ojo rutinario. Una vez vieron que estaba limpio, me dejaron pasar hacia el hangar de aterrizaje. Miré mi bionave, no la usé desde llegar a aquel inhóspito lugar. Así que decidí dar una vuelta en ella antes de dirigirme a entrenar. La dejé apartada en las montañas rocosas, ella podría acudir a mi llamada cuando fuera necesario. Me encaminé entonces a mi lugar de entrenamiento. Miré bien en busca de mi rival. No había nada ni nadie a simple vista. Me dirigí al centro del lago de lava saltando entre rocas. Me quedé sentado en la piedra del centro meditando. Sin previo aviso, un tentáculo intentó golpearme, conseguí esquivarlo dando un salto rápido lanzando mi cuerpo a otra roca y manteniendo el equilibrio. El enemigo, era un monstruo que estaba dentro del magma. Pude ver dos de sus tentáculos. Desenrosque mi anfibastón lentamente y acto seguido, aplané su cola. Miré a la cabeza de la serpiente y comencé a hablar con él.
-Bien, Nara... Demostrémosle a la basura cual es su lugar...- Dije, mientras Nara siseaba alegre y el enemigo levantó al máximo uno de sus tentáculos. Cuando caía salté lo más alto y fuerte posible y el anfibastón chocó con el tentáculo. Todo pasó en un instante, no se veía herida ninguna a simple vista, posé a Nara en mi hombro cuando el tentáculo comenzó a dividirse por dónde lancé el tajo. El monstruo se enfadó, pude ver lo que era, era parecido a un Cracken legendario, me recordaba a la figura que teníamos sobre nuestro dios, Yun'Yammka- Así que los dioses se enfrentan a los mortales...- Dije mirando al cielo.
Ésta vez, derribó cinco piedras dejándome sin mucho sitio para moverme, a ése paso, me quedaría sin lugares para atacarlo. Lancé un bug un poco flojo y un serpe más fuerte para que impactase en el momento justo, cuando estaban rondando la cabeza del cracken, y así fue, justo cómo calculé, el pulpo se dedicó a atacar dónde la explosión tuvo lugar, atacando al aire. Fue entonces cuando tenía unos seis tentáculos juntos. Cargué mis tobillos y me lancé a por los tentáculos, lancé diversos cortes en forma de "X", caí sobre la roca que se encontraba al lado de los tentáculos. Miré cuantos tentáculos llegué a cortar. Cuatro cayeron a la ardiente lava que los hundía lentamente, sin arder. Aún le quedaban tres tentáculos con los que atacarme. Y no era menos peligroso, si no todo lo contrario, me puso en un aprieto, me lanzó hacia la orilla, menos mal, pues si hubiese caído unos centímetros más adelante, hubiese ardido completamente y seguramente, hubiera perdido la vida. Me levanté del suelo quitándome el polvo que quedó en mis ropajes. Miré al monstruo, mientras observaba dónde quedaban las rocas cercanas.
-Tsk... demasiado fácil, pongámosle fin a ésto, Nara- Le dije al anfibastón mientras me lanzaba dando rápidos saltos de roca en roca desorientando al cracken, paré en la que tenía justo delante de su cara, en la que estaba sentado. Clavé el anfibastón en la cara del monstruo y tiré hacia un lado para aumentar el corte. El cracken enfurecido usó sus tres tentáculos restantes para asestarme un último golpe. Me volvió a lanzar lejos, me quedé tumbado en una roca mientras el cracken se hundía muerto, mirando al cielo. Echaba de menos mi hogar, tanto que incluso me pareció ver dos bionaves sobrevolando el cielo de Mustafar...
- VUELTA AL PRESENTE -
Miré a Mëdhuk, ellos se preocuparon por mí, incluso vinieron a buscarme y no pude hablar con ellos, me sentí patético, por ser tan débil... Aún debía hacerme más fuerte. Me levanté de mi asiento, mi maestro seguía mirándome.
-¿Dónde irás, Kahnar?- Preguntó, aunque se hizo una idea de a dónde me dirigía.
-Iré a ver a un amigo... Por cierto, Maestro, vi sus bionaves en Mustafar, pero creí que fue un mero espejismo... Y estaba en un entrenamiento, lo siento- Dije en un intento de disculpa. Él me miraba a los ojos, con una sonrisa que me inspiraba calma.
-No pasa nada, al menos estás vivo... ¿Qué tal tus heridas?- Preguntó mientras me señalaba las cicatrices que quedaban cómo marcas de guerra en mi torso.
-Ya sabe cómo soy, maestro... No puedo estar quieto- Dije sonriéndole y volviendo a abrir los portones dejando a Mëdhuk repasando sus memorias. Las puertas se cerraron con un estruendo y puse pies en polvorosa dirección al campo de entrenamiento en el templo.

Gracias por sus consejos, me ayudan a seguir motivándome a escribir ^^

eey! esta muy bien! ponle fotitos que así queda mas ameno para leer